domingo, 30 de mayo de 2010

ASOMBRO



El pasado miércoles, atraída por un comentario -"Es mi obra más personal"- y por el propio tema o sujeto de la película -Edward Munch (1973)- me bajé al MACBA a ver la película que el cineasta británico Peter Watkins le dedicó al pintor noruego.




Desconocía por completo a este director, al que le están dedicando un pequeño ciclo, y esta pelíucla me dejó deslumbrada.
¡Tres horitas que se pasaron sin sentir!
Fantástica la recreación de la vida cotidiana en la Kristiania de finales del XIX, el círculo de Jaeger (el anarquista que tanto le influyó al joven Munch), la vida familiar con su cerco de enfermedad, locura y muerte.... Casi media película dedicada a ese círculo para luego despegar con la marcha del joven artista.
En internet encontré este fragmento del filme que recrea el ambiente de la taberna berlinesa "El cerdo negro", donde Munch conoció a August Strindberg y otros "malditos" que por primera vez reivindicarían una obra hasta entonces demonizada.







Es la atmósfera o el clima que precede la gran explosión que conducirá a "El grito".
Es prodigioso el modo en que Peter Watkins desmenuza (y anima) el proceso de creación de Munch desde los primeros retratos y autorretratos hasta la vorágine creadora final.








El ciclo del cineasta proxigue el miércoles 2 de junio con una versión abreviada de "El viaje" (1983-1985) y el siguiente (día 9) con "Punishment Park" (1970).

¡Ah! El precio de la entrada son 2 € (que también se agradece).

Os dejo con una entrevista a Watkins, de quien yo no sabía nada hasta antesdeayer prácticamente.

martes, 25 de mayo de 2010

SABÍAS QUE...

En Chester (Inglaterra), los galeses no pueden entrar a la ciudad antes de la salida del sol, y no pueden permanecer en ella una vez se ha puesto.

En la ciudad de York (Inglaterra), es legal asesinar a un escocés dentro de las antiguas murallas, pero sólo si él lleva un arco y flechas.

En Vermont (Estados Unidos) , las mujeres necesitan un permiso firmado de sus maridos para usar dentadura postiza.

En Francia esta prohibido bautizar a un cerdo con el nombre de Napoleón.






En Noruega no puedes castrar a tu perro o gato, pero sí a cualquier otra especie. (No dice nada de los hombres).

En Inglaterra es ilegal estar borracho en posesión de una vaca.

En Florida (EEUU), las mujeres solteras que salten en paracaídas los domingos pueden ser encarceladas.

En el Reino Unido, una embarazada puede orinar donde quiera, incluso en un casco de policía.

Es ilegal morir en el Parlamento británico.








En Alabama (EEUU) , es ilegal vendar los ojos a una persona mientras conduce su vehículo.

En el Reino Unido, un hombre que se siente obligado a orinar en público puede hacerlo siempre y cuando apunte hacia la rueda de su vehículo y mantenga su mano derecha apoyada en él.

En Denver es ilegal prestar la aspiradora al vecino.

En Tulsa, Oklahoma, va contra la ley abrir una botella de soda sin la supervisión de un ingeniero con título.

A los menores de Kansas City, Missouri, no se les permite comprar pistolas de juguete (sin embargo pueden comprarlas de verdad).

El Distrito de Columbia tiene una ley que prohíbe ejercer presión sobre un globo y de esta forma provocar un sonido agudo por la calle.

En Menphis, Tennesee, es ilegal que una mujer conduzca un coche a menos que haya un hombre ya sea corriendo o andando delante de ella agitando una bandera roja para avisar a los motoristas y peatones que se acercan.



domingo, 16 de mayo de 2010

BCN : RAMBLEAR y RAVALEAR






¿Es lo mismo Ramblear y Ravalear?
Porque cuando uno se mete en las Ramblas a horas prudentes (que no en la alta madrugada, que era cuando a mí más me gustaba este paseo, cuando llegaba la patrulla de la limpieza municipal con sus mangueras) acaba por salirse y tomar alguna calle lateral que ineludiblemente conduce al Raval. Así que pienso que sí, que (casi) es lo mismo, que el mejor modo de ramblear es hacerlo transversalmente, paseando por el Raval.




He rambleado (moderadamente) en marzo, imantada por la publicidad municipal de las jornadas anunciadas como "Rambleros. Rebels amb causa", que tampoco.
El chiringuito chinesco montado al final del Paseo era desolador y cutre (o kitsch), aunque algunas jornadas (foros, como se les llamó) fueron decentes.
Me acerqué con ese "tampoco" en plan escudo porque detesto los revivals y porque ya sabía yo que...
¿los de entonces ya no somos los mismos?
Pues sí y no o según, ya que a algunos me los encuentro por el no-barrio donde vivo o incluso en Madrid, y además era marzo... y apetecía pasear.





Y perder el tiempo, aunque la climatología no acompañase.
Y también porque quería poner a prueba una íntima convicción.
Y es que si me viera obligada a hacer un balance o inventario de lo que perduró de aquellos años en mi vida posterior (quiero decir, de los infinitos retornos), recogería algunos momentos irrepetibles por ingobernables, pues surgieron ajenos a cualquier programació o cita.
Fueron de lo más auténtico, pese a que ninguno de ellos figuraba en un programa, como es de ley.

Uno, muy lejano, aconteció al poco tiempo de que la fiesta se diera por concluida. Estábamos en la recta de Montjuic (como le llamábamos), en 1982 o acaso antes, en un concierto extraño y liminal adonde habíamos acudido "los que quedábamos" de los 300.000 que habían asistido al célebre mítin de la CNT. Allí me encontré a un viejo (así se sentía el tiempo, entonces, como un cataclismo irreductible porque murieron tantos, o dejaron de estar) amigo, Paco, que me informó de que...
Toni Balcells se había estrellado con su moto
(sin que sus grandes y deslumbrantes ojos azules lo salvasen, pensé).
Paco desgranó más recuerdos, pero me blindé.





Y sin embargo, sucederían otros encuentros, cuando ni yo misma los convocaba.

(Yo, que tenía por compañeras y amigas de aquellos años a una novieta de Jaume Sisa y a la hija mayor de Nuria Espert -Nuria Moreno, insistía ella-, que nos regalaba entradas para asistir a los espectáculos de Lindsey Kemp.
¡Dramático Flower-Power!




Es decir que yo estaba bien posicionada para lidiar con un posible (y más que cierto) revival.
Sin embargo, para lo que no estaba preparada era...

Porque el primer bofetón... allá hacia 1996 0 1997 aconteció en el modesto espacio doméstico que es la cocina de mi casa, un mediodía, cuando Nico (mi hijo pequeño, al que debéis las ilustraciones de este Blog: Aplausos, bitte) llegó conturbado (una palabra que se está perdiendo, y que ya no sé si situar entre la excitación y la perplejidad o el asombro) y me soltó a bocajarro (olvidando nuestro código lingüístico) :
-Prosper ist ein Name?
Es decir: ¿Próspero es un nombre?
Y es que en el autocar del Colegio Alemán, compartía ruta con un crío que se llamaba Próspero (y que se subía en Diagonal-Paseo de Gracia, más o menos). En la Fiesta de Navidad, descubrí que Prosper existía, y que su padre era Pau Riba.
Y pensé: ¡Lo que es la experiencia! De llamarle Caín al primer hijo pasamos a llamarle Próspero al ¿último?




No hay crítica. Mis hijos se llaman Adrián y Nicolás (Nico). Imperaba el pragmatismo (que del alemán al castellano y al catalán, no bailase demasiado el nombre por aquello de no facilitar la esquizofrenia) . Y también imperaba la estética (que cualquier diminutivo posible no derivase en los bochornosos "ito", que era para lo que la imaginación del país daba entonces (1987. ¿Os suena? Martita, Alfonsito, Pedrito y demás). Y quizás también gobernaba la literatura: Adrian Leverkuhn.... und Nico...
Fue el gran José Manuel Blecua quien me hizo notar que mis hijos tenían nombres de Emperador. Porque ya de Adrián me dijo que debería ser Adriano. En cuanto a Nico, para quien barajábamos la alternativa de Alex (por aquello de que no nos tradujesen al catalán su nombre, que sería Nicolau, que detesto), sin renunciar yo a llamarlo Nicolás Alejandro, a lo que Martin se oponía con cierta contundencia. De modo que había que elegir entre un segundo o tercer emperador...

Debo aclarar que Nico me recrimina no haberle puesto los dos nombres... Habría cargado con ambos, sin duda. Pero ante el dilema, que le consulté a Rosa Chacel en una breve escapada primaveral por Segovia (tengo fotos, pero no tengo scáner, así que os quedáis con las ganas de verme... en estado grávido) fue la respuesta de Rosa la que decantó el asunto, dado que Nicolás (de grandes resonancias en la literatura rusa, que es la que de verdad adoro) es el patrón de la generosidad.


Por esas mismas fechas (o un poquito después), conocí a Enrique Vila-Matas, que, con el tiempo, me reveló un dato precioso sobre las míticas Jornadas Libertarias del Parque Güell en julio de 1977. De momento, este dato me lo guardo porque tengo proyectos..., pero fue otro buen momento.




Otro gran momento seventy sucedió cuando...
Javier Pérez Andújar quería que tomásemos un café y me citó en "El Estudiantil", un bar que detesto y que no pisé ni cuando me hubiese tocado hacerlo. Como Javier acababa de publicar su biografía de Dalí, le dije que era más propio vernos en el recuperado "Taxidermista" de la Plaza Real.
-¡Claro, claro...! -asintió
Y allí estábamos los dos, apaciblemente acodados a una mesa, con inmenso ventanal abierto hacia la Plaza, dejando que declinase la tarde, cuando Nazario se recortó en un ángulo.
(Ya os conté que en mi estudio del Raval tengo una litografía del cartel de la Mercé)




¡Atentos!
Le hablé a Javier de cuando veíamos a Nazario y demás troupe por las Ramblas (con Ocaña y Camilo y... María), de lo mucho que me me gustaba el libro de Nazario -Plaza Real Safari- y de cómo en mi estudio del Raval tenía una litografía del cartel que le encargaron para las fiestas de la Mercé (un caprichillo de los que de vez en cuando me concedo a mí misma....) y héte aquí que...

-¡Fíjate, fíjate!
En la esquina asomaba la silueta del Onliyú.
Javier se inventó el diálogo ¿posible? entre Nazario y él.
Yo le dejé hablar, pensando... así sea



Todo esto lo recordaba esos días en que, además de ramblear, ravaleé.
Porque fui al CCCB en la jornada "Pop" del viernes 10 de abril, inaugurada con el trailer de "El idioma imposible", película basada en el Watusi, o en una parte de la espléndida trilogía de la novela de Casavella.
Película que debemos a Miki Otero: Periodista, agitador, mezclador, organizador del Our Favourite Club y lo que venga.... dicen y me abstengo de decir.

Casavella: Watusi

Luego fui a la Exposición de Ocaña en la Virreina (que requiere otra entrada, claro está).
Y ya me había olvidado de esta entrada que me parecía "caducada" cuando el otro día, en La Casa del Libro (frecuento las librerías y compro libros, aunque no lo parezca) encontré una joyita: Barcelona, fragments de la contracultura. Lo edita el Ajuntament y es un tomito barato (10 €) si consideramos la gran cantidad de ilustraciones que tiene. Además, lo prologa y coordina mi buen amigo David Castillo.


Añadir imagen

Como ha vuelto a llover persistentemente, el libro se ha convertido en compañero de atardeceres y memorias.


¿Y quién me iba a decir que después de tanto paseo no tardaría en volver a Ramblear. Lo hice ayer, para visitar la recién inaugurada Biblioteca Andreu Nin, sita en la planta baja de lo que en su día fue el Hotel Falcón, el Cuartel General del POUM durante la Guerra Civil. Bueno, sólo hasta que pasó lo que pasó.




Luego, aproveché para meterme en la Biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia, donde necesitaba reproducir las páginas de un libro que hacía tiempo había consultado y estaba "Exclós de prèstec".
Se hizo tarde. Al regresar a casa, la Gran Vía estaba muy animada, en el tramo de Aribau a Villarroel (mi antigua calle). Se celebraba la "resurrección" de LA RIMAIA, una Universidad Popular que yo había descubierto en su antigua y modesta sede de la calle Casanova, una tarde que volvía del Renoir Floridablamca.

¡Qué andarina soy, verdad?
¡Ojalá que esta noche tenga que bajar a Canaletas!

miércoles, 12 de mayo de 2010

FRANÇESC BOIX

Esta vez me pilló el toro a mí.
Uso la expresión porque contiene un elemento muy hernandiano.
Y es que acepté dar una conferencia sobre Miguel Hernández que forma parte de un ciclo que acaba de iniciarse y que tiene por escenario diversas bibliotecas municipales de la ciudad.





A mí me tocó la Biblioteca Francesc Boix, del Poble Sec.
Como el lunes hacía una tarde maravillosa, y como hacía bastante tiempo que no callejeaba por el hermoso laberinto/dédalo de ese barrio, llegué con tiempo y merodeé.
Y me hubiera gustado disfrutar de las terrazas que se alinean en la calle Blai (una calle peatonal), donde se ubica esa biblioteca dedicada a un jovencísimo fotógrafo-combatiente (que no poeta-soldado, como el protagonista de mi conferencia), cuya biografía es más que conmovedora.






Porque este otro noi del Poble Sec, nacido en 1920, vivió nuestra Guerra Civil, se exilió, fue a para al campo de concentración de Matthausen y...Destinado en el laboratorio fotográfico del campo, consiguió sacar los negativos de unas 2.000 fotos que posteriormente servirían de prueba acusatoria en el famoso Juicio de Nuremberg.
Hay un espléndido documental, "Francisco Boix, un fotógrafo en el infierno", está dirigido por Llorenç Soler, un acreditado director de más de 30 documentales. Sus films han sido premiados en diversos festivales internacionales. Este documental podéis verlo en Internet.











Bueno, yo hablé de Miguel Hernández y las mujeres, título que, aun por prosaico, desconcertó a un público que tal vez esperase las loas a la esposa-custodiadora.
¡Pues no!
Traté de las mujeres que le ayudaron cuando llegó a Madrid, y que le hicieron madurar como hombre y como poeta.
Pero bueno, no voy a soltar aquí la conferencia (y que a lo mejor un día publicaré, porque el compañero de celda que amortajó a Miguel Hernández, Ramón Pérez Álvarez, en su día -cuando yo publiqué la novela sobre Maruja Mallo-, me escribió y me mandó "cositas" muy interesantes.



Suponiendo que el público sería del barrio y de edad avanzada, con la ayuda de Martin preparé un power point con diversas ilustraciones, sobre todo la correlación entre ciertas etapas de la obra de MH y la estética de los pintores de la llamada Escuela de Vallecas, como Benjamín Palencia, o Alberto Sánchez.


La conferencia la cerré con este vídeo en el que la miliciana Rosario Sánchez, la Dinamitera, recita el poema a ella destinado.


jueves, 6 de mayo de 2010

domingo, 2 de mayo de 2010

EL AMOR VERDADERO

De la última novela de José María Guelbenzu, El amor verdadero (Siruela), no quería hacer una entrada sobre la marcha, y de ahí que haya tardado en empezar a esbozar estas líneas, que pretenden rendir homenaje a una gran novela con la que el escritor, en gran medida, rubrica una trayectoria impar en el panorama de nuestra narrativa actual (digamos el último medio siglo).








La recibí poco después de regresar de las vacaciones (¿existieron?) y enseguida me puse a leer esta novela, El amor verdadero, que Guelbenzu enviaba a la que considera "lectora ideal y amiga leal", en otra de sus imborrables dedicatorias. ¡Glups!
Por eso (y por mucho más) es difícil ponerse a hablar, en espacio reducido, de una novela que, más allá de lo que narra (cuenta) y presenta (muestra), evoca y sugiere y... ¡enseña!
Porque ya es raro encontrar a escritores que dominen los dos registros básicos que apuntalan cualquier relato o narración: el "telling" y el "showing". Normalmente, los novelistas son diestros en uno u otro registro, pero aquí se hermanan maravillosamente (lo que da pie a plantearse la falseadad de según qué dicotomías. Porque hay que reírse de ésta cuando en las "últimas" novelas lo que prima es la información, el dato que no se acrisola, a costa de la representación de una vivencia o experiencia). Y ya más difícil es encontar "enseñanzas" que no suenen a prédicas, moralinas o digresiones pontificadoras. No, en estas páginas las "lecciones", el conocimiento, se desprende del vivir y de las meditaciones que ese ir viviendo (con la porgresión y continuidad que implican) propicia o exige.








Si dijese que en El amor verdaero Guelbenzu nos habla de la Vida y de la Muerte, del Tiempo, de los Sentimientos, del Conocimiento y... podría seguir, pero ya sabéis que detesto las listas, por lo que me detendré en otro tema medular: la Experiencia.

Justamente la novela se abre con una frase estremecedora: "La vida demuestra que la experiencia personal es intransferible". Esta convicción o certeza que en El amor verdadero remite, básicamente, a las relaciones entre padres e hijos, pauta el discurso.
Y ya iba siendo hora de que alguien hablase de esa otra forma o manifestación del amor sin acudir a los clichés admitidos y aceptados (y que venden mucho más), que pasan por el enfrentamiento y la negación... necesarios, sí, pero no permanentes, porque el que tuvo retuvo y... si hubo amor... no es que retorne: simplemente permanece porque nunca se fue. El amor está, es.
Guelbenzu recurre a un episodio mágico (y de resonancias literarias) para apuntalar esta permanencia. Es un dato novelesco que seguramente cualquier lector "traduce" de inmediato a... una imagen, un recuerdo, una palabra... lo que sea. En cualquier relación (amorosa, amistosa, laboral, vecinal...) siempre hay un "elemento" que la corrobora y mantiene.
(Apunto esto para los escépticos o... ya me entendéis).

Le dije a Guelbenzu que para mí (lectora fiel y leal, más que ideal, como él cree) su novela, El amor verdadero, era una Summa de su trayectoria narrativa (por lo que os aconsejo que entréis en la página web del escritor y actualicéis esa trayectoria). Y también una especie de Testamento espiritual y vital. Y no quiero insistir en esta nota, que quizá suene fúnebre...

Por lo que voy leyendo... los críticos destacan el marco "histórico", que está señalado y cuenta o modela y condiciona, pero no es lo fundamental. De todos ellos, me permito recomendar los comentarios a propósito del atentado a Carrero Blanco). En la novela se refieren los hechos decisivos en la reciente historia de España (incluído el 11-M), pero la peripecia es estrictamente interior. Para eso Guelbenzu se esfuerza en construir cuatro o cinco personajes que, ante "la Historia", responden o reaccionan de manera distinta.
¡Y menos mal!
Porque si no estaríamos en plena fase naturalista...
La diversidad de personajes es impresionante, y no se limita a los de la generación propia. Ni a los padres respectivos. Hay, por ejemplo un trío estupendo, formado por el mago Cadavia, el poeta feérico Palacius, y Juan de Septiembre, en quien reconozco retazos de Benet, o cositas: por ejemplo, lo de que los asturianos somos locos transparentes. Me contó Guelbenzu que a la hora de crear el grupito se inspiró en los sobrevivientes de la bohemia madrileña "clásica", y que en la postguerra renovaron los postistas (los Ory y demás).







En este sentido, es loable el modo en que el escritor recrea ciertos espacios, que no son mero decorado, ¡ojo! Porque uno de los retos del escritor pasaba por hacer una novela realista sin costumbrismo, operando con la realidad nacional, pero... acrisolándola a través de unas vidas. Incluso en esta ocasión Guelbenzu ha afrontado el desafío de meterse en la España provinciana de la inmediata postguerra sin resultar casposo.

Pero volvamos a la experiencia.
Y a la escritura.








La pluralidad de voces (polifonía) es habitual en la narrativa del autor, destacando los monólogos interiores de los personajes, y muy especialmente los de Clara Zubia, la protagonista, y un personaje cuya creación los críticos celebran con unanimidad total. Tiene un desparpajo..., que suscribo casi siempre. Por ejemplo:

Hay dos cosas que tengo claras: la primera, que seré siempre una mujer delgada, no soporto la condena de la gordura a partir de cierta edad, me odiaría por parecer una dejada. La segunda: que sólo empezaré a utilizar collar de perlas a partir del año que viene. Madura, sí, pero siempre delgada y elegante.

También me ha divertido encontrar a un desenfadado narrador omnisciente teñido de humor e ironía. Conviene no olvidar esta nota, con la que el joven Guelbenzu en 1968 sacudía firmemente el panorama de la novela española de aquel momento. Ese narrador va soltando breves digresiones que en su conjunto trazan una poética de la novela. Así, en un momento dado escribe: "En fin, no merece la pena insistir más en las minucias cotidianas que alimentan los días de la gente que no tiene nada emocionante que hacer en la vida. Si esos sucesos hemos de coronarlos como acontecimientos, está todo dicho".


Y está la ciudad, claro:
¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde entonces? No me refiero al tiempo real, mensurable, sino al tiempo vital, el que nos alimenta, el que no tiene perspectiva, el que llevamos encima como una segunda piel.
Cuando era estudiante universitario paseaba a menudo por nuestra Gran Vía, que era lo más parecido de nuestra existencia a recorrer Sunset Boulevard o la calle 42 de las películas de entonces. Una vía muy ancha, que se torcía al llegar a la plaza del Callao, flanqueada por edificios como pasteles de boda coronados de luminosos y plagada de cines de estreno que se sucedían a lo largo de las aceras como suntuosos gigantes del espectáculo enmarcados en tubos de neón; y luego las tiendas y los hoteles, más luz y más brillo, y la galería comercial de Los Sótanos y los clubes a la vista o en las calles aledañas, J'Hay, Morocco, Pasapoga, El Biombo Chino... Era la noche en todo su esplendor, la noche de los gatos y las luciérnagas urbanas, la noche de los faros de los automóviles trazando líneas de color sobre las calzadas, la noche que expulsaba la luz de los días embrutecidos, conformistas y miserables y destapaba y exhalaba el olor de lo clandestino, la euforia de la anarquía y del alcohol que la excita en las esquinas, la estimulante dispersión de los viandantes nocturnos iluminados por las farolas y los escaparates encendidos.
Cierro los ojos y el recuerdo es ahora como un cuadro impresionista. Ya no puedo precisar los detalles, pero la mancha de color es sugerente y precipita la imaginación por medio de los sentidos, que la interpretan despiertos a través de la memoria. (pp. 162-3)








La cita es extensa (o no), y con ella quiero mostrar la densidad (el fondo) de esta escritura. Porque a ver cuántos de nuestros escritores, hoy, "levantan" algo así.
Podría reproducir muchos otros párrafos. Agunos breves, a modo de sentencias: "la memoria es fiel en lo esencial y olvidadiza en lo accesorio, interesada, selectiva..."; "la realidad sólo se mira a sí misma, monótona y acorde con estos tiempos donde lo único que importa es la superficie de las cosas, de la vida, donde lo inmediato es también el pasado y el futuro es un deseo insensato de inmortalidad".

Y os aseguro que todo lo que tiene que ver con el alma humana y los sentimientos y el vivir... para mí será como un breviario, especialmente si consideramos que me toca afrontar ese otro tramo de la vida en el que, como dijo Guelbenzu en el Coloquio, de repente nos damos cuenta de que "el futuro" (yo siempre lo llamé el porvenir, pero es igual) ya no nos aguarda por ahí, más o menos distante o lejano, sino que galopa hacia nosotros y... ¡zas! Ya no.

Hay párrafos en la novela que tienen el tono de la confesión o la confidencia (mejor que Testamento). En lo que a mí respecta (habla la persona, no la filóloga), las líneas de la página 400 son un buen ejemplo. (¡A leer!)

Eso sí, en El amor verdadero queda el sosiego de un presente que el novelista condensa y a la vez dilata en el lento atardecer en una playa del Cantábrico, cuando Andrés Delcamplo contempla el paseo de su mujer Clara a orillas del mar, un adentrarse o aproximarse y alejarse, según el ritmo o la fuerza de las olas, un vaivén que no es otro que el del tiempo.






P.D. El viernes yo estaba bastante desolada después del Coloquio. Guelbenzu estaba agradecido a Nora Catelli, Luis Izquierdo y Adolfo Sotelo por sus palabras, y al público asistente, así que a lo largo de la mañana nos fuimos animando. Tanto, que ambos aceptamos el principio de realidad: buscar una mercería en el barrio donde él tenía que comprar algo, y yo ir a la Frutería porque se me había olvidado por completo que el sábado era el otrora glorioso 1 de mayo y...