Dado que cuando ando inmersa en proyectos absorbentes, mis lecturas se reducen considerablemente, a menudo recurro a los libros de artículos o al ensayismo literario (entre otros géneros).
Y por eso quiero recordar a Enrique Díez-Canedo: Desde el exilio. Artículos y reseñas críticas (1939-1944), publicado en Sevilla, Editorial Renacimiento (col. Biblioteca del Exilio), 2010.
El trabajo -la edición, el estudio introductorio, la selección de los textos y las notas correspondientes- se lo debemos a Marcelino Jiménez León, joven hispanista y estudioso de Díez-Canedo, figura imprescindible de nuestro panorama intelectual del llamado periodo de entreguerras.
Aparte, gran traductor.
Lo saben mis alumnos de antiguas ediciones del Máster, porque Díez Canedo fue quien tradujo el fundamental ensayo de Turgueniev sobre Cervantes (del que tratamos en clase, parece mentira!)
“Antonio Machado. Poeta español” (Taller, mayo 1939).
“Oyendo a Mairena en su crítica del barroco literario español, pa-ra explicar a
Martín, nos parece escuchar la voz restrictiva de An-tonio Machado. Así como ante el
concepto metafísico de un Dios, ser absoluto, fuera del cual está la nada, como creación
divina, co-mo pura sombra, pensamos oír, prolongada, la voz del poeta autén-tico en sus
versos tan conocidos:
Anoche, cuando dormía,
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
La poesía de Antonio Machado, y, desde luego, la de Abel Mar-tín, se acercan
por aquí al concepto religioso de que brota la poesía de Miguel de Unamuno, y ya no
nos extraña que al apuntar la es-casa simpatía del poeta apócrifo por el sentido erótico
de nuestros místicos, "a quienes llama frailecillos y monjucas tan inquietos co-mo
ignorantes" diga el comentador auténtico que "comete grave injusticia mostrando escasa
comprensión de nuestra literatura mís-tica, tal vez escaso trato con ella."
La prosa de Mairena o de Machado, que en las páginas atañederas a Abel
Martín, y singularmente en algunos pasajes, como el de la “Máquina de trovar” o en el
de las “Coplas mecánicas” trae a la memoria, en su nuevo apresto, la “Filosofía de la
composición”, en que Edgar Poe desmonta pieza por pieza todo el mecanismo
del “Cuervo”, es prosa que "vale bien sus versos". Así la de los meses últimos, que
prolonga, en la Hora de España, la actitud nobilísima de su espíritu entre los horrores
de la guerra. El poeta, que supo vivirla, en un instante de meditación oponía este pensar
al proverbio latino “Si vis pacem para bellum”: "Más discreto sería inducir a los
pueblos a preparar la paz, a apercibirse para ella, y, antes que nada, a quererla, usando
de consejos menos paradójicos. Ejemplo: Si quieres la paz, que tus enemigos no deseen
la guerra; dicho de otro modo: procura no tener enemigos o, lo que es igual: procura
tratar a tus vecinos con amor y justicia".
La noche y el aire hostil, en la frontera adusta, ajena al amor y a la justicia,
cortaron la existencia de Antonio Machado, tal vez para ahorrarle nuevos dolores, o tal
vez porque ya los había apura-do todos” (pp. 106-107).
A veces me pregunto qué escribirían autores como Machado en días como los que ahora vivimos
ResponderEliminarAlgo más en la línea de lo que escribió a través de su heterónimo Mairena, que como bien sabes no tiene precio...
ResponderEliminarAbrazos!
¡Jo! En mi último post, cito versos de Machado por dos veces, y no había caído en lo del aniversario. ¿Será cierto eso de que "No hace falta buscar, te encuentran"? Si me hubiese encontrado Machado, creo que bien merecería una borrachera de celebración...
ResponderEliminarYo tampoco suelo caer en esas cosas... Adoro el libro de Vila-Matas "Para acabar con los números redondos", así que calcula. Pero esta vez anduve a tiempo (más bien mi hijo pequeño, encargado de ilustrar estas entradas). Aparte, me conmovió una pequeña esquela en El País, creo que encargada por un lector machadaiano anónimo...
ResponderEliminarGracias, Gustavo!