Ya he perdido la cuenta de los bares y locales que he ido viendo caer en Barcelona a propósito de los más diversos factores: desde finales de los setenta en que los Bancos y Cajas arramblaban con los cafés más hermosos (el Bracafé de Laietana, el Luna de Pza. Cataluña...) hasta...
(Ya conté aquí que detesto las listas, pese a su prestigio literario, así que no sigo).
Y no todos han podido renacer como el Velódromo o el Pastís, que es por lo que hago votos, tras leer la noticia sobre la amenaza que se cierne sobre el viejo e histórico e impar Marsella, en el corazón del Raval.
Os invito a secundarlos.
http://www.change.org/es/peticiones/propietario-de-la-finca-del-bar-marsella-y-al-ayuntamiento-de-barcelona-que-se-paralice-su-cierre
Entiendo tu indignación y acudiré a la llamada para salvar el Marsella. Cuando desaparecen bares o cafés emblemáticos de la ciudad, esta muere un poco. Aquí, en Murcia, han acabado con los mejores y apenas queda un sitio con personalidad y tronío. Ay, me acuerdo del viejo Santos, de La Viña, de La Cosechera...
ResponderEliminarUn beso, Ana.
Ya, Isabel... Sucede todo tan soterradamnete... Un esta tranquilo y, de repente, accidente... La letra menuda de lo que está sucediendo con el Marsella es... indescriptible. Y como ya las grandes causas parecen estar perdidas..., nos quda... ¿el Marsella?
ResponderEliminarBesitos!
Ya me he pasado a poner una firma porque al Marsella lo tengo en un buen rinconcito de mi memoria. Maldito parné.
ResponderEliminarEste mediodía ha salido la noticia en TV3, confirmando el cierre; a ver... El dueño tiene la intención de trasladar y reproducirlo todo, pero no será ya lo mismo. Un abrazo, Carlos! Y gracias por sumarte a las causas ¿perdidas?
ResponderEliminarSí tiene buena pinta el Marsella, sí. Mi conocimiento de la noche y de las barras barcelonesas es nulo. Me da que cuando algo así desaparece, nos ponemos nostálgicos, nos entristecemos y hasta nos entra una mala leche tremenda porque contra el tiempo no podemos hacer nada, no podemos. Esa es la única causa perdida de antemano. En fin, aunque mi solidaridad no sirva de mucho, larga vida al Marsella, o a su memoria
ResponderEliminarNosotros más bien éramos de apalancarnos en el Marsella a partir de la media tarde de los sábados... Un beso!
ResponderEliminarUna auténtica puñalada, el cierre de bares que nos han acompañado. Si por cada bar se cerrase también una asesoría del político de turno, o se suprimiese un senador,nos habrían hecho abstemios en el país de las maravillas.
ResponderEliminarAbrazos, Gustavo.
ResponderEliminarhola Ana Rodríguez
ResponderEliminarYo estuve hace mucho tiempo, unos catorce años, en el Marsella. Reconozco que el local tiene mucho encanto, aunque ya en aquella época estaba abarrotado de turistas. De hecho estaba tan lleno que
dejé de ir con los amigos, se hacía muy incómodo tantas colas y empujones.
Admito que tampoco soy de los que piensa en "locales con encanto", pero si tengo que recordar alguno, me viene a la mente una pastelería muy típica en Madrid, en la Puerta del Sol o por allí cerca. Y si pienso en algún local sin encanto, señalaría sin duda los centros comerciales. No entiendo cómo a la gente le gusta eso, es totalmente anodino, insulso.
¡Vaya! Todo en Barcelona parece tomado por los turistas... yo casi no pongo ya los pies cuando estoy en la ciudad abarrotada. Al Marsella iba en los setenta, básicamente. Luego descubrí que la troupe de mi hijo pequeño también conocía el Marsella. ¡Qué cosas!
ResponderEliminarNo recuerdo esa pastelería madrileña, Eduardo.
Un abrazo!