De momento, las calles y las plazas y las avenidas y los viejos bulevares se van llenando.
El domingo pasado picaba el sol (o cascaba).
Y recordé entonces la más extraña (y hasta pintoresca) manifestación de que jamás tuve noticia.
Me instalo, deliberadamente, en el registro libresco por no desparrarme ahora en evocaciones varias (y recordar, por ejemplo, las no menos pintorescas demostraciones -¡éramos tan cosmopolitas!- que se montaban en la Barcelona de los setenta).
Sucedía en Barcelona, en agosto de 1936, recién encendida la Guerra Civil.
Un inspirado plumilla de Solidaridad Obrera (tengo pendiente un artículo sobre los excesos retóricos de mis queridos ácratas), un tal Sixto, tuvo la ocurrencia de publicar un curioso artículo titulado “Los sombreros”, donde se leía:
El sombrero es una pieza de la indumentaria, antiestética, innecesaria y reveladora de una presunta superioridad de la mollera que lo sostiene. Las épocas se han sucedido y parece que lo único que separa a los hombres es el copa, el hongo, el flexible y el paja. Los marineros corsarios tocaban su cabeza con un pañolón rojo. El capitán pirata llevaba, además, un sombrero de tres picos, aunque fuera doble bruto y criminal que sus subordinados. La revolución francesa terminó momentáneamente con el sombrero porque la pequeña burguesía temía cubrirse la testa con los sombreros heredados de los aristócratas y por eso inventó la escarapela, hasta que logró dominar al pueblo. En Rusia, la gorra de plato fue artículo de primera necesidad en los heroicos tiempos de la revolución, hasta que a Litvinov se le ocurrió disfrazarse de millonario y montar una oficina burguesa en Ginebra. ¿Cuántos sombreros habéis visto estos días por la calle, camaradas? ¡Ninguno o apenas ninguno! Pues bien; es necesario que el sombrero desaparezca. (Que nos perdonen nuestros camaradas sombrereros, pero estamos seguros que en cualquier otra industria trabajarán con provecho altamente superior para la colectividad). Mientras en la calle no se vean monteras, la revolución será nuestra. Cuando éstas aparezcan de nuevo, habrán empezado las antesalas y los cuchicheos que darán al traste con nuestros propósitos. Tiene una significación histórica muy negra para no darnos cuenta de que es una arma de poder. En cuanto el miedo de la burguesía se aminora, la confianza renace de nuevo y prosiguen los escarnios y las injusticias. El barómetro de la burguesía es el sombrero ¡Guerra a los sombreros!
Pues bien, Sixto consiguió algo inverosímil aquellos días: abarrotar la barcelonesa plaza de Sant Jaume de sombreros, unidos los patronos y los obreros para salvar al gremio. Al día siguiente el mismo rotativo informaba de la protesta y obligaba al ingenioso a disculparse.
¡Cosas!
Ja, ja, ja que buena historia Ana. ¡Imagínate si abogaran por la prohibición del futbol!. Hace muchos años, Gabinete Caligari escribió una canción titulada "Canción del pollino" donde venían a recordar cuanta masa de gente era capaz de movilizar el deporte rey y sus inmensas posibilidades sociales:
ResponderEliminar"Amigos permitirnos presentar
Pues nuestros nombres muy poco os dirán
Nosotros somos gente normal
Hasta que llega el domingo
Amigos nuestros no os asustéis
Al ver que somos más de dieciséis
Pensad que seríamos bastantes como
Para hacer la revolución
Somos los que, llenamos los estadios
Para poder, insultar y blasfemar
Somos los que, no vamos al teatro
Y somos carne de bar, y somos carne de bar
Sabemos que nuestros hijos seguirán
Al frente de las estadísticas
Que nominan a nuestra tropa
La más inculta de Europa
Somos los que, no saben no contestan
Con excepción, del 1 X 2
Somos los que, no tienen biblioteca
Y somos más de un millón, bastantes más de un millón
Somos lo que, llenamos los estadios
Para poder, insultar y blasfemar
Somos los que, no vamos al teatro
Y somos carne de bar, y somos carne de bar
Somos los que, no saben no contestan
Con excepción, del 1 X 2
Somos los que, no tienen biblioteca
Y somos más de un millón, bastantes más de un millón"
Un abrazo.
Me has hecho reír tú también, Carlos.
ResponderEliminarEsa anécdota me costó mucho suprimirla de una novela que publico en mayo. Algunas otras también, así que las iré sacando aquí en el Blog. Un abrazo fuerte!
Sí que es divertida la anécdota. jajaja.
ResponderEliminarQué manía sombrerera le entró al buen hombre, sin acordarse, por ejemplo, de los calvos, a quienes el sombrero protege del frío en invierno y del sol en verano. Seguro que mi calvo se hubiera unido a la manifestación del día siguiente, jajaja.
Enhorabuena por la novela que está en puertas, Ana. Ya avisarás.
Un beso.
Gracias, Isabel. Un beso!
ResponderEliminarUf!, menos mal, porque si el tal Sixto viese mi armario, ya me veo dentro de una Checa
ResponderEliminarQué capacidad de convocatoria inversa, y sin twitter...
Modérate, modérate... Un beso!
ResponderEliminarHola Ana Rodríguez
ResponderEliminarEsta entrada me trae a la memoria una frase de Oscar Wilde: "Soy capaz de prescindir de las cosas más necesarias, pero no me pidas que prescinda de lo superfluo".
Felicidades por tu próxima novela.
Sí, tienes razón, Eduardo. La verdad es que hay una cantidad de citas de escritores sobre el tema muy curiosas. Unamuno era vitriólico. De los modernistas finiseculares decía: "A falta de ideas, sombreros". Un abrazo!
ResponderEliminar"El barómetro de la burguesía es el som brero". Una frase genial del autor del texto que podría pasar por una greguería de Ramón Gómez de la Serna. En fin, que Soxto tenía vocación literaria.
ResponderEliminarUn gran abrazo desde Madrid y desde Al margen.
Sí, sí, Manuel... Hay que reconocer que, dentro de los excesos, de vez en cuando acertaban... o se aproximaban a Ramón, que también era excesivo. Abrazos!
ResponderEliminarYA VEREMOS EN L QIUE SE TRAADUCE ESTE....eliminatoria, en minúsculas, dado el presssssupuesto....
ResponderEliminarQué va. qué vÁ...... NADA mÁS FALATRÍA.... cORDIAALMENTE!
ResponderEliminarNo sé si la frase es de Sabina o de Luis García Montero: "los rojos también llevamos sombrero".
ResponderEliminarVoy acabar publicando un aAntología. Un beso!
ResponderEliminarMuy buenas Ana! De casualidad he llegado a esta entrada en tu blog, y aunque bastantes años después de ser publicada, me veo en la obligación de comentar algo sobre la última foto de la misma, la que está en blanco y negroy muestra una multitud portando todo tipo de sombreros.
ResponderEliminarPese a que la anécdota sombrerera o sombreril que comentas es en Barcelona, esta imagen es en Vigo, ciudad de la que soy nacido, y la pista me la dan los bajos de los edificios que salen en el fondo de la fotografía. Concretamente es la Pierta del Sol en Vigo, casi justo donde se encuentra la famosa estatua del Sireno. Si miramos hacia la calle que queda entre ambos edificios (rúa II República hoy día) obtenemos el punto exacto de la foto.
El edificio de la izquierda es el llamado Simeón, del que por suerte aún contamos con su presencia, y el de la derecha uno ya desaparecido pero en cuyos bajos residía el comercio Villa de París, que es el que sale representado en dicha foto.
Desconozco el porqué de esta reunión y si el hecho de que la gente (hombres por otra parte) lleven casi todos sombrero tiene que ver con la historia que citas. Nunca he estado en la plaza Sant Jaume pero viéndola en Google Maps no veo ningún edificio que cumpla lo que se ve en la fotografía.
(Ahora, espero no equivocarme jaja).
Un saludo!