Era domingo y acompañé a mi madre a la misa que ese día se celebraba en su pueblo natal, más bien una aldea: Seares. Como el cura se retrasó y el acto se prolongó, la espera nos permitió pasear ampliamente por los alrededores y mi hijo Nico sacó varias fotos.
Yo recordaba una leyenda, de la que alguna vez hablé (moderadamente) en mis clases de Romanticismo. Lo justo y necesario para justificar mi escepticismo (si no socarronería) respecto a según qué hitos de nuestros vates melenudos.
Y es que, desde mi más tierna infancia, estuve familiarizada con el famoso poema que le oía recitar a mi madre (como hizo hace unos minutos, cuando nos oyó a Nico y a mí manipular en este cacharro para pergeñar la entrada), qye me parece tan o más digno que tantas composiciones celebradas.
POEMA DE LA SEARILA
Solitaria mansión del sepulcro.
Solo en ti mi esperanza se encierra.
Que, perdido mi amor, es la tierra.
Un abismo de mal para mí.
Negro abismo, que ahoga implacable
En un mar de tristezas mi alma.
¡Qué de Dios la piedad me de calma!
¡Ay, Searila, reuniéndome a ti!
Un profundo clamor en mi pecho,
Que te llama y evoca constante,
Sin que pueda acallarlo un instante
De mi vida angustiada y febril.
Espantosas tinieblas me cercan
Y entre ellas venirte a mi veo.
¡Fantasía! ¡Ilusión del deseo!
¡Que, ay, Searila, no vienes a mi!
Cuantas veces gozosa conmigo,
Embargada de amores suaves,
Escuchaste el cantar de las aves
En las dulces mañanas de abril!
Poco tiempo duró nuestra dicha,
¡Y cuán presto acabó mi fortuna!
Pues no quiero tampoco otra alguna
¡Ay, Searila, viviendo sin ti!
Pavorosa visión yo recuerdo
Cuando trémula tú me decías
Que en fatídicos sueños veías
De tu tumba la lápida abrir.
Del destino, cruel anticipo,
Que alejaba de mi la alegría,
Se cumplió la fatal profecía,
¡Ay, Searila, pues vivo sin ti!
En tus brazos morir,¡qué consuelo!
Conmovida otra tarde dijiste,
¡Infeliz! Y siquiera me viste,
Expirando apartada de mí.
Niña aún y tan sola muriendo,
¡Cuán amargo el morir te habrá sido!
Sin oír el acento querido!
¡Ay, Searila, anhelado por ti!