domingo, 20 de diciembre de 2009

CASAVELLA FOREVER

Acaba de publicarse Elevación, elegancia y entusiasmo (Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores), mil páginas que reúnen las muy diversas colaboraciones de Francis Casavella en la prensa y que tratan sobre literatura, música, cine... y mil cosas más de las que hablaré profusamente (es lo menos) en una próxima entrada de Cuadernos Hispanoamericanos, dado que... ciertos manjares exigen reposo y digestiones lentas y tiempo, cierto tiempo.
(Así que, de momento, no puedo prodigarme mucho, pero puedo avisar)





Voy leyendo esas piezas muy lentamente, con verdadera devoción, repleta de asombro ; y conmovida y triste, a qué negarlo.
Pues pese a que recordaba bien la impresión, el juicio y las sensaciones que esas líneas me habían provocado, una cosa era leerlas puntualmente cuando aparecían -espaciadas en el tiempo, dosificadas-, y otra muy distinta es tenerlas reunidas en este tomo inmenso, repleto de (lecciones de) literatura y vida.

Hay una constante construcción teórica en torno a casi todos los apectos de la literatura que, a propósito de la lectura comentada, le van surgiendo al autor. Y aquí a unos cuantos les convendría tomar nota, igual que lo he ido haciendo yo, a qué engañarnos.

Pero ahora se trata de aligerar e invitar a esa lectura prodigiosa que revela una mirada lúcida, irreverente (¡ojo! no confundir con las fáciles y habituales boutades de los niños bonitos o mimados a quienes les hicieron sentirse como dioses), pletórica, oxigenante ...
¡Uy! Que me despeño por los adjetivos. Corto y cambio.

Se trata de invitar a leer Elevación, elegancia y entusiasmo, los Artículos, Reseñas y Ensayos que Casavella escribió entre 1984 y 2008.






Entre ellos, hay uno desternillante, titulado "Festiva resurrección", que va de lo siguiente.
La condición de inmortales de Shakespeare y Cervantes (que murieron ambos el 23 de abril de 1616, como todo el mundo sabe) les permite resucitar esa jornada en la Barcelona del 2000.





Omito el marco inicial, o de cuando ambos genios salen de su garito y, tras reconocerse como colegas y hermanos, "se internan en la vorágine del concurrido punto de la ciudad donde han ido a parar, famoso por sus flores, sus loros, su arquitecto Bohigas, sus putas y sus hinchas de fútbol". Omito la amplia descripción de aquel escenario y el relato de cómo, por problemas varios y dado el pintoresquismo de ambos genios, a los dos los fichan para ir a firmar a un caseto y se dejan hacer. A fin de cuentas están contentos: Shakespeare no ve a Marlowe entre los más vendidos, y, por su parte, Cervantes se complace en saber que Lope tampoco figura en esa lista.
¡Bravo!

Así que....





el Distribuidor deposita al Bardo Glorioso en una mesa junto a un individuo delgado con gafas y pañuelo al cuello que después de darle la mano de perfil y mirarle con cara de asco sigue firmando ejemplares de su última creación. Frente a él se extiende una cola de muchísimas personas instruídas. [...] Una señora pasa junto a Shakespeare y tras estudiarle un buen rato pregunta por el precio de la mesa. El escritor del pañuelo al cuello se parte de risa, mientras su bolígrafo viaja y se aventura de un libro a otro y garrapatea dedicatorias muy ingeniosas. Por fin, y por caridad cristiana, le pregunta al solitario, taciturno, pero Dulce Cisne del Río Avon, si ha estado alguna vez en una guerra, bajo el fuego, con tres cojones. Shakespeare le dice que no, y que ni ganas. Pero ha escrito sobre ellas y una batalla que se celebraba el día de San Crispín y San Crispiniano le salió bastante bien. El escritor del pañuelo, sin dejar de firmar y agradecer, le llama cursi y le dice: "En mi pueblo, a los payasos como tú les llamamos cursis. Y yo me cago en los escritores cursis". Para que el enérgico literato vea que no es tan cursi, Shakespeare le cuenta el argumento de Tito Andrónico, pero aclara que lo escribió en su juventud. "No te jode, la juventud.... -replica el escritor-. Canibalismo, sexo, violencia y ni os habéis asomado a la ventana. Si seguro que te mareas con un botellín, ¡mariquita!

(Francis Casavella: Elevación, elegancia y entusiasmo. Galaxia Gutemberg, 2009, p. 248)

Muy serios, sesudos y contundentes son los textos que tratan sobre el XVIII, ese siglo cuyas luces y sombras Casavella nos devuelve en Lo que sé de los vampiros (Premio Nadal).

Y aunque yo había leído a Casavella desde 1990, cuando triunfó a la primera, lo cierto es que en mi dilatada, si bien irregular, trayectoria crítica no me había tocado en suerte ocuparme de ninguna de sus novelas, pero héte aquí que....
¡Diana!





Reproduzco la reseña (especialmente rescatada para mis alumnos de Narrativa del XX) y de Ilustración, que apareció en la revista "Letras Libres", en mayo de 2008, y que me mereció el aprecio de Casavella. Y muchos e.mails y un par de horas verdaderas en el Café L'Aribau.



PEQUEÑAS RAZONES Y GRANDES AZARES (0 VICEVERSA)


“Sólo hay pequeñas razones y grandes azares. O viceversa. Pero no hay un solo Azar como no hay una sola Razón”, le escribe el caballero Welldone a Martin de Viloalle en carta fechada el 15 de octubre de 1781, que puede considerarse el testamento espiritual del viejo maestro para quien fue su joven colaborador y compañero de andanzas por un buen número de pequeñas cortes europeas a lo largo de una década. Unas pocas líneas más abajo, Welldone formulará la “Ley del Vampiro”: “El hombre se enmascara para no avergonzarse del mismo azar de ser hombre, de su mínima importancia, de que sólo es deudor de la nada. Por ello se traiciona a sí mismo. Bebe la sangre de los antiguos, no para alimentarse, sino para reafirmarse y reconfortarse en su idea de hombre según convenga. Y esa conveniencia hace que el hombre se vuelva vampiro. Y si el hombre no sabe a ciencia cierta de su pasado, si lo ha corrompido engañándose, ¿cómo aprenderá de sus lecciones?, ¿cómo razonará su presente?, ¿cómo aventurará su futuro? […] seguirá perdido en el Tiempo y en el Espacio. Ése es el cómico y trágico equilibrio del mundo. Días con sus noches. Hombres con sus vampiros. Lo imprevisto, inevitable”.


Cito con generosidad para que el lector advierta de entrada cuál de entre sus muchas cualidades excepcionales es el rasgo más poderoso y destacado de Lo que sé de los vampiros, novela en la que Francisco Casavella nos pasea por la segunda mitad del siglo XVIII, desde finales de 1757 (con un soberbio cuadro inicial de sendos episodios de la Guerra de los Siete Años: la batalla de Leuthen y la falsa batalla de Neisse) hasta el estallido de la Revolución Francesa y su vertiginoso y alucinado desarrollo, más un breve epílogo situado veinte años después en el Nuevo Mundo.

Excelente es, sin duda, el relato de la historia, tanto cuando el autor enfoca los grandes acontecimientos y se detiene en sus figuras más destacadas –Federico de Prusia, Voltaire, Mirabeau, la Pompadour, Cagliostro o la Corte Papal, por poner ejemplos que contrasten-, como cuando reconstruye una época que tuvo sus luces y sus sombras, revive la intrahistoria –la vida de la pequeña nobleza gallega o el día a día de un novicio en un convento jesuita, los ritos eróticos o litúrgicos, las creencias y supersticiones, las maneras de viajar, la petulancia de los peluqueros, las poses de coquetas y petimetres, las lecturas à la mode, la proliferación de panfletos, proclamas y libelos-, o, con breve y certero trazo, recorta un detalle que sugiere toda una atmósfera: “el fragoroso tableteo de las velas parduscas filtra la luz y alarga las sombras en aguada de sepia y sanguina”; “el cierzo ventila los olores de aguas estancadas, mientras hace caer con golpes sordos sobre hierba y losa las naranjas que Rosella no recoge”; “El cuero del guante brilla con presagio de espeluzne”.


He vuelto a citar para reafirmarme en lo que iba a escribir antes: el rasgo más poderoso y sobresaliente de Lo que sé de los vampiros no es la historia que se cuenta (en sí misma, excelente) sino el modo de contarla: su impecable y riquísima factura literaria. Quien haya recorrido la historia, el pensamiento y la literatura del XVIII advierte de inmediato la prodigiosa labor de síntesis que ha realizado Casavella, el peculiar tamiz por el que se ha ido cribando y acrisolando la compleja y aun contradictoria pluralidad de aquella época, la construcción de una singular voz narrativa preñada de resonancias, sí, pero sin quedarse en el fácil remedo del pastiche. Porque si bien es cierto que en el arranque de la novela encontramos al narrador-gobernador característico de aquellas letras, con una explítica presencia en el texto para conducir la acción y guiar al lector, enseguida va desapareciendo y la voz narrativa es pura aleación de voces. Destacable es igualmente la recuperación actualizada (insisto: no hay imitación ni remedo; hay reescritura) de diversas formas o modalidades literarias que se combinan y alternan, así como el empleo de materiales representativos de aquel siglo -el discurso ensayístico, la epístola, la farsa, el idilio pastoril, la novela galante y/o erótica, la crónica de viaje, la estampa de costumbres…-, además de la ironía y el humor a lo Sterne. Y desde luego, debe destacarse la creación de dos personajes soberbios, tan nutridos de Literatura como de Historia y Vida. Dos personajes que son ante todo dos miradas, singulares y genuinas cada una de ellas y a la vez complementarias, pues es el doble punto de vista desde el que se muestra la historia lo que la enriquece y le da profundidad y perspectiva: faz y envés, luz y sombra.


Al joven Martín de Viloalle, un segundón de la nobleza que se ve obligado a seguir carrera eclesiástica en los jesuitas, lo embiste de lleno la Historia cuando está a punto de ser ordenado novicio y, aun pudiendo evitarlo, decide unir su destino al de los expulsos, embarcándose hacia Italia, en la esperanza de encontrar a su hermano mayor Gonzalo –huido años antes de la casa familiar para evitar la vida de “hastío y molicie” del mayorazgo-, a quien por entonces los rumores situaban en Roma. Nunca lo encontrará, aunque en su rodar y rodar por Europa a Martín irán llegándole noticias confusas.


Hasta aquí lo universal que inaugura la modernidad: la persecución, el destierro, la errabundia.


Pero lo singular del personaje es su temprana pasión por el dibujo desde el día en que llegaron a su casa unos artistas para pintar el retrato familiar, ocasión en que el niño descubre además la anterior existencia de un hermano idéntico a él y fallecido después –Felipe-, lo que le permite a Casavella trabajar en su novela con un fabuloso elemento: el doble. Y de paso insertar interesantes reflexiones estéticas a propósito del arte de la caricatura, aplicables asimismo a la escritura. Luego, cuando Martin descubre a un tonto o idiota hijo bastardo de su padre, el dualismo se refuerza y polariza: Bien-Mal, Sublime-Grotesco, Belleza-Deformidad. Y así, ya lanzado al mundo, en la romana Piazza España, Martín sobrevivirá dedicándose a dibujar caricaturas para los nobles turistas ingleses embarcados en el Gran Tour firmando Martino da Villa, o bien haciéndolo a través de su desdoble Phillippo, dibujante burlesco al que sólo accede la clientela romana. Es en este punto cuando entra en escena el caballero Welldone –literalmente, Benefactor-, última mutación de un Hombre Nuevo de estirpe clásica que, a lo largo del siglo, vivirá la euforia de la utopía racionalista encarnado en filósofo práctico hasta el declive grotesco de lo que fue sueño de la razón que ya sólo es capaz de engendrar monstruos. Y así la Historia deviene mojiganga (donde los guiños valleinclanescos de Casavella se acentúan).


Esta pareja, como adivinará el lector, la forja el novelista a partir del binomio puer-senex característico de la literatura didáctica, pero sobre todo lo hace desde el legado de nuestra picaresca –pícaros y vagabundos son deformaciones o contrafiguras del primitivo peregrino espiritual- y desde el modelo cervantino, sobre todo en lo que la peripecia de Welldone tiene de locura reveladora de la profunda escisión entre realidad y ensueño.


Por desgracia, sólo puedo aquí apuntar el eje vertebrador de Lo que sé de los vampiros, novela de aventuras y novela de aprendizaje y formación que tiene un trenzado mucho más amplio y un fondo muy profundo y es por ello tan entretenida como aleccionadora (otro rasgo muy de época), pues más allá de los gestos y las palabras, aprendemos a mirar el fondo de la Historia. Apenas puedo ahora señalar las múltiples direcciones de la novela y subrayar de nuevo su excelente factura literaria que prueba, de forma contundente, la talla de Francisco Casavella como un escritor cuyo registro va mucho más allá del consignado en la etiqueta de muy cortas miras que le habían pegado (digamos, para entendernos, el de joven escritor postmoderno que trata de cierto sector de la Barcelona lumpen o marginal).


Y sin embargo, este “nuevo” Casavella sigue siendo el de siempre: el escritor que pasea su mirada lúcida e irreverente sobre la realidad y señala sus lacras y deformidades, el sucedáneo y la impostura, la frívola erudición violeta, la farsa y el simulacro, la cosmética, la mentira, los abusos, la inmoralidad, la corrupción, la violencia, “la deforme rueda de lo arbitrario”: la doble cara de “una época que se dice ilustrada y se quiere absolutista”.


Bien, admitamos que todo esto es mucho, pero, además, quiero avisaros de que estas Navidades voy a releerme la trilogía del Watusi, que se ha reeditado también ahora en Destino y en un solo volumen, como Casavella quería.





Mientras tanto me despido con su "Good night and good luck!".



16 comentarios:

  1. Excelente por lo que parece el cuento de la resurrección en pleno Sant Jordi de 2000, me he reído mucho. Casavella tenía ese sentido del humor tan ácido, ese ingenio... en fin, lo que hemos dicho muchas veces, una verdadera pena. Siento que ahora se le está cuidando, siempre ocurre así. Una pregunta: ¿los mails están también recogidos en este volumeen? Los que te envió a ti y que leíste en el homenaje son impagables. Un abrazo

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  2. No, Ramón, no están recogidos. Imagino que el formato disuadía. Lo lamentable es que no recogiesen las correcciones: el lapsus de las santaisabeles por las santamarías en el texto "La Barcelona de Marsé".
    Pero bueno, eso no mancha un volumen espléndido.
    A.

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  3. Hace unos días que venía pensando si hacerme o no con este volumen de Casavella.Tu admirativo texto me ha convencido.Gracias Ana por traernos lo mejor.

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  4. Espero no defraudarte, Carlos. Y gracias a ti por la confianza. Feliz Año!

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  5. Compraré el volumen y esperaré tus reflexiones en Cuadernos Hispanoamericanos. Un saludo

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  6. Gracias, June. Y sobre todo, léelo (a Casavella).
    A.

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  7. Sí. Pero podemos seguir celebrando su obra: contra las inclemencias y las mixtificaciones.
    A.

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  8. Queirda Ana, siempre me ha conmovido el cariño con el que tratas a Casavella. Siempre que hablas de él se mueven cosas, no me extraña.
    Este libro me lo pido, sin duda.
    Un beso Paco.

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  9. Gracias, Paco. Es de justicia hacerlo así. Y además, así lo siento. Besos!

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  10. Para mi, uno de los mejores narradores, sin dudarlo un segundo, del periodo ¿democrático? español. Yo lo empecé a conocer por "Un enano español se suicida en Las Vegas", y siempre que puedo vuelvo a él.
    Yo, como Carlos, también dudaba, y en cuanto enganche algo de dinero me lo haré a la mano.

    Felices fiestas!

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  11. Lo celebro, Rafael.
    Yo hoy celebro que "Elevación...", pese a haber aparecido a finales de año, haya quedado en un merecido lugar 13 en la lista de los libros seleccionados por los colaboradores de Babelia.
    Felices fiestas!

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  12. Debo reconocer que no conozco a Casavella (volví a España en el 2.008 tras una década trabajando fuera) pero en varios periódicos lo han mencionado en un tono positivo y tu entrada tan completa ha hecho que me entren ganas de leerle. A ver si encuentro algo suyo en la biblioteca :)
    Un saludo y féliz 2.010.

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  13. Saray... mis mejores deseos un 2010 que arranca aon tan nobles propósitos!

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  14. Espero que avise cuando salgo el artículo en Cuadernos Hispanoamericanos! Se le intentará echar un ojo.

    Saludos!

    Rafael Banegas

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  15. A ver si tengo un poco de calma estos días y lo preparo como es debido, Rafael.
    El libro está leído y voy releyendo y apuntando.
    Gracias!

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