¡Ay! repleta como estoy de "aniversarios" varios y entusiasta de un célebre libro de Vila-Matas contra los números redondos...
Pero es lo cierto que fui a Valladolid, a presentar el libro que edité con textos inéditos o no recogidos en los tomos correspondientes de la Obra Completa de Rosa Chacel.
En ese libro, hay un extenso estudio sobre Luis Cernuda, con quien Rosa matuvo una gran amistad.
Mi consternación ayer domingo, ante las noticias televisivas, fue leer en esos rótulos inferiores, que tabién se cumplía el 50 Aniversario de la muerte del poeta, "que murió en el olvido" (aseguraban).
Fue una provocación o un reclamo. Fue algo imperativo, en cualquier caso.
Até cabos.
Improviso ahora esta entrada urgente, al amparo de dos voces amigas.
Para mí, indiscutibles.
Así empiezaRosa Chacel a hablar del libro que el pintor Gregorio Prieto dedicó a Luis Cernuda.
Es mucho, muchísimo lo que podría decir de este libro, o más bien de este
fenómeno, Luis Cernuda a través de Gregorio Prieto. Pero no me dilataré
demasiado por dos razones, primera por no aburrir a ustedes y segunda porque
coincido con Luis en valorar el silencio como única expresión de lo
verdaderamente grave. En este libro, o
sea en la presencia de estas dos criaturas fraternas en el tiempo,
patricias, egregias en el paisanaje se hace patente lo más grave y sustancial
para mí: sencillamente, nuestras vidas… Nuestras,
recalco, porque eso es lo que he querido decir con los términos fraternas y patricias. Este tiempo nuestro tiene poderes insólitos en la
historia: tal vez el poder más poderoso que existe. Poder no impuesto por el
poderoso, sino emanado en tal forma que aquellos sobre los cuales él lo ejerce
se arrogan la gloria fatal e incangeable de pertenecerle. La singularidad de
este hecho ya se iniciaba en el pasado siglo ‒quede señalada de antemano mi
escasa erudición histórica‒, se iniciaba de modo
terminante y podría decir entusiasta en Baudelaire a lo largo de su implacable
exégesis del arte nuevo. Con el lema L’ART
NOUVEAU sigue durante años los avatares del mundo artístico y se dilata en
exponer ‒y en su fuero interno imponer‒ el sentido del arte nuevo o más bien de
lo nuevo en el arte; pero su búsqueda de lo nuevo no trata de ser un alivio para su insoportable spleen ‒también efecto precursor de la
facilidad práctica de la vida que se empezaba‒. Su larga exposición teórica
pretende la misma exigencia que rige la fabricación de los coches de un año
para otro. No es novedad de carrocería, sino incorporación de las nuevas piezas
dinámicas para la visión. Perdón por estos largos párrafos que pueden parecer
un inciso o una invitación a andar por las ramas, pero no es esa su finalidad.
Me he remontado un poco al siglo pasado, en gran parte ‒debo confesarlo‒ porque
los dos años que conservo de él me hacen tenerle presente con frecuencia y
además porque creo muy sustancioso continuar nuestro tejido o tapiz sobre la
firme trama dejada por los grandes del tiempo atrás.
En nuestro tiempo saturnal ‒admítase la redundancia‒ ya llevamos vencida
la embriaguez del modernismo y su consabida resaca, la abstracción. Ahora, la
singularidad de nuestro tiempo consiste en un colosal entendimiento que no es
lo que se llama y pertinazmente se propugna, comprensión. En la idea de comprensión se involucra la de aceptación y no es eso lo que quiero
señalar porque no es eso el hecho patente: con comprensión o sin ella, con
franca oposición o aversión hoy se entiende todo… Bien sé que esta afirmación
puede resultar chocante porque lo frecuente es el lamento, ¡Qué falta de
comprensión!…, ante cualquier desavenencia. Yo trato de diferenciar estas dos
palabras, entender y comprender, dejando la primera en su
mero ámbito de información, que es en el que circulamos, ajenos al asombro ante
cualquier extravagancia. También puede parecer raro que al tratar de una obra
de arte deseche el segundo término, más exhaustivo, pero es que trato de
suscitar sobre la obra, su tema y su autor, la intelección ambiciosa de su
mundo, de sus circunstancias en el transcurso de lo que llamé nuestras vidas,
pues sólo incluyendo la mía entre lo circunstante de las suyas puedo recalcar
nuestra fraternidad temporal.
Sí que dan cierto vértigo los números redondos, pero al menos reavivan las palabras de tantos buenos que nos precedieron.
ResponderEliminarYo no me he escapado del embrujo y, aunque sea un aniversario luctuoso, sí que vale para recordar los versos de Luis Cernuda.
Me atraparon las meditaciones de Rosa Chacel. Qué majísima es siempre.
Un beso, Ana.
"La abstracción es la resaca del Modernismo".
ResponderEliminar"Con franca oposición o aversión, hoy se entiende todo"
No sé de qué fecha es este texto, pero creo que define nuestro tiempo.
¡Salud!
Lo celebro, Isabel.
ResponderEliminarHablador, el texto es de los setenta. ¡Ya ves! retrocedemos irremisiblemente.
Besos!
Siempre me gustó Cernuda (su talante aparte, según cuentan algunos...). Pero el motivo de este comentario es otro: cada vez que abro tu blog, me anuncian que se ha bloqueado un spam. ¿También les pasa a otros?
ResponderEliminarUn abrazo
Que yo sepa, no...¡Cuánto lo lamento, Gustavo!
ResponderEliminarAbrazos!