Hoy ha vuelto Adrián (con Blanca) de Asturias.
Hay pues que cocinar, tras una semana trampeando de cualquier manera. Así que recuperé un viejo hábito, que data de cuando los domingos eran pekes y nos subíamos con ellos a las pistas universitarias (las instalaciones deportivas de la UB) en la Diagonal y, al bajar, parada (que no fonda) en una "tienda" maravillosa de Urgell-Consell de Cent, donde asan unos magníficos pollos a l'ast, además de preparar otras comidas muy cassolanes (la batería de croquetas es exraordinaria).
Tanta rabia le cogió mi buen Martin al inamovible menú dominical que, en ocasiones, llegó a producirse un verdadero cisma familiar.
De vez en cuando, doy alguna tregua, o bromeo, y a la pregunta "¿Qué comemos hoy?", respondo: "Hoy, cáterin").
Bien, la Botiga está donde dije, de modo que si se forma una pequeña cola, tengo como distracción esta imagen de la en otro tiempo, según mis noticias, llamada casa china:
las cuestiones prácticas se resolvieron con rapidez porque los tres estábamos básicamente de acuerdo en lo fundamental: que la pensión, aparte de reunir las condiciones adecuadas para satisfacer las exigencias de un señorito burgués de clase media, estuviera lo más cerca posible de
(De un Manuscrito hallado en Barcelona)
Leí en su día la muy justamente celebrada primera novela de José Antonio Garriga Vela: Muntaner, 38.
Pero no fue hasta la primavera pasada, con la lectura de su reciente libro, El anorak de Picasso (Candaya, 2010), cuando descubrí nuevas historias de la célebre casa. Reproduzco la reseña que le dediqué al libro, aparecida en Babelia:
En Muntaner, 38 (1996), José Antonio Garriga Vela trazaba una visión de
Todo ello retorna en El anorak de Picasso, cinco narraciones en las que Garriga Vela desgrana la verdad de las mentiras y viceversa, hablando de los elementos verdaderos o reales y autobiográficos que trasladó a sus ficciones o, por el contrario, de cómo éstas, las mentiras, se instalaron en el orbe de la realidad y lograron habitarla; de cómo personas que sirvieron de inspiración para crear algunos personajes, al leer la novela y reconocer detalles o rasgos parciales que los identificaban, deciden adueñarse de las criaturas de papel y comportarse ocmo ellas; o de cómo algunos espacios crecen hacia atrás y alumbran otras historias: la planta baja de Muntaner 38 donde el autor nació y vivió su infancia y de la que un día, al poco de publicar la novela, Enrique Vila-Matas le cuenta por carta que allí precisamente fue donde Santiago Rusiñol fundó el emblemático Cau Ferrat, lo cual a su vez explica que en agosto de 1934 acertase a pasar por allí Picasso y luego con los años Samuel Beckett escribiera aquella frase…
No voy a seguir para no enturbiar la sorpresa que al lector le aguarda tras abrir la puerta de este libro y entrar en “el cuarto del contador”, donde Garriga Vela desenreda el haz de prodigiosas historias que le han ido sucediendo en la vida real y que después alimentaron sus fantasías u obsesiones literarias -la luna, las ballenas, los micromundos, las ciudades viajeras que se desplazan de lugar pero también el paso del tiempo, la muerte y la infancia-, historias que parecen fruto de un maravilloso azar o llegan como una dádiva: esos padres que confeccionaban trajes para la productora de cine inglesa Film Locations y que un día de otoño de 1954 se trasladaron de Barcelona a Málaga para asistir al rodaje de Fuego sobre África, dirigida por Richard Sale y con Maureen O’Hara de protagonista.
Por eso Garriga Vela nació en Tánger. ¡De verdad que sí!
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