viernes, 21 de enero de 2011

TORRENTE BALLESTER

Apenas había acabado de dar vía libre a la entrada sobre Manuel Azaña (ese viernes a tantos de febrero) cuando, milagrosamente recordé que estaban reponiendo en televisión la serie de la trilogía de Torrente Ballester "Los gozos y las sombras", y el domingo correspondiente (creo que fue el 9 de enero) vi la tercera entrega enla que había una escena donde el ¿tonto? Paquito, que se sabe de memoria los discursos de Azaña, se resiste a los planes para ¿curarlo?.




Ese día no apareció Charo López, que me gustaba mucho, aunque sí Eusebio Poncela. ¿Qué se hizo de él?
¿Quién lee hoy a Torrente Ballester?
Ha pasado el año de su centenario con más pena que gloria.
Y sin embargo, no me importa releerlo cuando la ocasión se tercia. Lo hago con placer.
Por ejemplo, cuando me encargaron una colaboración para el Instituto Cervantes. Elegí hablar de los Cuadernos de La Romana porque en su día ese libro me enseñó (aparte mi debilidad por el ensayismo o cahiers de autor, tan denostado por mis colegas).





Siempre he conservado un grato recuerdo de los Cuadernos de La Romana: esas páginas escritas en un modesto “chalé” de La Ramallosa, pequeña localidad del municipio de Nigrán, cercana a Bayona y Vigo, adonde Gonzalo Torrente Ballester se trasladó a finales del verano de 1973, convencido de que “en Madrid no podía trabajar, porque aquella vida es disolvente, y de que estaba necesitado de sosiego, y allí no lo encontraba”. Fueron escritas por especial invitación del diario Informaciones, donde aparecían semanalmente, y en ellas encontramos la puntual anotación de los menudos sucesos cotidianos (las clases de literatura en un instituto vigués, algunos viajes breves, las esporádicas visitas de amigos que estuvieron de paso), las referencias a las distintas obras y proyectos que entonces le ocupaban (una nueva novela, Fragmentos de Apocalipsis, y el luminoso ensayo El Quijote como juego), el comentario a las numerosas y diversas lecturas que se iban sucediendo, la impresión que le causaban las noticias del día (especialmente los grandes conflictos internacionales: guerra árabe-israelí, caso Watergate, crisis del petróleo) y algún que otro apunte personal, a veces hilvanado a partir de los recuerdos que aquel regreso a Galicia propiciaba.

Surge así de la lectura de estos Cuadernos una imagen plural y cambiante del hombre y del escritor Gonzalo Torrente Ballester, en función de las circunstancias o del asunto de que se ocupe, pues ocasiones hay en que lo vemos próximo y vivaz –sobre todo cuando vierte la inmediata reacción que le provoca algún disparate o despropósito- o afable y paciente si trata de las relaciones con sus airados alumnos contestatarios, y otras en que se muestra reflexivo y ensimismado, al hilo de una meditación propia o ajena, y también perplejo e indignado ante un absurdo o despropósito que revelen la barbarie –trátese de la sistemática destrucción del paisaje y las pequeñas ciudades de provincias o de las declaraciones de alguna “autoridad” pública-, y aún melancólico y desesperanzado si la mirada abarca algún signo de un tiempo en que apuntaban “valores” y prácticas que con los años se harían moneda corriente: la idolatría del dinero, la ceguera de las ortodoxias abrazadas irreflexivamente o el menosprecio de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones.

Para los jóvenes lectores amantes de la literatura como lo era yo entonces, estos Cuadernos tenían mucho de lección y de aviso. Hay valiosas páginas sobre el oficio de escribir redactadas a raíz de las dificultades o dilemas que a Torrente le planteaban sus propias obras, tanto las que le ocupaban esos meses como aquellas otras que ya habían llegado a buen puerto. Asimismo destacan otras que también versan sobre literatura aunque fueran escritas al compás de las lecturas de obras tan distintas como El libro de Manuel, de Julio Cortázar; Oficio de tinieblas,5, de Camilo José Cela; Retahílas, de Carmen Martín Gaite; Alfanhuí, de Ferlosio; sendas obras de los escritores gallegos Rafael Dieste y Méndez Ferrín; una biografía de Joyce; Cobra, de Severo Sarduy; o tomos de Bataille, Baudrillard y otros filósofos. En este apartado, mención especial merecen las reflexiones que le sugieren los ensayos de narratología y teoría literaria, que contienen serios y jocosos avisos y prevenciones contra los excesos de los estructuralismos y otras corrientes críticas (de la sociología al psicoanálisis), tan dominantes entonces. Y en este aspecto, el juicio del autor de la admirable novela que es La saga/fuga de J. B. (con la que él se reveló como escritor a los de mi generación) apaciguaba los temores que sentíamos ante según qué pretensiones y nos ofrecía argumentos contra la insensatez.

También aprendíamos de él su respeto por el lenguaje, que le llevaba a vigilar y alertar: ante la pedantería o la vacuidad enfática muy presente aún en las tribunas públicas; las palabras de moda que degeneraban en tópico multiuso; la circulación de las palabras de contrabando (como graciosamente llamaba a los extranjerismos innecesarios y por lo común mal aplicados); o la sistemática destrucción del idioma por la televisión o por cuantos estaban haciendo del castellano “una lengua de ejecutivos, de horteras o de guías de turismo”.

Y también descubríamos la dimensión humana de un escritor que al mostrarse en público rechazaba la posibilidad de construirse un personaje para la ocasión y seguía siendo la persona “razonablemente humilde” que era en su vida privada. Y decidía escribir en su estilo de siempre: “claro y vulgar. Sin ninguna afectación”.

Quizás por esto –y por todo lo demás- las páginas de los Cuadernos de La Romana me siguen resultando tan vivas.




Y ahora enseguida voy a entregarme a la relectura de El Quijote como juego, un estupendo ensayo en el que voy a insistir este año en el Máster.

¡Ah! Y como no se ha jaleado mucho, me complace anunciar o comunicar que fue José María Guelbenzu quien este año (el que acaba de pasar) se alzó con el Premio de Novela Torrente Ballester con una nueva entrega policiaca de Mariana de Marco... que al parecer viaja por el Nilo, entre otras aventuras.
Saldrá en primavera, creo.

12 comentarios:

  1. Hoy nos has traído un autor por el que siempre he sentido especial debilidad. Descubrí a Gonzalo Torrente Ballester en mi época universitaria. El flechazo por su literatura fue instantáneo y devoré con fruición buena parte de su obra. Aún recuerdo los buenísimos ratos que me hizo pasar, la sonrisa permanente en la lectura de muchas de sus páginas.
    Con él supe que los pueblos pueden levitar y que la literatura es, sobre todo, un ejercicio gozoso.
    Gracias, Ana, por recordar a este magnífico narrador que, además, fue un hombre sencillo y bueno.

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  2. Así lo siento yo también, Isabel. Gracias a ti!

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  3. Hola Ana Rodríguez

    Hay tantos autores interesantes que no sé si tendré suficiente con una vida para leerlos a todos. Encima ahora estoy leyendo Ulises de Joyce. Después de la novela Dublinesca, creí que debería volver a intentarlo, la primera vez sólo llegué hasta el capítulo dos, y como salió una nueva traducción de Valverde, pensé que es una buena ocasión. Además, en el blog de Vila-Matas leí un artículo que habla muy bien de una librería llamada Bernat, así que me la compré allí y de paso hice exploración de librerías. (Igual lo lógico habría sido comprar Ulises en La Central, que es la librería que sale en Dublinesca). En fin, el caso es que la novela de Joyce me puede llevar perfectamente un año en leerla, y después la del Amor Verdadero y tantas otras que ya te digo: necesitaré más de una vida. Me abonaré al colectivo de los gatos.

    Una sugerencia técnica, desconozco si le pasa lo mismo a otros que te leen: podrías aumentar el espacio interliniado. Verás, es que las lineas son tan largas y están tan juntas entre sí, que a veces sin querer me salto una.

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  4. Solo me he leído la Saga/fuga y el Don Juan, pero recuerdo que, sobre todo el segundo, fue una lectura que devoré con sorpresa desde el inicio. Me encantó, una suerte saber que pronto he de retomar al autor.
    Un saludo, Ana.

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  5. Ja, ja, ja... Estás en todo, Eduardo. Ya tendré en cuenta lo que apuntas sobre el interlineado. Es una costumbre que a ver si puedo modificar: como soy incapaz de escribir algo definito en pantalla (salvo el Blog, claro), pues... ¡Ecología obliga!
    Bien hecho lo de pasarte por la librería Bernat... Yo también me he comprometido a hacerlo.
    ¡Änimo con el Ulises!
    Una vez, hace ya algunos años, tuve a un alumno vasco: unos 39 años, ingeniero que había trabajado en los emiratos árabes (o por ahí), había amasado un pastón y empezó a estudiar filología semítica, pero... los planes de estudio obligaban a cursar optativas y... fue a dar conmigo: ¿Qué es más grave, que se te acabe la vida o el dinero?, me espetó. Luego me explicó que él creía tener bienm planificado el asunto, hasta que dio conmigo y empezó a leer a destajo.
    Es verdad, no es cuento.
    Un fuerte abrazo!

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  6. Bueno, bueno, Rubén... Pues entraste por la línea dura. Elensayo quijotesco es una delicia. Abrazos!

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  7. Ese par de la foto siempre me han hechizado y nunca estuvieron tan grandes como en esa serie.
    Mi ignorancia para con el gran Torrente no merece perdón y más teniendo unos cuantos de sus libros y su Historia de la literatura española. Un abrazo.

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  8. El otro día vi un documental sobre GTB. Era un refrito de sus apariciones en entrevistas realizadas en distintas televisiones. Se me ocurrió pensar que si le tuviese que explicar a alguien qué significa ser mesetario (sin sentido peyorativo)le aconsejaría que viese alguna entrevista a GTB.

    ¡Ay Charo López! Mítica entre los de mi generación. Cuántas noches de adolescencia soñando con la mujer inalcanzable. ¡Tremenda. Charo López! El otro día dí un momento con la serie y al verla volvían las fiebres envueltas en la memoria de los sueños de hace 30 años.

    Llevo varias semanas detrás de "Saga/fuga de JB" y no la encuentro por ningún lado. ¿Está en Cátedra?

    Leí "El Quijote como un juego" para redactar un trabajo sobre la obra de Cervantes. No tuve mucha fortuna. Debió ser que lo mezclé con las tesis sobre la locura de Foucault y el resultado no le gustó demasiado a la profesora. Me dijo: "Hummmm. Poco académico, poco riguroso. Hay cosas con las que no se puede jugar." Yo me lo pasé en grande. De hecho, desde entonces, no puedo entender el Quijote más que la lectura que hice con la guía "juguetona" de GTB y Foucault. Y como ya nadie me puntua por ello, pues más feliz que una perdiz.

    Otrosi. En el ensayo de Rafael Chirbes "Por cuenta propia", cuando repasa la literatura española de la segunda mitad del XX se deja entrever, se destila, cierto rechazo hacia este escritor. ¿Cuestiones ideológicas, tal vez? En la entrevista que le hizo Canal Plus, pidió perdón por los errores ideológicos cometidos. ¿Qué pasó?

    ¡Salud Ana!

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  9. Pues ya sabes, Carlos. A pasearse por los Encantes y repescar... Besos!

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  10. Querido Hablador...
    Gracias por glosar lo que yo no puedo... Esos matices, tantas memorias. Pues sí, ese par... Es para entonar el clásico Ubi sunt.
    Y ya me gustaría que no fueras tan diplomático sobre la profesora que no aceptó el (sin duda) brillante trabajo sobre... A lo peor es que ni conocía el ensayo. Suele pasar. ¿En fin! Voy a cumplir 30 años en la UB, y pese a las sonrisas de algunos tímidos, y pese a mis lágrimas,
    RESISTIR ES VENCER, dicen. Aunque ya no quedan enemigos (aparentes).
    Celebro que hayas disfrutado con la heterodoxia galaicoparisina. Es lo que nos queda.
    SOBRE EL ENSAYO DE CHIRBES Y SU PLANA ADSCRIPCIÓN A CIERTAS PROPUESTAS, ejem... ejem...
    Siempre nos quedará marsé y la Cligrafía de los sueños

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  11. Tengo un amigo del alma que está a punto de leer una tesis doctoral en Valladolid sobre las novelas fantásticas de Torrente, y que se queja a veces de que este autor no sea hoy más leído... Le paso la direción de tu blog para que sepa que a Torrente le quedan maravillosas lectoras como tú... Un abrazote.

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  12. Gracias, Luis. Pero tu amigo se queja con razón. Lo peor, que no es un caso aislado. Un beso!

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