Lo que me rejuvenece porque me recuerda los veranos en que partíamos alegremente (casi siempre en auto-stop), confiando en los amigos que estarían aquí o allí en determinadas fechas, lo que convertía el viaje en lo que debe ser: expectación y demora (o si queréis, sorpresa y hasta desasosiego).
Las recuerdo extrañas, acaso por haber transcurrido un poco a la intemperie, sin casa propia, porque reformamos la chabolita de Asturias y... Martin y yo nos alojaremos en unos apartamentos más que idílicos (y módicos de precio), "El cercado", en Castropol, con un amplio jardín desde el que mirar la amada ría del Eo, pero aun así... (seguía la cornisa cantábrica en estado de alerta por viento y lluvia y...)
Recuerdo que pensé que echaría de menos mis pantuflas, el sillón de lectura, la "mullida" alfombra, el flexo, la reserva de mermeladas o de pepinillos agridulces que dejo en la despensa...
Recuerdo las breves vacaciones y las siento como demasiado nómadas para mi edad.
Después de Asturias, dedicada a resolver "detalles" y a familiarizarme con materiales extraños y a ajustar medidas y a añadir enchufes (nunca acertamos, aunque multipliques las tomas y conexiones hasta el paroxismo) y...
nos largamos a Zamora. Le tenía ganas: a las procesiones de esa ciudad, al románico de la provincia y al Lago de Sanabria, y alrededores.
Cuatro días de los que iré desgranando los respectivos relatos.
Vino después Tordesillas (y el ineludible recuerdo de Doña Juana) y por último Simanacas, acogidos por Carlos, el hijo de Rosa Chacel.
Como el tiempo seguía inclemente, las vacaciones tomaron un aire más doméstico y familiar que aventurero o...
Aún no habían florecido las jaras, que tanto amaba Rosa Chacel cuando nos escapábamos por tierras de Castilla a finales de mayo o principios de junio (procuraba no faltar nunca a esa cita, renovadora, con el pretexto del cumpleaños de Rosa, el 6 de junio).
Allí recordé a Miguel Delibes (ante su tumba), pues está enterrado cerca de Rosa Chacel, en el Panteón de los Hombres Ilustres.
(A Rosa, el detalle -el nombre- no dejaba de divertirle, pues sabía de antemano que sería enterrada allí, pero jamás ocultó el orgullo que esto le producía. Y allí sigue ella, entre los hombres).
En el número de Babelia del 20 de marzo de 2010, Antonio Muñoz Molina dedica su colaboración habitual a recordar a Miguel Delibes, diciendo que su generación... (es decir, la mía, la nuestra ) no leímos a Delibes con la asiduidad y devoción que el autor (su obra) requeriría, desde el punto de vista literario (y desde la distancia). Pero yo no creo que eso se debiera a un afán de cosmopolitismo, como opina AMM. Simplemente pienso que el mundo que nos transmitían sus novelas era el que a algunos nos habían legado nuestras familias (soy de la opinión que sí hubo memoria histórica en este país); era lo que habíamos mamado y conocíamos, de modo que...
(Y claro, los lectores en agraz pero voraces atienden, primero, a los mundos (sobre todo a los mundos, no tanto a las historias, que también). Sólo cuando esos lectores maduran y crecen se detienen. Y entonces aprecian otros aspectos: estilo, lenguaje, verbo).
Recuerdo que en el último año de carrera tuve que hacer un trabajo sobre Atavismo... y no sé qué más en "Las guerras de nuestros antepasados", para la asignatura que impartía el gran Antonio Vilanova. Saqué muy buena nota, sí, pero no recuerdo mayores emociones de aquella experiencia. Tampoco la satisfacción que todo esfuerzo o reto intelectual depara.
Y comprendo que mis hijos (seres privilegiados a quienes en el Colegio Alemán, pese a no cursar ellos el itinerario de Humanidades, les obligaron a leer a Delibes -y a tantos otros-, en comparación con el panorama literario que prima en la enseñanza pública española, despotricasen contra "Cinco horas con Mario", porque....
No era la mejor opción. A ellos, les convendría leer "Las ratas" o "La sombra del ciprés..." (y conste que lo he comprobado, porque de vez en cuando me hacen caso. Sólo de vez en cuando.
Es decir, conseguí que volvieran a Delibes.
Como yo misma lo he hecho, después, bastante después, y buscando a Delibes por mi cuenta.
Descubrí entonces al escritor viajero que hablaba de su Castilla, como lo hacía en un título casi homónimo, poco recordado estos días en los panegíricos necrológicos, pero que sin embargo...
Al filo de los años treinta, tras la “crisis” de las vanguardias y la aparición de un primer realismo social, y después, durante la dictadura franquista, en una España con una censura férrea y sin libertad de expresión, el compromiso político y social de los escritores les llevó a escribir un tipo de libro de viaje-reportaje que reflejase España de una manera objetiva y sirviera de testimonio de aquella realidad. Los libros de Cela, Candel, Grosso, López-Salinas, Ferris o Juan Goytisolo son sus mejores muestras. Sin embargo, muy poco (más bien nada) he oído de Castilla habla, que tanto me recuerda
Pero también descubrí aquellas otras páginas en que Delibes se alejaba de Castilla.
Y me satisface especialmente ofrecer estas instantáneas que revelan la lucidez de una mirada (y una voz) que no tiene fronteras.
Como lo hace en Dos viajes en automóvil -por Suecia (1980) y por los Países Bajos (1981)-, repletos de apuntaciones referidas a asuntos prácticos o aspectos cotidianos que revelan una intención reformista e ilustrada, como cuando, al observar que en la televisión sueca las películas se pasan en versión original subtitulada y “ese ejercicio cotidiano, tras un aprendizaje en la escuela o en
precisamente para sentir ese frío y tratar de hacérselo llegar a sus lectores. Uno está allí para ayudar a los esqueletos vivientes, para tratar de difundir sus resignados lamentos, casi inaudibles y que su sacrificio no sea inútil; en suma, uno está allí para una obligación muy concreta: ayudar a evitar que la historia se repita, procurar convencer al hombre de que el prójimo no ha sido puesto a su lado para transformarle un día en humo o en jabón.
En 1955, cuando Miguel Delibes salía a descubrir América, suscribía una actitud que convendrá recordar a los viajeros:
Las ideas previas, como ideas de segunda mano que son, reportan una oscura rémora para el viajero. Un viaje exige una mirada virgen, una conciencia sin deformar. […] Quien viaja con la presunción de estar de vuelta de todo es un observador frustrado; se precisan ojos de palurdo para sacarle a un viaje un rendimiento.
Si puedo, os lo iré contando (I promise, I hope).
Ana, ¿a qué crees tú que se debe el olvido que España le profesa a Rosa Chacel? Soy asidua de suplementos culturales y no recuerdo haber leído jamás un artículo sobre ella. He leido hace poco Alcancía con deleite. La parte Términi deja ver que tú le regalaste un cuaderno para proseguir Alcancía. Las últimas páginas de ese diario términi son tristísimas: conciencia de la imposibilidad de trabajar más, espera del Cervantes que no llegó etc. Tú que la frecuentaste en aquella época, ¿qué recuerdo guardas de la última vez que la viste?
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Sabio Delibes. Una sabiduría esencial y de fondo, que toca en el corazón de las cosas sin ostentar aparatosidad en el lenguaje, en la expresión y que, por eso, es pedagógica, necesaria y tan proclive a la reflexión.
ResponderEliminarMe parece muy interesante lo que dices al respecto de la memoria histórica en España, en el sentido de que crees que si que existe. Le doy vueltas y no sé si te refieres a que de la misma manera que se puede leer y conocer otra Historia diferente a la oficial, partiendo del estudio de fuentes que muestren lo que las gentes del pueblo vivieron(es decir, la intrahistoria), de igual manera, existe una intramemoria histórica o una memoria de la intrahistoria (no sabría como definirlo) que además se transmite de manera oral de generación en generación dentro de círculos cerrados familiares o de núcleos sociales muy concretos. Es en ese sentido en el que me ha parecido interesante lo que dices al respecto de la memoria histórica. No sé si te referías a esto.
¡Salud!
Muy bueno, Ana. Me quedo con lo que cuentas de M.D. Y me quedo con el plan de estudios que tuvieron tus hijos y no con la bazofia que les damos aquí. Para ponerse a llorar por tanta anemia. Un abrazo.
ResponderEliminarAnónima... asidua..
ResponderEliminarNo puedo confortarte. Sí te diré que mientras Rosa vivía, los suplementos literarios se ocupaban de su obra (incluso de la póstuma).
En el olvido hay un factor general (que atañe a tantos otros: Aleixandre, Alberti,Aub, Cernuda, Guillén) y otro estrictamente "de género". Ya lo comenté en un antigua entrada del Blog: o de cómo una estudiante de la Complutense de Madrid acudió a mí a ver si le dirigía una tesis sobre "El pensamiento filosófico enla obra de Rosa Chacel"porque allí,en su Facultad, le decían qye ta asuto no entraba en los "estudios de género".
Esa sería una explicación sobre el olvido. Se añadirían otras, en cuyos detalles prefiero no entrar.
Puse este pasado curso como trabajo a los estudiantes de Narrativa del XX un análisis de la Dialéctica generacional en "Barrio de Maravillas".... y aún estoy lidiando con...¡Qué difícil!, ¡No se entiende! ¿Pues sí, pero menuda...!
Rosa era pura lucidez. El mejor comentario de una faamada novela de Javie Marías se la oí a ella en la UCi, cuando le leía las primeras páginas y...
-Este niño está haciendo...
Creo que l comenté en alguna entrada del Blog y...
A la entrada, como a las demás, "chapeau", Ana.¡Menudo recorrido! De Asturias a Zamora, del colegio alemán a Delibes, de la memoria histórica a...los sugerentes comentarios de " EL pobrecito hablador".
ResponderEliminarSaludos a los navegantes!
Rafael Banegas
PS: Ana ( y perdona la insistencia, pero es que eres, de momento, el último cartucho que puedo quemar), ¿ has podido averiguar algo de Antolín Rato?¡Muchas gracias de antemano! No todo el mundo se presta a "echarte un cable", y menos a un jovenzuelo que apenas empieza a asomar la cabeza en estos temas...
Coincido con el desconocimiento sobre Rosa Chacel. Yo la descubrí gracias a ti y, claro, siempre que oigo su nombre, me acuerdo de ti. Y la mayoría de los que me rodean me toman por rara por conocerla...
ResponderEliminarEs una de las grandes olvidadas fuera de los círculos literarios pero, por desgracia, no es la única.
Al hilo de lo que comentas sobre los libros obligatorios en la escuela, yo los recuerdo todos con horror. Y mira que me ha gustado leer siempre! Leer "La familia de Pascual Duarte" con 11 años no me parece lo más acertado. Solo recuerdo con cariño "El Jarama"...No se cómo estarán las cosas ahora pero si pretendemos que los niños se interesen por la lectura creo que el camino debe ser otro...
PD: si es alguno de vuestros viajes os apetece conocer el románico de las Cinco Villas, aquí me tienes. No lo dudes.
Pues sí, Alicia, debes de resultar bien rara, porque ni la conocen los estudiantes de Literatura española...
ResponderEliminarEl año pasado estuvimos unos días en Sos (lo cuento en la entrada "La reina loca" y "Riestra"), pero repetiremos, sin duda.
Un beso!
Sí, Mariano, a eso me refería, exactamente.
ResponderEliminarRafael, te contesto a tu correo sobre lo que te interesa.
Abrazos!
Cómo me ha gustado, Ana. Soy de esa generación que pasó por Delibes un tanto de puntillas (nací en 1958) y que, después, tuvo que recular y leer con algo más de detenimiento al escritor. Entonces, sin prejuicios en la mirada, cosechas la limpieza de su lenguaje, la sencillez de los grandes y el mundo de aquel hombre, algo más vasto del que nos habían anunciado.
ResponderEliminarHe disfrutado con los párrafos del Miguel viajero que nos has traído. Porque son una delicia y porque considero que llevaba razón, que hay que viajar así, con ojos de palurdo, para incorporar los sitios visitados a nuestra alma. Como has viajado tú, como pretendo viajar siempre.
Un abrazo inmenso y perdona el retraso en el comentario, pero ando más que liada. No obstante, un ratico para leer estas entradas son de lo más nutricio.
Besos enormes, querida Ana.