sábado, 27 de febrero de 2010

MARUJA MALLO



Llevo unos días inquieta.
Acabo de enterarme de que estuve casada.
En la ficción, eso sí. Pero igualmente la cosa resulta preocupante.
Ya soy consciente de que en la realidad estoy casada, pero ¿en la ficción también?
Y eso sí me preocupa.
¿No se trataba de, en la ficción, escapar a la realidad, negarla o sublimarla o embrutecerla, pero salirse de su orbe...?
¡Ay!
¡Qué jeroglífico, lo de Literatura y Vida o Ficción y Realidad!







Y es que detesto ese tópico del que tanto hablan algunos escritores cuando quieren hacerse misteriosos (que diría Rosa Chacel) y se despeñan por el barranco retórico para acabar aterrizando en el lugar común: es que los personajes se me rebelan.
Ese cuento ya nos lo contó (mejor o peor) Unamuno. A mí, pese a reconocer el esfuerzo de don Miguel por armarlo o blindarlo (retóricamente hablando), la cosa nunca me convenció. Yo suscribo lo que Javier Marías dice al respecto... que los escritores a quienes se les rebelan los personaje son unos pusilánimes.
(La vertiente graciosa es ver a según qué postmodernos recitando la doctrina añeja y a los periodistas culturales dedicándoles atención y tomando puntual nota para después contárselo a los lectores a quienes previamente les habían explicado lo de la autoficción y la transversalidad y la hibridación genérica).
¡Copistas!








Pero bueno, me acabo de enterar de que Maruja Mallo estuvo casada.
Nunca jamás sus amigos más íntimos (Rosa Chacel, Ramón Gómez de la Serna, Lorca, Miguel Hernández, Neruda) me dijeron nada al respecto. Tampoco ella. Ni su hermano Emilio, ni otros...
Menos mal que su incógnito marido era del POUM, al parecer, y según mis últimas noticias.
Lo que evitará un divorcio póstumo.







Pero me urge ir a Madrid y averiguar. Por eso ando inquieta, porque el tiempo no se serena y mi viaje requiere calma y no tormentas, aun por perfectas que sean.
Iré a Madrid y me perderé en las salas de la Academia de San Fernando donde -¡en buenahora!- por fin le están dedicando una Antológica a quien fue -dicen- la musa de la generación del 27, la Notre Dame de la alegría.







Mientras tanto...
releo el poema de Rafael Alberti, el verdadero, el que le dedicó a Maruja Mallo cuando vivían su Amor. Él escribía los versos que compondrían uno de sus mejores poemarios ("Sobre los ángeles") y ella pintaba la serie "Cloacas y Campanarios". Y versos y telas se reproducían, juntos o correlativos, en las páginas de "La Gaceta Literaria".







Es un poema que Alberti después eliminó de sus Obras Completas (o al menos de Sobre los ángeles, que es el poemario al que corresponde, donde sólo dejó un poema dedicado a Maruja Mallo y que tituló -¡ay, ay, ay!- "El ángel malo").
Pero el bueno, el de verdad, el excluído, es este poema que llevaba por título

La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo

y dice así:


Tú,

tú que bajas a las cloacas donde las flores más flores son ya unos tristes salivazos sin sueños

y mueres por las alcantarillas que desembocan a las verbenas desiertas

para resucitar al filo de una piedra mordida por un hongo estancado,

dime por qué las lluvias pudren las hojas y las maderas.

Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes.

Despiértame.

Hace ya 100.000 siglos que pienso en que tú eres más tú cuando te acuerdas del barro

y una teja aturdida se deshace contra tus pies para predecir otra muerte.

El espanto que suben esos ojos deformados por las aguas que envenenan al ciervo fugitivo

es la única razón que expone mi esqueleto para pulverizarse junto al tuyo.

Una luz corrompida te ayudará a sentir los más bellos excrementos del mundo.

Periódicos estampados de manos que perdieron su nitidez en el aceite desgarran hoy el viento

y los charcos de grasa solicitan tus ojos desde los asfaltos reblandecidos.

Aceras espolvoreadas de azufre claman por el alivio de una huella

para que se agrieten de envidia esos vidrios helados que se abandonan a los terrenos intransitables.

Emplearé todo el resto de mi vida en contemplar el suelo seriamente

ahora que ya nos importan cada vez menos las hadas,

ahora que ya las luces más complacientes estrangulan de un golpe las primeras sonrisas de los niños

y exaltan a puntapiés el arrullo de las palomas

y abofetean al árbol que se cree imprescindible para el embellecimiento de un idilio o una finca.

Mira siempre hacia abajo.

Nada se te ha perdido en el cielo.

El último ruiseñor es el muelle mohoso de un sofá muerto.

Desde los pantanos,

¿quién no te ve ascender sobre un fijo oleaje de escorias,

contra un viso de tablones pelados y boñigas de toros,

hacia un sueño fecal de golondrina?


Hasta que llegue el momento de reencontrame con ella, la escucho y atiendo:

miércoles, 24 de febrero de 2010

CASAVELLA: PREMIO DE NOVELA


Acabo de recibir esta noticia estupenda que quiero compartir con los seguidores del Blog:




Pa ra una información detallada (y legible) las bases puede consultarse clicando


(aquí)


jueves, 18 de febrero de 2010

GOYESCAS

Celebro el final del Carnaval, que apenas me interesa salvo porque en estas fechas aparecen en las confiterías los diversos tipos de buñuelos que anuncian la Cuaresma y nos acompañarán estas semanas.






Son días en los que procuro no exponerme mucho por las calles (y este año la climatología adversa ha reforzado mis naturales inclinaciones), más que nada para evitar sobresaltos porque... hace ya mucho tiempo que la celebración del Carnaval perdió su sentido y está más degradada (comercializada) que nunca. Siempre pensé que esta fiesta, actualmente (bueno, hace ya algunos años), debía reservarse a la infancia (y si estiramos y somos permisivos, a los adolescentes) porque es una práctica saludable ese ejercicio de proyección del ser que debe sustentar el disfraz y la máscara, como ensayos de atrevimiento. A cambio, eso sí, de que se prohiban las burdas clonaciones de los héroes mediáticos y las escuelas reduzcan la fiesta a una pura leyenda o a una modesta prosa de la vida y el disfraz se confeccione con "lo que hay en casa".






No sé, a lo mejor es que el hábitat es ya muy otro del de mi infancia y me cuesta entender el marco urbano y ciertas imposiciones. Por ejemplo, me apiado de los monitores del gimnasio a quienes obligan a pintarrajearse o colocarse alguna protesis o apéndice que dé idea de que... son otros.
Pero me asquea ver desfilar las bandas de adultos si me asomo al balcón y observo. El asunto me resulta patético porque a menudo percibo que se disfrazan para proyectar una sublimación de naturaleza perversa. A lo mejor estoy contaminada de literatura y por consiguiente resulto incapaz de hacer una lectura correcta de la realidad, perdida en el laberinto de...






Las destrozonas de Ramón Gómez de la Serna o los cuadros de Gutiérrez Solana (por poner ejemplos de infrarrealismo, que es lo que hay, no nos engañemos) o la opulencia-decadencia del carnaval veneciano (que viví y disfruté con mis hijos) tienen, cada cual en su registro, una explicación histórica.









Pero en los adultos hoy el Carnaval es patrimonio de los políticos.

Todo esto barruntaba el pasado finde, encerrada en casa, cuando andaba yo dándole vueltas a este y otros asuntos y la lenta y persistente lluvia volvió a sumirme en los recuerdos y...










Volví a verme en el sofá del salón, conversando con un gran amigo que nos visitaba y honraba -el impar novelista de Madrid-, que no daba crédito a que en un par de días de estancia en Barcelona no pudiese ir a pasear con tranquilidad o escaparse un ratito a una librería porque la lluvia resultaba casi lacerante.
Así que, hablando y hablando (de lo divino y de lo humano) nos salimos por goyerías.





Por ejemplo, disertamos sobre la ceremonia de los Goya. Y me reservé la cita para el domingo (porque lo de San Valentín, ya me explicaréis: se ha convertido en otra carnavalada que nos hace añorar la cursilería de la Medalla del Amor, en la que al menos había un componente interesante: la doble faz, el haz y envés de toda medalla).
Así que asistí (atendí) parcialmente al evento, alertada por mi amigo el novelista y en prueba de gratitud o de lo que toque, si bien las cosas, y gracias al golpe de timón de Buenafuente este año no se decantaron por lo más goyesco...
De modo que ahí me teníais, atenta y entregada aunque somnolienta, cuando... ¡Tachín, tachán...!
oí que el Goya al mejor actor de reparto iba para Alberto Ammann, del que no tengo nada que objetar, Dios me libre, porque su interpretación en "Celda..." es destacable. Pero sí quiero reprocharle al presentador de voz en off que nos trazaba un breve perfil biográfico del ganador que "era un hombre que quería ser electricista, e incluso profesor".
No puedo reproducir el tono, pero lo cierto es que lo decía así, semiescandalizado, sin necesidad de matices.
Me fui a dormir de inmediato, poque el martes tenía que empezar el curso del Máster y no era cosa de desanimarse.


P.D. Sigue lloviendo. Leo una interesante carta al Director en la edición de hoy de El País, firmada por Miguel Vázquez, de Barcelona, donde lamenta cómo el merecido éxito de "Celda 211" no ha acarreado el necesario debate sobre la situación de las cárceles españolas y cómo en parte la película se ha recibido "como un espectáculo de aventuras y suspense a la americana". Sin embargo, concluye, los espectadores deberíamos preguntarnos "en qué medida, ahora mismo, en las cárceles españolas se están fabricando nuevos y desesperados Malamadres".

jueves, 11 de febrero de 2010

RUEDO IBÉRICO

Un buen amigo, Joan Ramón Villalbí, al que ya conocéis (véase entrada "Rien de Rien" o "Ná de Ná", ya no me acuerdo) me presentó hace un par de años a Marianne Brull.

Marianne Brull había vivido en la calle Girona y era vecina y amiga de una amiga de mi amigo, Mercè, que organizó una estupenda comida "magnética" en la terraza de su casa para que nos conociéramos unos happy few.





Marianne Brull fue la mujer o compañera de Pepe Martínez, el inolvidable editor de Ruedo Ibérico.

(Y aprovecho para recordar a Luis, que tenía su puesto en el mercado de San Antonio (junto con Antonio Rabinad), y que nos proveía de esas publicaciones (los dos tomitos de ensayos sobre literatura de Trostky) y de otras. Hubo un tiempo en que Luis se instalaba una vez por semana bajo los porches del Patio de Letras, pero últimamente ha claudicado. Prefiero ignorar por qué.)

Por aquel entonces, cuando comíamos entre los citados amigos, una exposición recorría Europa: la de (nuestro) Ruedo Ibérico.



-¿Y cuándo llegará a Barcelona? -pregunté, no sé si en mi condición de militante de la ingenuidad, que es lo que me cautivó de los anarcos (ramalazos de la infancia, cuando el mundo se nos representa como un infinito abierto y luminoso), o bien lo hice en mi actual condición de estúpida insensata, o... aturdida ya por los efectos del vino y las conversaciones envolventes... (omito el adjetivo más ajustado a la realidad).

Marianne -pese a su condición de buena bebedora- respondió con un pormenorizado y escalofriante relato del que se desprendía el desdén, la estulticia, el ninguneo, la ignorancia-arrogancia y otras inclinaciones manifestadas por los mandarines culturales que gestionan los espacios públicos de Barcelona, quizás atentos a cumplir y rellenar el slogan oficial.

Y ahora, Joan Ramón Villalbí me manda un e.mail que reza:

"Esta es la Exposición que no tuvo cabida en el Museo de Historia de la Ciudad".

Y me adjunta esta invitación, junto con el correspondiente tríptico que anuncia las próximas actividades vinculadas a la Exposición.


(Tríptico descargable pinchando aquí.)


Para los jóvenes cachorros que me siguen (o eso dicen), reproduzco la necrológica sobre José Martínez publicada en El País, el 14 de marzo de 1986.



José Martínez, el fundador de la Editorial Ruedo Ibérico, vivía desde hace tres años en Madrid. Anteayer por la mañana, sus amistades le encontraron muerto en su domicilio; estaba en el suelo. Tenía 64 años, "Parece que fue de un ataque al corazón", informó una amiga suya, "aunque no podemos confirmarlo todavía". Ayer esperaban aún el resultado de la autopsia. Será enterrado hoy en el Cementerio Civil de Madrid. Uno de sus mejores amigos, el escritor Luciano Rincón, guarda como último recuerdo de Martínez una carta de enero pasado, que era un lamento del desánimo moral que aquejaba al editor."Me deseaba un feliz año nuevo sin esperanza", dice Rincón.

La última noticia aparecida en la Prensa de José Martínez data de 1979. Desde entonces el aislamiento del editor fue absoluto. "Era de carácter retraído", dice su amigo el escritor y periodista Luciano Rincón. "Es duro decirlo ahora, pero la verdad es que le influyó mucho el fracaso de su proyecto a partir de la muerte de Franco. Además, prescindieron de él. Algunos de los que están ahora arriba le olvidaron después de haber acudido a él en otros tiempos. En fin, éstas son cosas normales, pero él lo encajó muy mal. Le afectó profundamente que no se reconociera el valor de Ruedo Ibérico".

José Martínez se trasladó a Madrid hace tres años. El aislamiento fue tal durante sus últimos años que algunos amigos ni siquiera sabían a qué se dedicaba. Pilar Muñoz, amiga del editor fallecido, informó que en los últimos tiempos José Martínez trabajaba en el departamento de ediciones del Instituto de España, la entidad que preside Fernando Chueca Goitia. Fueron sus compañeros del Instituto los que dieron la alarma sobre la ausencia del fundador de Ruedo Ibérico, que no respondía a sus llamadas.

Luciano Rincón le había pedido a Martínez un comentario crítico para su libro ETA, pero éste le escribió en enero una triste carta en la que le decía que ya nada merecía la pena. "Estaba muy desanimado. Se despedía deseándome un feliz año nuevo sin esperanza", dice Rincón. Fue el último contacto que mantuvo con su amigo. Luciano Rincón publicó, con el seudónimo de Luis Ramírez, dos libros con Ruedo Ibérico: Nuestros primeros 25 años y Franco, historia de un mesianismo (Franco, la obsesión de ser, la obsesión de poder).

"Mi vida política es similar a la de cualquier muchacho de mis características", contaba José Martínez en una entrevista. "Nazco en el seno de una familia de izquierdas, concretamente anarcosindicalista. Milito en las Juventudes Libertarias. Me pongo a trabajar muy joven y entro en la sede de la Federación Regional de Campesinos de Valencia de la CNT". Martínez luchó, durante la guerra civil, en una columna anarquista -"naturalmente"-. Fue detenido y, por ser menor de edad, enviado a un reformatorio, en el que estuvo dos años y medio. Finalmente, tras otra detención, las Juventudes Libertarias deciden que se exilie, en 1948, y que forme parte de la delegación exterior de esta organización. José Martínez fue allí el último secretario de la Federación Universitaria Española (FUE) en el exilio. En 1961 fundó Ruedo Ibérico, la editorial que, además de publicar los libros a los que los españoles no tenían acceso, constituyó un auténtico centro de peregrinación cultural y polític

"Fue un personaje muy importante durante el último periodo del franquismo", dijo ayer el historiador y ex senador Josep Benet, "de una enorme influencia en España a través de sus ediciones. Se merecía el agradecimiento de muchas personas y creo que se fue injusto con él". Benet, que promovió las Edicions Catalanes a París, editorial nacida después de Ruedo Ibérico y que publicaba los textos catalanes censurados en España, considera que Martínez definía más políticamente su línea editorial. "Nosotros publicábamos, por ejemplo, textos de autores liberales porque lo que nos interesaba era rescatar los libros catalanes censurados".

El profesor Nicolás Sánchez Albornoz, catedrático de Historia de España Contemporánea en la universidad de Nueva York, amigo personal de Martínez, señaló ayer, desde la ciudad norteamericana, "la injusticia que ha supuesto para la historia de la cultura española el olvido al que se sometió en los últimos tiempos al creador de Ruedo Ibérico, que había dado plataforma a la intelectualidad antifranquista en tiempos en que la frustración era total. Su labor tuvo un gran impacto en España, porque la clandestinidad se las arregló para recibir sus libros y los cuadernos que editó, en los cuales pudieron expresarse bajo seudónimo personajes que hoy son notorios en la vida pública española, como el ex ministro José Luis Leal y el presidente de la autonomía madrileña, Joaquín Leguina".

"Fue un hombre fiel a sus ideales, pero evitó adherirse a una opción política determinada", dijo ayer el ex presidente de la Generalitat Josep Tarradellas. "Su objetivo, a través de Ruedo Ibérico, era unitario y, a pesar de que su familia provenía de la CNT valenciana, no quiso jugar a un liderazgo político personal que pudiera suponer un obstáculo al trabajo unitario de Ruedo Ibérico". Tarradellas, que coincidió con Martínez tras su regreso del exilio, considera que el promotor de Ruedo Ibérico sufrió una cierta decepción, una vez en España. "Martínez pensaba que la obra de Ruedo Ibérico era un potencial político aprovechable en el interior, que le daría una determinada influencia y que incluso podría estructurarse políticamente. Sin embargo, no fue así. La clase política del interior, que siempre reconoció su esfuerzo desde el exilio, no compartió su visión del futuro político español. Con todo, Martínez tenía claro en el exilio que la política se hace en el interior y que el papel del exilio ha de ser de ayuda, supletorio, por más importante que sea esta ayuda."

Martínez preparaba la traducción de La sonrisa del gato de François Maspero, y un ensayo crítico sobre el PSOE.


Y asimismo me parece muy interesante incluir en esta entrada esta otra aportación:





Artículos y Documentos


Los excluidos de la transición. La editorial Ruedo Ibérico, fundada en 1961 en París, creó un espacio ético de lucha contra el franquismo.
La Vanguardia - JOAN MARTÍNEZ ALIER - 12/01/2005

http://www.lavanguardia.es/web/20050112/51173726645.html


José Martínez, editor de Ruedo Ibérico


La editorial Ruedo Ibérico, fundada en 1961 en París, creó un espacio ético de lucha contra el franquismo, abierto al pensamiento crítico disidente de las organizaciones políticas tradicionales. Sus ediciones fueron un punto de referencia, en el exilio y en el interior, y un puente entre la intelectualidad de dentro y de fuera del país. Tras la muerte de Franco, el intento de establecerse en España fracasó. Eran años de transición y muchas iniciativas fundamentales en la lucha contra la dictadura fueron arrinconadas. Queda por recuperar el valor de aquel desafío y analizar las causas de su desaparición

Mi relación con la editorial Ruedo Ibérico empezó en 1965, cuando yo tenía 25 años y acababa mi tesis sobre el latifundismo en la campiña de Córdoba que escribía en Oxford, desde donde hacía viajes a Andalucía. Pasaba por París y entraba en La Joie de Lire, la librería de Maspero, donde estaban los primeros libros de Ruedo Ibérico. Ya en el número 13 de los Cuadernos de Ruedo Ibérico (CRI), dedicado a la agricultura, tanto José Manuel Naredo (a quien no conocía aún personalmente) como yo publicamos artículos. Colaboré a distancia con Ruedo Ibérico de 1965 a 1974 y en 1974-75 pasé seis meses en la editorial en París. Fue un tiempo divertido y de gran actividad. Fue cuando coeditamos el libro de la Operación Ogro.

Los libros de Ruedo Ibérico eran diversos. Muchos eran de historia de España de autores liberales o de izquierda, que aquí no se podían publicar, eran también memorias de anarquistas (Mera, García Oliver y otros) o de militantes del POUM, y fueron, cada vez más, libros de actualidad en las postrimerías del franquismo (el proceso de Burgos, el Opus Dei, la ACNP, el dominio adquirido por el Partido Comunista sobre Comisiones Obreras y tantos otros temas). Así, hasta unos doscientos libros y muchas reediciones en veinte años. Además los Cuadernos, cuyas caricaturas se burlaban de Franco, también de Fraga y de Juan Carlos. Algunos decían que Ruedo Ibérico no tenía una línea concreta. A su director, Pepe Martínez, eso no le importaba. La intención era publicar lo que no se podía publicar en el interior, ilustrar a los jóvenes. Pepe Martínez había hecho y perdido la Guerra Cvil a los 17 años, había estado en la cárcel, se había exilado a París en 1947, había sido anarquista de joven y lo fue activamente otra vez de mayor. Murió casi abandonado y de muy mal humor en 1986, el día del referéndum de la Otan. La editorial había dejado de existir seis años antes. Sus archivos están en el Instituto de Historia Social de Amsterdam.

Volviendo al 1966. Naredo era entonces un economista de 24 años, que hacía un stage en la OCDE. Él también entró en el grupo de Ruedo Ibérico. Pepe Martinez sabía historias que nadie nos había contado, además era un exilado que no sólo hablaba sino que hacía algo práctico. Pocos años más tarde Naredo y yo conocimos a Elena Romo, a Nicolás Sánchez-Albornoz, a Ramón Viladás, que con Vicente Girbau y Pepe Martínez habían fundado la editorial en 1960. También a Barbara Probst, de visita en Francia. También a Marianne Brull, secretaria y compañera de Pepe Martínez, que vive ahora en Barcelona. Podemos decir que Naredo y yo fuimos de la segunda ola. Naredo fue durante doce años un elemento importante de los Cuadernos de Ruedo Ibérico, ayudando a coordinar lo que se escribía desde Madrid por economistas como Juan Muñoz (mas tarde vicepresidente del Congreso), Arturo Cabello, Leguina y otros. Naredo siempre usó seudónimo, era funcionario y casi siempre vivía en Madrid. A partir de 1973 Naredo y yo ayudamos a Pepe Martínez a sacar los últimos veinticinco números de los Cuadernos, al final ya en Barcelona. Juan Goytisolo continuó enviando ensayos propios y de otros autores en su papel de asesor de temas de literatura, y se convirtió en el autor más habitual de los Cuadernos a lo largo de su historia. El segundo creo que fui yo. Pero la nómina de quienes escribieron es muy amplia. Algunos, como Alfonso Sastre o Paco Letamendia pertenecen a los innombrables, otros han sido ministros.

Desde 1974, con Naredo y conmigo, con Francisco Carrasquer y Carlos Peregrín Otero, el contenido de la revista se hizo ya bastante ecologista y anarquista. A Pepe Martínez le desesperaba la lentitud de la redacción de los artículos y la falta de suscriptores (aunque CRI llegaba a bastantes bibliotecas del mundo). Pero en cuanto al contenido estaba de acuerdo con nosotros. Él mismo, con el seudónimo Felipe Orero (nombre de un tío materno suyo fusilado por los franquistas), escribió artículos de doctrina anarquista. Los colaboradores iniciales de Cuadernos más conocidos, Jorge Semprún y Fernando Claudín, dejaron Ruedo Ibérico. Se preparaban para su trayectoria posterior, lo mismo que tantos otros que iban a circular en la órbita del diario El País y se preparaban a gozar de las delicias de la transición. Nosotros, por el contrario, con pleno apoyo de Pepe Martínez, estábamos disconformes con la transición que se preparaba.

Las ‘grandes rebajas’
En los Cuadernos, entre 1974 y 1978 atacamos la reconciliación nacional, no desde luego porque quisiéramos otra guerra sino porque permitía dar una salida fácil a los franquistas. Nos preguntamos: “¿Quién amnistiará a los amnistiadores?" Resultó que se amnistiaron ellos mismos. Protestamos por las grandes rebajas de la oposición política y pedimos “una oposición que se oponga" (título del número 54 de CRI). Analizamos los gobiernos de Suárez (con mucha presencia directa de empresarios y banqueros, y de políticos de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, es decir, los herederos de Herrera Oria y Martín Artajo, a saber, Osorio, Lavilla, Oreja). El Partido Comunista empujaba a la reconciliación con los postfranquistas, el Partido Socialista, que apenas había existido durante los años 1960-1970, aprovechó el empujón para correrse más a la derecha con sus nuevos líderes. La resistencia al franquismo se rompió. Nosotros quedamos fuera.

Pepe Martínez estuvo dos años sin decidirse a traer la editorial a España y al final escogió Barcelona (cuando ya Tarradellas estaba aquí, un viejo amigo personal del exilio). En los primeros meses o años tras la muerte de Franco no tenía pasaporte y temía ser detenido al llegar a España. Después, todos tuvimos temor a la violencia si abríamos aquí una editorial y una librería. En París, en la librería de Ruedo Ibérico de la calle de Latran alguien puso una bomba en octubre del 1974. Típica historia: no se sabe aún hoy exactamente quién fue, cómo se llamaba, quién le mandó hacerlo. Lo más probable es que fueran policías españoles. Seguramente a estas alturas quienes pusieron la bomba se habrán ya jubilado o estarán por hacerlo después de haber servido a la democracia con la misma profesionalidad que sirvieron a la dictadura. Tendrán una pensión del Estado español. Pepe Martínez no tuvo pensión española. A él le ayudaron al final económicamente sus amigos italianos, a quienes conocía de empresas editoriales. Y un poco, muy poco, nosotros sus amigos ibéricos.

La transición política española fue una transición excluyente. No es verdad que a todos los que habían estado en la resistencia la transición les pareciera bien. Ciertamente, la mayor parte de la resistencia al franquismo se acomodó rápidamente (excepto en Euskadi) a la nueva situación. Otros, los menos, quedaron fuera. Por ejemplo, entre quienes se habían jugado la vida entrando en la Unión Militar Democrática, algunos acabaron de diputados socialistas, otros fueron olvidados y dejados de lado. Por ejemplo, quienes intentaron reconstruir la CNT en Catalunya tuvieron inicialmente un cierto eco en su oposición al Pacto de la Moncloa (contra el que despotricamos en los Cuadernos de la última época). Pero la CNT casi desapareció tras el atentado a Scala en enero de 1978, en el que participó un agente provocador llamado Gambín, cuando Martín Villa (demócrata de toda la vida) era ministro del Interior.

El ninguneo social y político que recibió Pepe Martínez era esperado pero le dolió mucho, él había estado exilado treinta años, no tenía ya su vida profesional por delante. El había hecho algo notable por la cultura española y contra el franquismo. No se le reconoció en vida, no fuera que al salir en los diarios o en la tele dijera algo inconveniente. Ahora han pasado muchos años más desde su muerte y más aún desde que la editorial Ruedo Ibérico desapareció. Treinta años de retraso son ya muchos para que nadie se atreviera a recoger en nombre de Ruedo Ibérico premios de las autoridades estatales ni elogios de los monopolistas de la cultura. Premios o elogios que les laven la mala conciencia, si la tienen. Fraga (que como ministro de cultura franquista se molestaba mucho con Ruedo Ibérico) ganó su puesto en la transición política democrática española, nada menos que como fundador del PP, partido de gobierno. Ruedo Ibérico quedó fuera, excluidos de la transición. El caso Ruedo Ibérico es uno más tan sólo. Así fue. No tiene ya remedio.


Joan Martínez Alier es catedrático de Economía e Historia Económica de la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Comité Científico de la Agencia Europea de Medio Ambiente y Presidente de la International Society for Ecological Economics




domingo, 7 de febrero de 2010

ARCHIVOS

Un estudiante atento y madrugador me vio un día de las pasadas vacacione navideñas escurrirme rauda por los pasillos del edificio noble, como una sombra, que se diría, si no fuese porque, a pesar de las prisas y de lo insólito del encuentro (no era periodo lectivo, no tenía porqué estar yo allí), me detuve para cumplir con lo obligado en esas fechas aún recientes : ¡Feliz Año!

De ser otras las circunstancias, lo habría invitado a un café (que yo sí necesitaba)... pero el negocio -es decir, el no ocio o la investigación- apremiaban... (aparte las circunstancias personales).

Desde las vacaciones, me paso gran parte del tiempo viviendo bajo la muerte, a cuenta de un libro que preparo.

Por fortuna, la aventura me obliga, en ocasiones, a trasladarme al que fue Pabellón de la República: un escueto (aunque locuaz en sus formas, y muy bello) edificio anclado en un extraño retazo de esta ciudad extraña. Porque allí, en una especie de tierra baldía, en un espacio que parece suspendido en el aire, y ajeno, al pie de una inmensa carretera o avenida ... se yergue una reconstrucción del mítico edificio diseñado por Josep Lluís Sert y Luis Lacasa que representó a Epaña en la Exposición Universal celebrada en París en 1937.





En el exterior hay una reproducción del Guernica pero su interior alberga auténticos tesoros.
Contemplo arrobada algunos carteles de la Guerra Civil que cuelgan enmarcardos en las paredes (es recomendable al respecto leerse las memorias de Carles Fontseré, uno de los grandes cartelistas del momento. Fueron editadas en Pòrtic, en 1995, y me temo que aún no están traducidas al castellano), en parte procedentes del mítico legado de Josep Maria Figueras.








Me enternezco especialmente ante una página de Sidrín. Y no por cosa de patriotería, ¡ojo! Y recuerdo la escena en que Sidrín marchaba al frente y decía:

Y por su patria valiente
marcha alegre con su gente

(La verdad es que nunca pude explicarme el porqué de este nombre para el protagonista del muy popular semanario que entonces dirigía el gran antoniorobles... (Martín Gaite dice cosas estupendas de este escritor, y yo pude comprobar cómo les puede seguir gustando a mis hijos)


En esta inmersión, descubro relatos sorprendentes, jamás citados (ni traducidos). Llego a conocer a las protagonistas de la intrahistoria. Leo, toco y huelo libelos y folletos de aquellos años, publicados en un papel de calidad admirable, con tintas exóticas (o juanramonianas, si se prefiere: verde, lila...) y con unas relaciones o crónicas o testimonios... No en vano, se almacenan aquí 150.000 libros, 14.500 cabeceras de prensa de época y unos 10.000 carteles.
Para flipar!








He pasado cientos y cientos de horas casi agonizando con ellas, las mujeres que vivieron bajo la guerra.
Y sin embargo...
Aún queda tanto por contar.
Próximamente, que se dice.


¿Existen las corazonadas, o la intuición, o la imantación o el polen of ideas floating in the air del que habló Henry James?
Porque en la breve escapada a Asturias me llevé el reciente libro de Rodrigo Rey Rosa: El material humano (Anagrama, 2009).
Y digo libro porque, desde el punto de vista de los géneros literarios, es un híbrido de relato, crónica, investigación, diario... más su poquito de thriller.
Recuerdo que había intentado leerlo cuando apareció, pero en aquella ocasión no avancé.
Supongo que entonces buscaba un relato-relato y... las primeras páginas me disuadieron. Simplemente porque entonces no era lo que necesitaba: meterme en otros archivos.






Si Javier Marías nos enseñó que cada cosa necesita su tiempopara ser contada, también las lecturas exigen sus momentos (digo yo).
Así que el libro de Rodrigo Rey Rosa seguía aguardándome en una de los cuatro o cinco pilas de lecturas pendientes dado que el autor no es soslayable y...


(Cuando viajo, voy ligera de equipaje: pocos libros y, sobre todo, diversifico el riesgo. Así que suelo llevarme cuatro o cinco tomitos portátiles, y a ver...).

En Asturias quería olvidarme de los archivos pero igual era que tenía nostalgia de ellos (o nerviosismo, porque si andas en jaleos y con cosas pendientes, no acabas de desconectar) y me metí en un libro donde el personaje-narrador hurga en los procelosos archivos policiales de Guatemala para investigar los casos de artistas e intelectuales perseguidos o reclutados, pero... ¡Cuántas sorpresas!
Para empezar, la identidad de su jefe (un ex-guerrillero, convertido en celoso custodio). O el retorno de ciertos datos sobre el secuestro de su madre. Hay en Material humano revelaciones espeluznantes de los desastres de unos y otros. Y hay la convicción de que "repasar la historia es ocuparse de los muertos [...] en el Archivo yo veía un lugar donde las historias de los muertos estaban en el aire como filamentos de un plasma extraño, un lugar donde podían entreverse "espectaculares máquinas de terror", como tramoyas que habían estado ocultas. Los otros investigadores, ¿verán algo diferente?, me pregunto".





Una lectura muy recomendable, aunque no se haya jaleado mucho entre las novelas de 2009. ¡Una pena! No siempre somos puntuales.

P.D. Esta entrada estaba hilvanada bastante antes de que en El País notciasen pomposamnete lo de que "La República (y su pabellón) no se rinde" (Viernes, 5 de febrero de 2010), sección Ctaluña, p.4). Puede que le hayan dado un impulso, pero... no hay escáner, no se pueden microfilmar, tampoco se pueden reproducir según qué textos (pese a que algunos se han conservado en un envidiable estado...)
Es decir, los medios o las condiciones para trabajar siguen siendo muy precarios.
También he de decir que... pese al riquísimo fondo allí depositado, sólome tropecé ocn unchico jovencito ...
¡Salud!

martes, 2 de febrero de 2010

MIMOSAS

A las mimosas, de niña, no les daba importancia.
Formaban parte del paisaje cotidiano.
Pautaban mis pasos en el camino a la escuela.
Estaban allí, las veía por doquier (que se dice), y no necesitaba adueñarme de ellas.







Ahora sí. Ahora sí necesito apropiármelas.
Antes -si puede ser antes- de que llegue febrero, cuando crece la luz, necesito tener sobre la mesa-escritorio del recibidor de casa un buen ramo de mimosas: pese a la crisis, pese a las alergias de Martin, pese a lo latosas que llegan a ser cuando empiezan a secarse y se desparraman y esparcen sus "flores" y su polvillo...
Pese a todo eso y más (la mirada resignada de Lluïsa)...
no prescindo de esa llamarada de luz ni de su belleza, cristalina y minúscula.

Sé que el racimo de una mimosa puede llegar a ser enorme y desordenado, pero... hay invasiones aceptables.

(Me documento un poco y... cierta inquietud al leer que "como tienen raíces superficiales pueden presentar problemas de anclaje". Y me pregunto si será será...)

Además, ese nombre es precioso.
¿O no?
(Bueno, si lo pienso, a lo mejor me suena demasiado a burdel de lujo: quizá por haberme recientemente reenganchado a "Amar en tiempos revueltos", dado que tengo a mi madre convaleciendo en casa, o tal vez porque si en Google sólo se pica "Mimosa"... pues aparece lo que aparece)

Volvamos al relato.
Hubo un tiempo en que me divertía poniendo a prueba a mis amigos. Si organizaban una cena o un evento en tiempo de mimosas, me presentaba con un enorme ramo, y una disculpa: "Ya sé que son difíciles".
A menudo, su reacción inmediata me servía para... ahondar brechas o estrechar lazos.






Tengo una amiga, Vane, que vive en una masía de Celrá (Girona) flanqueada por un inmenso árbol de mimosas. Un día la amenacé con instalarme allí una semana o dos o tres... hasta saciarme de ese perfume y de esa luz. Tal vez lo haga próximamente.






P.D. Acabo de ver la primera revelación de ese esplendor en un jardín privado de Les Corts. Me pareció algo temprano, pero me paré y sí... estaba cuajado de flores diminutas y las ramas arrastraban...
¡Una feliz señal!