domingo, 13 de diciembre de 2009

MACHADO: REVIVAL

“El Emplazado” es uno de esos falsos títulos románticos que detesto.
Y sin embargo, en aras de la verdad (o por moor de la verdad, que dirían algunos falsos románticos) me siento emplazada, por un romántico romántico -El Pobrecito Hablador-, y por un postmoderno -Eastriver-, a hablar de…

los “CAMINOS DE COLOR VIOLETA” y de “UNA LUZ DE ORO PÁLIDO, UNA LUZ DE SUEÑO”.







Es decir que puntearé algunas notas sobre quienes estuvieron EN SORIA, CON ANTONIO MACHADO (aprovechando una comunicación inédita leída en un reciente Homenaje (2007), cuyas Actas no se publicarán, por aquello de la Krisis y otras Koyunturas).

Bueno, tampoco soy excesivamente tonta como para darlo todo aquí, gratis et amore (y no a causa de los amigos y devotos, no......) de modo que sólo pulsaré una o dos notas de las múltiples posibles.






Que los entrecomillados paisajísticos que encabezan estas líneas se refieren a las tierras de Soria, a todos nosotros nos resulta tan cierto como que (posiblemente) vengan firmadas por Antonio Machado, el poeta que tuvo patria donde corre el Duero y al que le corresponde el nada desdeñable mérito de que “Soria, aislada, pobre, con su clima duro y a trasmano de las rutas importantes, haya llegado a ser imagen familiar para los hombres de lectura”, porque en 1907 Antonio Machado “vino a ella en los años de su primera madurez, amó, sufrió y encontró en sus paisajes el tema conveniente a su talante espiritual”.

Son las palabras con que Dionisio Ridruejo abre este tramo de su guía sobre Castilla la Vieja, afirmando acto seguido que “hoy se habla de la Soria de Machado más que de la Soria numantina” (otro mérito no menor, este desplazamiento de uno de los mitos nacionales más poderosos), y explicándonos que “si Soria es, sobre todo, la de Machado ello no sucede sólo por la mayor genialidad de nuestro poeta preferido, sino porque el sujeto se ajustaba bien a la óptica del contemplador, que era la dominante en un tiempo de crisis y esperanza” (Castilla la Vieja. Soria. Barcelona, Destino (“dl, 130”), 1974, p. 7.)







El criticismo progresista (o el patriotismo crítico) del hombre Antonio Machado le llevará a convertir a Soria en el paradigma extremo de la España menoscabada, sumergida bajo un pasado altisonante y debatiéndose por romper “hacia la vida” con la pesadumbre de sus tierras desnudas y de su resignación, tan mineral como la entraña de los páramos.

Por otra parte, su intimismo de raíz idealista le llevará a una contemplación estética de signo existencial cuando la pena de amor y muerte exacerba o alquitara aquel paisaje, vaciándolo.







Conocemos el proceso: sabemos cuánto le debe a Soria el hombre Antonio Machado y lo que el poeta anhelante de una radical depuración de su voz lírica debe a aquellas tierras desnudas que pronto serán el paisaje subjetivable por excelencia: su paisaje-alma. Lo que quiero apuntar hoy son las consecuencias de esa simbiosis, tan fraternal como fecunda, de la que brotó una larga estela de viajeros-caminantes que al andar por aquí, como el poeta, gustaron de proyectar su sombra de paseantes contemplativos o simples merodeadores, pero lo hicieron con mirada y voz machadianas.
Porque el entendimiento (y la expresión poética) de un paisaje visto en la contemplación repetida e insistente del que pasa y vuelve a pasar, “del que llega a ver las cosas incorporadas a su visor” (OROZCO, Emilio, Paisaje y sentimiento de la naturaleza en la poesía española, Madrid, Ediciones del Centro, 1974, p. 209) y lo expresa de manera “tan densa, tan orgánica en su forma” (FRANK, WALDO, España virgen., p. 206.) como había hecho Antonio Machado, dejó a los demás viajeros inermes (mudos), sabedores de que aquella otra voz había alcanzado su máxima vibración: la autenticidad.






Lo explicó hace ya algunos años Julián Marías:

"Machado se acerca a las cosas y apenas las toca. No las viste, no las recubre de recursos retóricos; simplemente nos las señala, con un gesto tímido y sorprendido, que subraya su emoción o su belleza. Es poca cosa, pero esencial: porque ese gesto mínimo e indeciso, apenas esbozado, hace entrar a la cosa en el área de la vida del poeta –y por contagio simpático en la nuestra- y la deja dar sus más propias reverberaciones, la carga de alusiones a posibles actos vitales, apenas insinuados, que le confieren una densa virtualidad poética. Las cosas están presentes en la poesía de Machado, pero no como meras cosas, sino como realidades vividas, cubiertas por una pátina humana, como la “verdinosa piedra” de sus fuentes o de sus viejos bancos de las plazas. De ahí que el poeta, gracias a su misma sobriedad, no lo dé todo hecho al lector, no le dé una interpretación conclusa y sólo suya de los objetos poéticos, sino que se limita a ponerlos en el escorzo más favorable y es el lector el que, llevado de su mano “realiza” su propia interpretación poética de unos objetos que conservan así perenne frescura y un trasfondo de intactas posibilidades”
( “Antonio Machado y su interpretación poética de las cosas”, en Aquí y ahora, Buenos Aires, Espasa-Calpe Argentina (“Austral, 1206”), 1954, p.119).









Es lo máximo que un poeta puede desear; “que sus palabras realicen las cosas; que las cosas no puedan ya ser sin sus palabras”, como expuso Dionisio Ridruejo, quien muy a menudo sigue a Machado, aunque también discrepa de él en algunas apreciaciones.







Bien, podría seguir aportando testimonios de viajeros ilustres e ilustrados que fueron a Soria y hablaron de aquellos caminos de color violeta y una luz de oro pálido, con paleta y moldes machadianos, pero no se trata de facilitarles la labor a los alumnos aventajados (que los hay, aunque no sean, precisamente, los que se declaran devotos de este Blog, sino... loslistillos desdeñosos).
Pero también podría seguir aduciendo testimonios de aquellos que contaron que… cuando Machado y Leonor abandonaron Soria en su viaje de luna de miel… los chiquillos les apedrearon.
Lo recuerda una joven María Zambrano en sus palabras del regreso, de las que ya hablé aquí.
También en este libro habla María Zambrano de la estrecha relación que unió a su padre, don Blas Zambrano, y al poeta.

Pues eso: a leer, para saber.
Sin rizar el rizo, eso no.
¡Uf!

11 comentarios:

  1. Ana, qué buen análisis. Aunque dejas tantas cosas apuntadas que pienso que es una lástima como funcionan las cosas y que esa información leía en Soria no haya salido debidamente. Gracias por participar.

    Como me ha gustado tanto tu escrito, por eso y sólo por eso te perdono que me llames postmoderno. Aunque bien mirado, igual no te perdono... Los postmodernos perdonan siempre muy deprisa, demasiado... Un abrazo.

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  2. Bien por ti y por quienes nos siguen ayudando a caminar con Machado (sin adherencias edulcoradas).
    Gracias, mariajesus!

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  3. Ramon, querido...
    Si hasta nuestro adorado Vila-Matas soporta estoicamente que le llamen postmodernos no vamos nosotros a ponernos estupendos!
    Esa ponencia, cuando me ponga en plan, la recupero. Ya sabes cuánto tengo en el baúl (porque el cajón está desbordado). Pero hay que vencer el "para qué", que diría Romain Rolland. ¿Recuerdas? Pues entonces, me comprendes.
    Kisses!

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  4. Espléndido, Ana. Y las fotos también.
    Un beso.

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  5. Gracias., Isabel.
    Las fotos son de mi hijo Nico, que ayer trasnochó y hasta después de comer. Fuimos rápidos. Me hubiera gustado encontrar otra del paisaje más violeta-rojizo. Pero me gusta la de Julián Marían y su despacho (que conocí un domingo, en una merienda con Rosa Chacel). Por supuesto, la foto le encantó al propio Nico (para justificar desorde-genialidad)).
    Un abrazo!

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  6. Ana, tu hijo es un artista. Fotos, grabados... Felicítalo de mi parte.

    Llevas razón: estupenda la fotografía de Julían Marías en su despacho. El párrafo que insertas de él es una gozada de lectura y muy apropiado para el homenaje de hoy.

    Un abrazo.

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  7. Pues tienes razón: Soria es más famosa por Machado que por Numancia. Yo también fui, no soy ilustre ni ilustrado, pero aproveché un viaje en coche a Madrid para desviarme de manera considerable y visitar Soria. Había leído algunos poemas del poeta y me hacía ilusión recorrer brevemente, no tenía mucho tiempo, los mismos lugares que él.
    Por cierto, que despacho el de Julián Marías, es la misma tendencia al orden que tiene mi habitación.

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  8. ¡Ya!
    Dios los cría y ellos se juntan, ¿verdad?
    La misma tendencia al orden... que me recrimina Nico...
    Le oí hablar a Javier Marías de esas paredes en las que debía levantar un cuadro para encontar un libro...
    Viban los genios, que escribiría César Vallejo!

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  9. Ana, me ha dejado lelo la descripción sintética y máxima de poesía, de literatura al fin, en palabras de Julian Marías personalizada en Machado:

    "Machado se acerca a las cosas y apenas las toca..." ..."simplemente nos las señala con un gesto tímido y sorprendido, que subraya su emoción o su belleza..."

    Yo quiero aprender a pasar flotando por las cosas y dejarlas marcadas para siempre.

    Gracias Ana por el texto y el descubrimiento que me acabas de hacer. Ahora mismo son las 8h de un lunes que podría haber no amanecido nunca.

    Y tu Machado. ¿Cómo es tu Machado?

    ¡Salud y República!

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  10. A TODOS...

    Creo que, como para él (el poeta) no hay un solo Machado a elegir. Son múltiples. De ahí la necesidad de los heterónimos...
    Este finde rleía "Un pueblecito: R´çiofrío de Ávila", que Azorín dedica a Machado.
    Y claro, es que don Antonio le había dedicado al "maestro Azorín" un portentoso poema, a raíz de haber recibido (y leído) "Castilla".
    Otra dimensión.

    ¡Las celadas!

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