En la presentación de mi novela El pulso del azar, Nora Catelli destacó la presencia en algunas reflexiones, de libros o textos firmados por escritores que no suelen mencionarse como compañeros de viaje ni pueden adscribirse a la pléyade de los intelectuales orgánicos: Bernanos, Romain Rolland, Unamuno... Expliqué (convenientemente) el porqué, lo que no me apetece repetir ahora.
Lo recuerdo porque ayer sábado Félix de Azúa sacó un extenso artículo sobre Unamuno en El País, "Unamuno, el vencido invicto", a propósito de la biografía que le dedicó Jon Juaristi.
Lo que me alegró enormemente porque justo estos días acababa yo de empezar a lidiar en las clases de Máster con la Vida de Don Quijote y Sancho (1905). Y como vivmos días muy agitados, insistía en prescindir de algunos arrebatos de don Miguel para centrarse en la vigencia (y valentía) de sus mandatos, como éste fragmento de "El sepulcro de Don Quijote" (1906), que puede leerse como paratexto del mencionado ensayo, y en el que, ante el desánimo (notemos la cronología), alienta:
En marcha, pues. Y ten en cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados bachilleres, barberos, curas, canónigos o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan ínsulas; lo que debes hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen de programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia dónde cae el sepulcro. Sigue a la estrella. Y haz como el Caballero:endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de ahora y aquí lo de aquí.
¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchemos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que mientre?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y adelante. ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y adelante. ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
[...]
¡En marcha, pues! Y echa del sagrado escuadrón a todos los que empiecen a estudiar el paso que habrá de llevarse en la marcha y su compás y su ritmo. Sobre todo, ¡fuera con lo que a todas horas andan con eso del ritmo! Te convertirían el escuadrón en una cuadrilla de baile, y la marcha en danza. ¡Fuera con ellos!
Te parecerá chocante, pero en las estanterías de mi comedor luzco con orgullo fotografías de mis familiares y, desde hace ya más de 15 años... una vieja fotografía de Don Miguel posando bajo el claustro de la Universidad de Salamanca. Un tipo irrepetible, de una valentía y lucidez pasmosas; pura contradicción y por eso tan tremendamente atractivo, quizá como su biógrafo Juaristi, quien ha viajado de un extremo a otro como poseido por alguna maldición, la maldición de lo absoluto, sin medias tintas.
ResponderEliminarLa cita que traes hoy aquí es absolutamente actual. Bueno, quizá es de ese tipo de reflexiones eternas, porque después de milenios no aprendemos nunca
Querido Hablador... Pues sí, de un lado me sorprende (ya sabes que don Miguel no le perdonó a Larra su final), pero de otro,no. Te sé inteligente, y curioso e independiente de juicio. Besazos!
ResponderEliminarHola Ana Rodríguez
ResponderEliminarQue casualidad, hace poco me compré la novela Niebla. La tengo en un estante esperando su turno.
Y del Unamuno filósofo, ¿cual sería su mejor obra? El que mencionas, u otro titulado El sentido trágico de la vida.
En torno al casticismo, la Vida de DQ y El sentimiento... son las tres obras que escalonan el pensamiento unamuniano de 1895 , 1905 y 1915... Te advierto, Eduardo, que son peculiares. Yo preferiría empezar por el ensayismo bre, los artículos de Paisajes del alma o memorias de niñez y de mocedad, o cualquier libro de viajes 8que no es propiamente tal, sino series o conjuntos de crónicas y artículos andantes). Abrazos!
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