miércoles, 26 de septiembre de 2012

MEDITERRÁNEO







Me ha costado mucho apreciar y disfrutar del Mediterráneo.
De jovencita, ni siquiera con ayuda de cierta saturación libresca (ni mucho menos aún gracias a la colaboración de celebérrimos cantautores) lograba entusiasmarme.
Había un mar de por medio...
Tan honda ha debido de permanecer en mí aquella primera y pueril impresión que compruebo que sigo sacándola a relucir... por persona interpuesta.



Alguna vez hablé del Mediterráneo en otras de mis novelas, pero en ésta que en breve iniciará su andadura pública, El pulso del azar (que los dioses le sean leves), afloran aquellas impresiones primeras...
 en Gustavo, un joven asturiano, llegado  a Barcelona para estudiar Ingeniería Industrial y al que el Alzamiento le impedirá regresar a Asturias ese verano del 36. Al constatarlo, intenta consolarse, pensando que en su bici podrá al menos acercarse a Motgat o...
Así se lee brevemente:



me consolaba pensar que aquí también podría darme algún baño: tenemos las playas cerca y a Castelldefels o Montgat incluso podía ir en la Pulpi, ahorrándome el billete de tren.
-Y de paso te entrenas -me animó Ángel Alcalá.

    ¡Montgat…!, exclamó Elisa, como si hubiera oído una revelación. Y se quedó pensativa, frunciendo el ceño. Parecía que intentaba recordar algo importante. Merenderos y casetas azules en hilera sobre la arena, dijo al cabo de un rato. Luego, pesarosa y cabizbaja, prosiguió: Sólo un domingo. Después otra vez el Campo de la Bota: fango y peste.


    (Aclaración: Elisa es la  hija desconocida e ignorada, a la que va dirigida el relato de su vida (relato con el que el padre intenta explicar o exponer por qué ....), y en ella igualmente se plasma ese sobresalto del mar... o lo que así llamaban sus compañeras de instituto... procedentes del arrabal barcelonés... mientras que ella también había crecido a orillas de otro mar)



Bien
(o no; parece complicado, pero es sólo un resumen, donde debo introducir las claves que ... a la altura de la página 100 de la novela -aproximadamente- no necesitan de mayor guía)
el caso es que mi chico se queda en Barcelona y una tarde, ya muy desesperado, se baja a la Barceloneta:


Al enfilar las Ramblas a gran velocidad, pronto sentí en el rostro el alivio de una tenue brisa que traía el perfume del mar. Al llegar a la playa, busqué un hueco y me tumbé en la arena, muy cerca de la orilla. Sentía en la piel el sopor lento de la tarde, dulce y pegajoso, y contemplaba todo aquello con una invencible pereza: el mar manso lamiendo los guijarros; olas casi planas, silenciosas y dóciles; no rocas, ni algas, ni prados, ni gaviotas. No me gustaba nada aquel guijarral gris, estrecho y elevado, donde el agua te cubría nada más meterte, pero me distraía observar las pequeñas y gratas sorpresas que a veces nos regala la vida. Había mucha gente tomando el sol, mujeres y niños en su mayoría. Los críos chapoteaban en la orilla sujetándose a una cuerda, otros nadaban hasta una boya que debía de estar a unos cien metros. 
               
            
Con el tiempo he llegado a amar el Mediterráneo... sobre todo en mayo y a finales de setiembre y octubre.
Acabo de volver de gozarlo, casi en plan despedida, aunque me resisto a creer que el verano se va acabando.
Con el tiempo, y gracias a amigos catalanes, descubrí el lado más virgen y auténtico del Mediterráneo, con paisajes adyacentes muy próximos a los míos natales; y con cierto silencio y vacío.
No siempre puedo instalarme allí, pero intento aproximarme...

 http://lacomunidad.elpais.com/blogfiles/miradasperdidas/portlligat001.jpg

6 comentarios:

  1. Lo primero: qué gozada de fotos, ¡preciosas!
    Lo segundo, es normal que a una asturiana acostumbrada al bravío Cantábrico, el Mediterráneo le resulte un tanto descafeinado, pero como reconoces: existen rincones llenos de hermosura, lejos del mundanal ruido. ¿Hasta cuándo? Eso no se sabe, depende de la especulación y de los choriceos de las licencias urbanísticas.
    Y por último: ENHORABUENA por esa novela a punto de salir. Me gusta el título y esos párrafos que traes, prometen. Que todos los dioses de todas las religiones antiguas y actuales amparen a la criatura y le deparen un destino digno y elevado.
    Un abrazo enorme, y un beso también, querida Ana.

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  2. Gracias, Isabel. Algún día habré de seguir descubriendo el Mediterráneo por tus tierras. Abrazos!

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  3. Muchos éxitos, Ana. Que el viento y las corrientes te sean propicios.

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  4. Querida Ana.

    Es un grato placer para mí volver y comprobar que sigues siendo un referente, una isla en tiempos de aguas embravecidas y estrechos que se muestran cuanto menos tortuosos, si no monstruosos.

    Tu trayectoria, en su ejemplaridad diversa y ajena a las sirenas de la época, te acerca cada vez más a la de autores como Guelbenzu: autores mayores por su coherencia en tiempos convulsos.

    Un abrazo,

    Pep

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  5. Querido Pep, no me saques los colores..., que no estan los tiempos para dilapidar... menos aún las emociones. Abrazos fuertes!

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