jueves, 4 de septiembre de 2014

SORIA: CALATAÑAZOR




Al regresar a Barcelona desde Asturias, suelo recordar los viajes "de entonces"... aproximadamente de hace cuarenta años (que no es poco). El punto más temible eran Los Monegros... que ahora resultan casi un vergel, donde incluso se cultiva maíz. Por eso, despreocupados ya de cálculos horarios, casi siempre paramos en  Bujaraloz, localidad que goza de mi querencia por razones históricas y que últimamente goza también de las simpatías de mi esposo gracias a los espléndidos pinchos que sirven en "El Español", un restaurante-bar  que llamaríamos "de carretera" (al pie de la Nacional)  pero en plan bien... sencillo y sin pretensiones, atentísimos los camareros, con excelente materia prima... y nada que ver con lo que te dan en los abrevaderos de autopistas y demás.


                          


En aquellos viajes de entonces, Santander (a la ida) y Soria (a la vuelta) eran otras paradas inolvidables.
A Soria vuelvo o en Soria (la provincia) me detengo siempre que puedo, cada vez que la rondo.
Recientemente, descubrí Calatañazor, que no me había inspirado nunca porque recordaba la cantinela de las clases de Historia y... pensaba que era un enclave "patriótico", saturado de folklore.
Fue una sorpresa. La ubicación insólita, la pátina real del tiempo.
Está teñido de los accidentes turísticos que sobresaltan nuestra geografía, pero es muy leve porque no creció demasiado ni proliferaron las falsas tabernas o tiendas delikatessen.


                         
 
En cuanto llegué a Casa y tuve algún respiro, me fui derecha al tomito de Dionisio Ridruejo sobre la ex Castilla la Vieja dedicado a Soria (es una faceta del escritor que no me canso de reivindicar, pero ni por ésas), y allí leí, en el capítulo VII ("Calatañazor-El Páramo"), lo siguiente:

Pueblo sorprendente, elegía a traición, ínsula perdida como otras que hemos encontardo a nuestro paso... Está en un altozano que pertenece a la sierra de Hijodejo, amurallado por la naturaleza y por los hombres, con la línea que fue inexpugnable montando sobre las rocas una crestería mellada y pintoresca. Es obra algo primitiva, gruesa, de losas acumuladas que duran y resisten. A su extremo sur se levantan los restos del castillo con harapos de lienzo... Del otro lado se hunde un barranco al que desciende parte del caserío. En el núcleo medio y habitado se han hecho reconstrucciones o construcciones nuevas poco disonantes. Lo demás es todo abandono, pero la mayoría de las casas tiene belleza o valor documental . Se ve con frecuencia aquella construcción que aquí se llama encrestado y en La Montaña zarzo: muros tomados con varas de enebro y rellenos de guijo y barro.




 Ridruejo se detiene luego en las iglesias románicas de Calatañazor y alrededores (otra de mis debilidades. Creo haber hablado aquí del espléndido libro de Cees Nootebom sobre el románico español, El desvío a Santiago, en Siruela), para después concluir la ruta con la referencia al impresionante páramo de Villaciervos:
paisaje magno, de plata oxidada, con las desolladuras calcáreas de pedregal aliviadas, matizadas por el sombreado del enebro, deprimiéndose en hondonadas, elevándose en formas de castillo o muela, cargando a lomos un horizonte que pesa con las cumbres fingidas de la serranía.

(Dionisio Ridruejo: Castilla la Vieja. Soria. Barcelona, Destino, 1981)

            

P.S.  Y OS DEJO... PORQUE AHORA QUE RECUERDO, TENGO CADUCADO EL PASAPORTE Y... POR SI ACASO........ NO PUDIERA VOLVER..........




4 comentarios:

  1. Conocí Calatañazor en el verano de 2012, en un viaje que hicimos por la preciosa provincia de Soria. Como indicas, el tiempo se ha detenido realmente en sus escasas calles; impresiona de lo puro antiguo que es.
    Un abrazo bien grandote y feliz regreso a Barcelona, Ana.

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  2. Celebro de nuevo la afinidad electiva. Abrazos, Isabel!

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  3. Lo he visitado alguna vez que otra en diferentes épocas de mi vida y siempre me encuentro allí como en un territorio mágico. Probablemente, lo vea con ojos de turista, pero eso no puedo remediarlo. Tengo varios albumes de fotos llenos y, más recientemente, archivos de ordenador. Pero lo mejor de todo es que si se distinguen las épocas es por nosotros, los fotografiados -cuando aparecemos, que no es mucho porque estropeamos un poco el paisaje-. Es fabuloso que el pueblo se conserve tal cual, pero sin degradarse. Casi dan ganas de no correr la voz.

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  4. ¡Cuánto te entiendo!
    Yo me sentí igual... De hecho el descubrimiento fue anterior a esta fecha de la entrada. Sucede que la ficción (y hay mucha ficción en cualquier relato) propicia o posibilita estas libertades... Pero cada vez que pasaba el tiempo sin dedicar al menos dos líneas a... esta sorpresa gozosa... me asaltaba la culpa... Creo, no obstante, que lo llevan bien. Porque podrían haberlo convertido en un parque temático y sin embargo,... seguimos gozando.
    Abrazos!

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