Fue allí donde por vez primera leí aquel enigmático rótulo -Pret-à-porter-, que a mi madre, sin embargo -y pese a su declarada francofilia- no pareció importarle demasiado porque ella siguió diseñando mis vestidos, según había hecho hasta entonces.
La niña creció. Y un verano, todavía bajo la tutela materna, en que se planeó un largo viaje familiar por el Sur, mi madre diseñó e hizo confeccionar un vestido "práctico": debía ser ligero y poder "enjuagarse" fácilmente en el hotel a fin de tenerlo listo enseguidita.
¿Os acordáis de Aida Lafuente y "ese vestidín tan guapu..."?
Ya conté aquí que la memoria familiar había rendido homenaje a "la rosa roja" de la Revolción de Asturias del 34, y que una de mis primas se llama así, Aida.
Eso sí, tardé tiempo en saber por qué, al igual que tardé en descubrir la fuente de inspiración del modelito que yo lucía en el caluroso verano del 71 (creo).
¿Sería cosa del azar?
(Porque algunos sesudos sostienen que no hubo memoria de nuestra Guerra Civil.)
Y sin embargo, yo juraría que... en el modelito de mi mami había memoria y tributo.
Puedo asegurar, eso sí, que al cabo de muy poco tiempo -¡sin necesitarlo!- me agenciaba canguros y clases particulares para comprarme una colección de pantalones de pana y vaqueros y prendas negras (que eran las que no estaba dispuesta a comprarme mi querida madre).
Aun así, le rindo homenaje en un personaje de mi última novela, que en la Barcelona del verano del 35 se pirra con el traje-pescador que se había puesto de moda en ambientes bohemios:
En rigor, no todas las piezas y
objetos seleccionados eran necesarios, aunque sí muy distinguidos y elegantes, a
juicio de mamá, escandalizada al verme elegir otros más modestos, como el traje
de pescador que aquel verano se puso de moda entre los artistas bohemios e
incluso entre jóvenes adinerados y snobs. Era un atuendo muy sencillo y sobre
todo muy cómodo: de un color azul marino desteñido parecido al de vuestros pantalones
tejanos, consistía en un conjunto de pantalón y camisa muy amplios, con la
particularidad de que ésta, en vez de abotonarse, se acordonaba.
-Al menos el tejido no es tan burdo
–comentó mamá, tal vez comparando mentalmente el traje de pescador con las recias
prendas que vestían los marineros del norte-. Y si te soy sincera, aquí, en
mitad de la ciudad, incluso resulta chic.
De lo cual acabaría por convencerse del todo aquella misma noche en el
restaurante La Cala. Fue
el único capricho que se permitieron mis padres durante su estancia en
Barcelona, pues nos alojamos en un hotel modesto, el Victoria, con balcón a la Plaza de Cataluña, desde
donde veíamos la animación del concurrido y elegante café situado allí cerca,
entre la calle Vergara y la Ronda Universidad, La Maison Doré, cuyo
sótano albergaba el lujoso restaurante decorado al estilo de una típica taberna
de pescadores de la Costa
Brava: en la entrada, una barca partida en dos y adosada a
una pared pintada de azul cielo mediterráneo daba paso al comedor, cuyas salas
atendían unos camareros que vestían el famoso traje de pescador de color azul
índigo y calzaban espardeñas.
-El verano que viene, cuando vuelvas, voy a
encargarle a Susi que copie tu traje y me haga uno para mí. Pienso lucirlo por
la calle Uría y ponerlo de moda en Oviedo –anticipó mamá, que esa noche lucía
un vestido de popelín de seda con rayas rojas y blancas, un camisero de cuerpo
recto y falda plisada, según exigía la moda de aquel verano, y sombrero de paja
adornado con flores.
Lo primero (no me quedo con las ganas de decírtelo): qué bonica eras, una niña preciosa.
ResponderEliminarY sí, el traje de la muchachita Ana se parece al traje de la prima Aida.
Ya tengo "El pulso del azar" en mi poder. Llevo leído solo el primer capítulo. Promete.
Un beso, Ana.
Ja, ja... También vi todas tus fotos, Isabel, apreciando tus frecuentes visitas a Asturias en los últimos años. Igual hay suerte y estoy libre el 27 para ir a verte, tal y como van las cosas de... ¿palacio? Besos!
ResponderEliminarMujer, es que a la vista de la foto, el vestido te quedaba muy bien, y las madres, ya sabes, siempre quieren lo mejor para sus hijas.
ResponderEliminarClaro, era la época en que las mujeres renegaban de serlo: sujetadores fuera, pantalones campanolos, y cualquier cosa con tal de camuflar la condición femenina.
El reportaje de fotos es impagable
¡Salud!
Bueno, bueno, lo de las mamis.... ejem, ejem. Besitos!
ResponderEliminarYa la he leído.. Una novela profunda epistolar y coral, estructuralmente ambiciosa,con diferentes subtramas y tiempos y espacios en los que se desarrolan, pero sobre todo una narración de prosa detenida, matizada y minuciosa, rigurosa y en ciertos aspectos novedosa en su prolija documentadación... El tema global de la obra -desarrollado principalmente a través de los relatos que el padre de la reclusa de la cárcel de Wad-Ras, Elisa, ha dejado escritos contando su historia acontecida en su mayor parte en la Barcelona de los años 30- es el de la libertad que proporciona el descubrimiento de la propia identidad, del elaborado relato que somos... Y este tema filosófica y humanamente de primer orden, como bien nos ha querido enseñar también el psicoanálisis, casi trasciende la propia Guerra Civil para insertar esta novela no sólo en el necesario canon de las novelas sobre la memoria históriográfica de nuestra Guerra, sino también en el imprescindible canon de las novelas que nos ayudan a saber entender lo que somos... El final de la novela, el confuso crimen que lleva a Elisa a la cárcel de Wad-Ras ya avanzados los años 70, hay quien diría que es la parte en la que la prosa se hace más oscurantista y hermética, pero yo me quedo con esa sensación catárquica, casi de complejo de edipo sublimado, que deja en el lector, al terminarla, esta obra sobre el descubrimiento de uno mismo a través de la epopeya de su padre... Supongo que tienes razón y somos en buena medida aquello por lo que ellos lucharon. Y aún más razón tienes en que cuando uno descubre quien es la cárcel de la realidad se amplia enormemente, y entonces ya pueden reducirnos el espacio pero no la libertad. Históricamente hay aquí pasajes de altura nárrativa como la muerte de Durruti o toda la analizada situación de Asturias -brillante la descripción de los quehaceres de Belarmino Tomás- vista desde Barcelona, pero lo mejor es como nos haces vivir la intrahistoria de la Barcelona bélica... Te felicito.
ResponderEliminar¡Caray!
ResponderEliminarMe has sacado los colores, Luis.
Gracias porque has comprendidolo que, para mí, era fundamental.... Abrazos fraternales!