domingo, 29 de abril de 2012

MIKA





Es cierto que aún queda pendiente de realizar una ingente tarea de desescombro y restitución en cuanto se refiere al rescate y a la publicación de un buen número de textos que rememoran y testimonian la Guerra Civil española de 1936, que en su mayoría nunca fueron editados en España por diversos motivos, y no sólo por los que comúnmente se citan para reforzar interesadamente la tan discutible como jaleada y aceptada tesis sobre la inexistencia de una “memoria histórica”, sino también, y según he comprobado, por simple ignorancia de la existencia de tan increíbles documentos. En el caso de aquellos que fueron editados aquí ya con bastante anterioridad (años 70 y posteriores) hay que admitir que no todos se beneficiaron de la reciente curiosidad de los lectores por dicha experiencia histórica pues, a diferencia de unos pocos títulos que están en la mente de todos, muchos no fueron reeditados pese al innegable interés que tienen unos cuantos de ellos. De manera muy destacada este hecho afecta a los recuerdos, las crónicas, los testimonios, las memorias o los artículos y reportajes firmados por mujeres, con excepción naturalmente de los firmados por aquellas que tuvieron mayor protagonismo o relieve político, como Matilde de la Torre (cuyas “estampas de Asturias”, Mares en la sombra han sido reeditadas por la editorial coruñesa Edición de Castro en 2007), y no digamos Federica Montseny, Dolores Ibárruri o Margarita Nelken.




Nuestra Guerra Civil la vivió también una mujer excepcional cuyo formidable testimonio fue publicado aquí en España en fecha tan temprana como la de 1976 (por la editorial Plaza y Janés), y eso pese a que ideológicamente no se alineaba con las fuerzas de la oposición política dominante entonces, el eurocomunismo). Hablo de Mi guerra de España, de la Mika Feldman (o Etchebérè, como lo firmó), que es uno de los libros más sobresalientes del plural y desigual corpus mencionado, por su propia calidad narrativa, y con independencia de la realidad histórica y de la experiencia personal que encierra, que también es de primer orden, por cierto.

Hija de una familia judía que huye de Europa a Argentina,  Mika Feldman (o Etchebérè) se formó en los ambientes universitarios más politizados y activos del Buenos Aires de entreguerras, donde conoció a quien sería su marido, Hipólito Etchebérè, hijo de una acomodada familia local, y cuyo destino compartió hasta el trágico final de éste, caído en Guadalajara nada más empezada la Guerra Civil, a los veintiséis días de entrar en combate. Toma ella entonces el mando de la Columna que dirigía Hipólito (y que pertenecía a la División del anarquista Cipriano Mera) y de ahí que a Mika se le llamara La Capitana, que es el apodo o sobrenombre  que elige la escritora Elsa Osorio (Buenos Aires, 19952) para titular la novela que dedica a rescatar la figura de esta impar mujer. La pauta narrativa (y por momentos estilísticas) ha debido de encontrarla sin duda en el propio relato de Mika, que se encuentra extraído o paragrafeado e interpolado en todo el tramo central de una novela que da cuenta de la peripecia anterior a la Guerra Civil y, sobre todo, de ésta (entre agosto de 1936 y octubre de 19379. Su condición de militante del POUM le hizo vivir parecida suerte a la de la persecución y eliminación de tantos militantes trostkistas, de la que ella también estuvo a punto de ser una víctima, pues en Madrid fue acusada de traición a la República, librándose gracias a la mediación de Cipriano Mera a favor de Mika. Continuará militando con el grupo de Mujeres Libres y, gracias al pasaporte francés podrá salir de España tras la derrota y exiliarse en París, donde será perseguida por los nazis durante la ocupación, habiendo de regresar de nuevo a la Argentina. Años más tarde volvería a Europa y algunos la vieron en las barricadas parisinas de mayo de 1968. Mika murió en 1992. 

                                          

En La Capitana, me ha emocionado el reencuentro con el Marsellés y con Pedro y con el Chuni y con Katia y Kurt Landau (asesinado por los comunistas en una checa de Barcelona), y el recuerdo de algunos episodios culminantes como el asedio a la catedral de Sigüenza donde quedaron copados y de la que pudieron finalmente escapar. He sabido mucho más de Mika leyendo la novela de Elsa Osorio, especialmente, como he apuntado, de todos los preludios de Mi guerra de España, que la autora reconstruye en esta novela montada como escenas que se yuxtaponen al modo de un collage, al margen de la secuencia cronológica, teniendo eso sí como espina dorsal el propio relato de Mika Feldman.