Quienes amamos la literatura rusa vivimos una época dorada: se reeditan títulos clásicos (en ediciones y traducciones que vienen a renovar (y arramblar, ¡ay) nuestros precarios tomos de juventud, y, a la vez, aparecen (profusamente) obras de autores que (al menos yo) desconocíamos.
Una de mis últimas lecturas es la novela "Sin lengua" (1895) de Vladímir KOROLENKO, publicatada por la editorial Barataria.
Ha sido una lectura gozosa, por los exquisitos detalles (Nabokov no tiene la patente, aviso) con que este autor, al que se le considera maestro del celebrado Gorki, nos muestra y cuenta los avatares de los emigrados rusos a Norteamérica a finales del XIX. Y también el gozo proviene de del humor y la ironía (equidistante) con quie enfoca uno y otro mundo: el de los recién llegados, con sus expectativas y el de los que ya están allí,con su experiencia y...
Lo interesante de la novela es que, para cada uno de estos "bandos" (situaciones, vivencias, mentalidad), Korolenko ofrece una bicefalia muy interesante: por un lado los entusiastas y por otro los escépticos.
Repito: Desde la partida (con sus razones y expectativas: ("-Oye, ¿qué clse de libertad piensas tú que será la de ellos?", pág. 25)), el viaje y sus incidencias, casi un microrrelato (espléndido lo tocante a la fragilidad y los "peligros" que conllevaban tales travesías: ¡el Océano!, una palabra casi perdida), la llegada y la exploración de la ciudad (Nueva York), los sueños en ciernes, las peripecias que obligan a entrar en el entramado de la vida social... el adentramiento en el interior o (lo que luego conoceríamos como la América profunda)...
Podría reproducir muchos párrafos, pero... estoy convaleciente y...
Esta la visión/impresión de la libertad:
"Iván dio con el codo a Matvéi:
-¿Lo ves? El checo dijo la verdad.
Matvéi miró hacia delante. Allí, sobresaliendo entre los altos mástiles de los buques más altos, se alzaba una enorme figura de mujer con un brazo en alto. Empuñaba una antorcha, mostrándola a todos los que llegaban a tierras de América." (pág. 33)
Nílov (aunque aparezca muy al final) es sin duda, mi pesonaje preferido: por la profundidad que esconde y por lo que del alma atormentada rusa tiene... pese a que no es el prota o el conductor o el que motiva el acontecer... Sí es el que condensa lo que a mí me interesa de lo del alma rusa, auqnue aquí no se explaye o desgrane con los pormenores a que nos tienen acostumbrados los Turgueniev o Dostoievsky, por citar dos autores que se han detenido en esos nihilistas espirituales.
Nílov es un personaje agazapado, cuya acción aún está por venir, en el hipotético retorno a la madrecita patria.
Siempre he disfrutado la literatura rusa, Ana. De hecho, casi me salieron los dientes con Dostoievski.
ResponderEliminarMe gustan esas almas atormentadas, con lo cual apunto a Korolenko, que no lo he leído.
Besos agradecidos.
Gracias por la propuesta. Leí durante un tiempo todo lo que pude de Rusia. Tienen los escritores rusos algo que les une, una especie de melancolía común que no pudiesen evitar, y un descreimiento de la vida que a veces desasosiega; y esto se percibe en todo tipo de enfoques, temas, obras y títulos.
ResponderEliminarHan sido un pueblo avasallado, desde siempre, y eso imprime carácter, colectivo, en la memoria genética; creo que son los existenciales eternos.
Ricardo San Vicente nos hilvanó muy bien los porquès de todo ello
é contando, queridos míos... Porque me he traído un buen surtido de ellos. Besos!
ResponderEliminarHola Ana Rodríguez
ResponderEliminarTe puedes creer que leí Crimen y castigo cuando tenía 15 o 16 años y apenas me acuerdo de la novela. Sólo algunas cosas sueltas, como el sentimiento de culpa del protagonista, la relación con su novia, y el final extraño, cuando lo cogen y reconoce su crímen. Creo, si recuerdo bien el final, que es de las pocas novelas donde el protagonista se siente libre y feliz cuando lo encarcelan. Extraño ¿no?
Esa y una recopilación de cuentos de Chejok son las únicas obras rusas que he leído en mi vida. Una proporción muy pequeña comparada con autores ingleses o españoles.
Dados tus interese, Eduardo, creo que disfrutarás del extraordinario momento de que gozamos. Yo también leí los títumos más clásicos y conocidos de jovencita, pero aprovecho para releer siempre que puedo. El verano pasado, como media intelectualdad, releí la nueva traducción de Ana Karenina (que había leído con 15 o 16 años), y sin embargo, reafirmé la impresión/emoción primera. No me interesa nada la pareja supuestamente protagónica, pero sí Levin y Kitty. Este año voy a meterme enseguida con Humillados y ofendidos, que ya leí in ille tempore, pero... de nuevo una excelente traducción me aguarda.
ResponderEliminarYa iré hablando aquí. Abrazos!
Hola de nuevo
ResponderEliminarDejame adivinar qué traducción es. Tal vez la Ana Karenina traducida por Víctor Gallego de la editorial Alba.
Hoy, curioseando por La Central, vi un estante abarrotado de novelas rusas y eslavas en general. Del grupo me atrajo primero Almas Muertas, de Gogol pues había recordado aquella frase de Dostoievski: "todos venimos del cuento El Capote de Gogol". No he podido evitar sentir interés por ese autor y su cuento desde que leí esa frase. Después, a unos pocos libros de distancia, estaba Ana Karenina y me acordé de ti.
Sí, Sí, sin duda, Eduardo.
ResponderEliminarLa reciente versión de Ana Karenina que mencioné es la de clásicos Alba.
¡Uy, Gogol! Sus Cuentos de San Petersburgo (en Alianza Editorial, Libro de Bolsillo: hablode memoria), aparte "Las almas muertas", que mecionas, un verdadero festín.
¡Ánimo y feliz verano!