domingo, 30 de septiembre de 2012

MEDUSAS

Fui al Cabo de Creus a despedirme del mar, temiendo que hubiera medusas, pues incluso habían llegado al Cantábrico esos primeros días de setiembre, impidiéndome un último baño...
No fue así.
Al regresar a casa me esperaba una medusa muy especial, también llegada del Norte: la reciente novela del escritor gijonés Ricardo Menéndez Salmón.



                


Este sábado torrencial fue el día propicio para entregarme a su lectura.
Aparentemente, Menéndez Salmón se sale ya del anterior tema de su Trilogía del Mal, pero a mí me parece que aquí prosigue en cierto modo esa indagación, al menos en lo que atañe a una de las variaciones posibles en las secuelas de quienes participaron de esa experiencia.
A través de la vida de Prohaska, un artista multidisciplinar (cineasta, fotógrofo), que se pretende espectador-escrutador aséptico y que cumple escrupulosamente con su oficio -"el obsceno expediente de mirar"-, que le lleva a "cubrir" gráficamente los sucesos que propiciaron la llegada y el triunfo del III Reich (hechos narrados con labrevedad y la intensidad de un lenguaje despojado y crudo, dolorosamente eficiente por eso mismo, sin necesidad de recurrir a la falacia patética) y sus enloquecidas derivas... Menéndez Salmón vuelve a hurgar en el horror del destino humano embestido por la Historia. Especialmente impactante es el tema cuando se enfoca desde la infancia, a partir de una de las obras de Prohaska, "Museo de la infancia perdida", que recoge "un periplo demoledor a propósito de las consecuencias de la guerra entre los niños"

Además de las narraciones descarnadas, las anotaciones dirísticas del artista o de su biógrafo o del Narrador, sobresalen las reflexiones estéticas sobre el cine, la fotografía, o sobre el estilo que conviene al moderno reportaje o la Belleza ... En este punto, me permito apuntar que "la muerte de la Belleza" (y la relación incestuosa, destruyendo la tríada clásica Bien-Belleza-Verdad), antes que los vanguardistas... (que quizá acabaron de retorcerle el cuello al asunto y culminaron el rizo nihilista, de momento) ya loa apuntaron sus hermanos mayores, los románticos.

                       


 Y para despedirme con una referencia luminosa y esperanzadora....
Esrte verano leí un libro del que aún no pude hablar aquí: Proust contra la decadencia (Conferencias en el campo de Griazowietz), del escritor polaco Józef Czapski (en edición de Mauro Armiño, y publicado por Siruela).
Destacar el esfuerzo editorial, reproduciendo a color algunas hojas (tupidísimas) del manuscrito origuinal.

                                

¡Es una maravilla! Este libro, entre el ensayo y la narración, articulado también sobre la memoria personal de una lectura, es un verdadero prodigio, un tour de forçe contra la ignominia y un trinfo de la voluntad.
En el invierno de 1940-41, "en un frío refectorio de un convento desafectado que nos servía de comedor de comedor de nuestro campo de prisioneros en Griazowietz, en la URSS", el autor (uno de entre los cuatro mil polacos allí "confinados"), según explica en una breve introducción, junto con algunos otros, trata de reanudar cierto trabajo intelectual que debía ayudarles a superar el abatimiento y la angustia, y a defender sus cerebros de "la herrumbre de la inactividad", ideando conferencias sobre varias materias. Czapski tuvo suerte; otros de los que lo intentaron fueron tildados de contrarrevolucionarios  y deportados de inmediato con destino desconocido.
"Aún sigo viendo a mis compañeros amontonados bajo los retratos de Marx, Engels y Lenin, agotados después de trabajar con un frío que alcanzaba los 45º bajo cero, que escuchan nuestras conferencias sobre temas tan alejados de nuestra realidad de aquel momento".
Es alentador descubrir la alegría de estos hombres al comprobar que en medio de esta otra barbarie o Mal del siglo XX todavía son capaces de reaccionar a estímulos intelectuales, literarios... que las cosas del espíritu seguían vivas para ellos.

                   

(A lo mejor por eso recortan en cultura y educación...)

miércoles, 26 de septiembre de 2012

MEDITERRÁNEO







Me ha costado mucho apreciar y disfrutar del Mediterráneo.
De jovencita, ni siquiera con ayuda de cierta saturación libresca (ni mucho menos aún gracias a la colaboración de celebérrimos cantautores) lograba entusiasmarme.
Había un mar de por medio...
Tan honda ha debido de permanecer en mí aquella primera y pueril impresión que compruebo que sigo sacándola a relucir... por persona interpuesta.



Alguna vez hablé del Mediterráneo en otras de mis novelas, pero en ésta que en breve iniciará su andadura pública, El pulso del azar (que los dioses le sean leves), afloran aquellas impresiones primeras...
 en Gustavo, un joven asturiano, llegado  a Barcelona para estudiar Ingeniería Industrial y al que el Alzamiento le impedirá regresar a Asturias ese verano del 36. Al constatarlo, intenta consolarse, pensando que en su bici podrá al menos acercarse a Motgat o...
Así se lee brevemente:



me consolaba pensar que aquí también podría darme algún baño: tenemos las playas cerca y a Castelldefels o Montgat incluso podía ir en la Pulpi, ahorrándome el billete de tren.
-Y de paso te entrenas -me animó Ángel Alcalá.

    ¡Montgat…!, exclamó Elisa, como si hubiera oído una revelación. Y se quedó pensativa, frunciendo el ceño. Parecía que intentaba recordar algo importante. Merenderos y casetas azules en hilera sobre la arena, dijo al cabo de un rato. Luego, pesarosa y cabizbaja, prosiguió: Sólo un domingo. Después otra vez el Campo de la Bota: fango y peste.


    (Aclaración: Elisa es la  hija desconocida e ignorada, a la que va dirigida el relato de su vida (relato con el que el padre intenta explicar o exponer por qué ....), y en ella igualmente se plasma ese sobresalto del mar... o lo que así llamaban sus compañeras de instituto... procedentes del arrabal barcelonés... mientras que ella también había crecido a orillas de otro mar)



Bien
(o no; parece complicado, pero es sólo un resumen, donde debo introducir las claves que ... a la altura de la página 100 de la novela -aproximadamente- no necesitan de mayor guía)
el caso es que mi chico se queda en Barcelona y una tarde, ya muy desesperado, se baja a la Barceloneta:


Al enfilar las Ramblas a gran velocidad, pronto sentí en el rostro el alivio de una tenue brisa que traía el perfume del mar. Al llegar a la playa, busqué un hueco y me tumbé en la arena, muy cerca de la orilla. Sentía en la piel el sopor lento de la tarde, dulce y pegajoso, y contemplaba todo aquello con una invencible pereza: el mar manso lamiendo los guijarros; olas casi planas, silenciosas y dóciles; no rocas, ni algas, ni prados, ni gaviotas. No me gustaba nada aquel guijarral gris, estrecho y elevado, donde el agua te cubría nada más meterte, pero me distraía observar las pequeñas y gratas sorpresas que a veces nos regala la vida. Había mucha gente tomando el sol, mujeres y niños en su mayoría. Los críos chapoteaban en la orilla sujetándose a una cuerda, otros nadaban hasta una boya que debía de estar a unos cien metros. 
               
            
Con el tiempo he llegado a amar el Mediterráneo... sobre todo en mayo y a finales de setiembre y octubre.
Acabo de volver de gozarlo, casi en plan despedida, aunque me resisto a creer que el verano se va acabando.
Con el tiempo, y gracias a amigos catalanes, descubrí el lado más virgen y auténtico del Mediterráneo, con paisajes adyacentes muy próximos a los míos natales; y con cierto silencio y vacío.
No siempre puedo instalarme allí, pero intento aproximarme...

 http://lacomunidad.elpais.com/blogfiles/miradasperdidas/portlligat001.jpg

martes, 18 de septiembre de 2012

TRIPLETE...



no liguero sino.... DE JOSÉ MARÍA GUELBENZU
(que aún no estoy inmersa en lo futbolero; todavía no he acumulado la necesaria dosis de tedio o hastío como para evadirme de lo mío: la literatura, las lecturas varias). Aunque tenéis todo el derecho a decir que... ¡vaya vacaciones!, pese a haber leído bastante.Y también a contraargumentar que... la cosa futbolera promete.
Pero ahora hablaré de literatura, y de la buena.
He tenido el privilegio de encargarme de recuperar para la colección de clásicos de la editorial Cátedra         ( "Letras Hispánicas") de una de las novelas de referencia de la reivindicada Transición: El río de la luna, publicada por primera vez en 1981, y de la que hubo otra reedición (2000), ahora felizmente revisada y corregida. Es una novela crucial en la trayectria del autor, que recuerdan, con mucha precisión (incluida la recepción crítica, que recupero en la introducción) gentes fraternas como Enrique Vila-Matas o Germán Gullón (según comentarios o correos remitidos tras recibir el correspondiente ejemplar).


http://www.alibri.es/image/cache/covers/3/5/539724-800x800.jpg


A partir de un relato escuchado en una noche de tormenta, un hombre comienza a revivir historis del pasado que reviertenn al presente: una fantástica travesía por un río, el recuerdo de mujeres amadas, un ritual de muerte y renacimiento en un bosque, bajo la mágica luna... Lo que se despliega a lo largo de cuarenta años de la historia personal del protagonista es, en definitiva, la eterna búsqueda de la propia identidad. La novela discurre en una sociedad española mediocre y represiva. En ella, la lucha de nuestro héroe quizá no sea sino un encuentro sin reposo, en el camino del amor y la muerte, consigo mismo y con un dilema sustancial: del de ser con la vida o el de intentar derrotar a la vida. La estructura del relato, dividido en cinco partes aparentemente disímiles, se expresa mediante una poderosa elaboración textual. En El río de la luna, Guelbenzu consigue representar la contradicción entre el interior del hombre y el mundo exterior, entre el deseo y la realidad, con tanta elegancia como sabiduría narrativa.





A la vez, me cupo el privilegio de reseñar en Babelia el rescate de otra novela de Guelbenzu (Ahora en la editorial Siruela) que se cuenta entre mis preferidas: El esperado, y que reproduzco para abreviar (la reseña).
              

Tras someterla a una minuciosa corrección de texto y una reescritura que afecta sobre todo a la estructura y otros rasgos formales de la tercera y última parte, José María Guelbenzu reedita El esperado (1984), una novela de iniciación y aprendizaje ambientada en  el verano de 1959, cuando León Saldaña es invitado por un compañero de colegio a pasar las vacaciones con su familia, los Mayor, y allí tienen lugar una serie de hechos que le llevan a cruzar su personal línea de sombra: “Aquel verano dejará de ser una atrayente aventura juvenil para convertirse en mi primer encuentro con el abismo”.
Sólidamente anclada en un escenario soberbio, en el que la casona familiar viene a ser el diagrama de un hombre y su historia y simboliza una larga herencia de virtud y dominio, y la naturaleza que la rodea –junto con sus fuerzas: viento, lluvia…- “emite” una serie de estímulos e impresiones que exacerban la sensibilidad adolescente, convirtiéndolo todo –emociones, sensaciones y sentimientos- en una experiencia de conocimiento; explotando muy bien las posibilidades novelescas que propicia el viaje (y la soledad y extrañeza que lleva aparejado) y las pequeñas “salidas” de los chicos; alzando alrededor un grupo de personajes que trazan el fondo real e histórico del presente y el pasado inmediato, con las referencias a la guerra civil que incide en el destino de todos; en El esperado Guelbenzu narra un proceso que se cumple como un rito de paso que implica transitar del orbe diurno y solar al mundo misterioso y enigmático de la noche. Tras el enfrentamiento del adolescente con el mundo turbio y oscuro de los adultos, León Sañldaña, además del autoconocimiento, descubre el sentido de verdades esenciales que se polarizan en torno al binomio eros-tánatos, y habrá de discernir entre el Bien y el Mal.



https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDrvXtUTrhM5hrbewRY8dMmTHL4z6XqTPKHbJ1t8i7eDoWMMh0-Zksetqi4sQH6uBzsaGkwik8Pye21DGyBQbTL9yoUMUWow6xnI69SObMyPUeZypnO2HAiEPYMjCKiTvxt3sLGIJNDtM/s400/9788498419016.jpg  


Pero es que en este ¿fatídico? año, literariamente hablando, Guelbenzu se ha marcado un triplete... Porque aparece en Destino una nueva entrega de su serie policiaca... Muerte en primera clase.
  Como necesaria recompensación a la reentrée, me he pasado el último fin de semana de asueto estival entregada a la lectura de esta novela, apreciando la finura con que Guelbenzu retrata (y trata) los grupos sociales, las conductas, las poses y apariencias... la finura con que su Mariana de Marco rasga los retratos de grupo y las apriencias  y el saber estar consensuado.
Aparte, que como aún no he ido a Egipto... he viajado por el Nilo, ya aque la juez y su amiga están allí, invitadas y en plan asueto aunque ven y piensan y....
Y además, ya con una década más que la protagonista, he sonreído ante según qué problemas de mujer.
(Aclarando que la novela transcurre cuando Bush decide atacar Irak... y si hago ese ejercicio -ingrato-, pues tampoco tanto, la verdad)
En el personaje de Guelbenzu me divierte sobre todo el modo en que el autor conjuga el innegable estilo e inteligencia de su personaje con los ribetes canallescos que afloran... 


¡Sniff!

lunes, 10 de septiembre de 2012

POP (EN CONSTRUCCIÓN)



Entre mis núcleos de amigos destacan, con los médicos, los arquitectos.
(Ya veis qué poco endogámica he sido/me he sentido).
Entre los arquitectos, pocos se han hecho una casa propia; sobre todo, cuando el otro miembro de la pareja no lo es. Pero tampoco cuando sí lo es. Citaría un caso clamoroso, pero no es cuestión.
(Y creedme, cuando sí sí... es que no no: uno de los dos ha claudicado.)

Convivo con un arquitecto amateur.
Amateur es una palabra bellísima, cuyo sentido (quizás por la resonancia francófona) se ha envilecido, dado que en su raíz está el amor.
Martin es un arquitecto amateur: un amoroso de la arquitectura, que sabe de ciertos asuntos infinitamente más que yo, que soy incapaz de "concretar" los metros cuadrados de mi cocina (por ejemplo, y por poner un ídem muy pateado/sufrido), o cualquier otro cálculo abstracto.
(Es maravilloso comprobar los microscópicos esbozos de un proyecto arquitectónico, creedme; algo absolutamente prodigioso... que nos suele dejar alelados a los legos).
De modo que en este tipo de cuestiones siempre ha llevado la voz cantante él. Y por lo general ha acertado.
(Aparte, que maneja los taladros y demás utensilios imprescindibles).




Sucede que una ya va teniendo una edad y, ante la imposibilidad de cambiar el mundo, ha decidido cambiar, al menos, de habitación
(que no de conversación, ¡OJO!).
Y hacerse aquí, en Asturias (MI TIERRA) un espacio urbanísimo, ajeno por completo a lo previsible, donde no se recupera la infancia sino la adolescencia pop.
La cosa brotó a raíz de la reforma de la chabolita, claro....
Ya no más piedra ni más maderas nobles ni los detallitos previsibles que se encuentran en tantas casas de "profesionales medios" que se están preparando la retirada y a quienes adoro porque me permiten ya no sólo no cambiar de conversación sino tenerla...
Digamos que mi estudio es ínfimo, a voluntad propia.
(Apenas las medidas necesarias para -Martin previsor- poner una cama o incluso una litera... por si llegan nietos, que ya me diréis)


El caso es que ya voy teniendo una edad y no me propongo trabajar trabajar trabajar duramente en verano, como antes
(cuando la atención cotidiana a los hijos y sus deberes y otras necesidades dejaba poco margen de tiempo, porque las clases, no lo olvidemos, también exigían... Ahora leo en la prensa la revuelta "popular" de los padres franceses y españoles contra los deberes escolares de los niños y los argumentos -¡siempre es así!- que apelan a la supuesta desigualdad de tal medida; otro tema del que convendría hacer memoria histórica)
sino sólo rematar cositas.
Mi espacio aquí es minúsculo pero tiene DOS VENTANAS, porque coincide con la mitad de la antigua cocina.



¡Un detalle!
Y yo no sé cuánto opera el subconsciente en estas cosas (seguramente mucho, lo admito), pero el caso es que... me sublevé. Porque aparte de seguir encajada en la cocina..., al menos
¡No más materiales nobles!
¡Viva el color (si no el plástico)!
Y yo no sé si fue el atrevimiento de mis residuos arrabaleros y del Raval o los recientes viajes a Berlin para visitar a Nico (cuando lo acompañé a varios lugares donde "hacerse" con los elementos para acondicionar su habitación -más inmensa que mi estudio-) los que me aportaron un plus de energía para comunicar a mi familia (somos asamblearios) que en Asturias iba a hacerme un estudio POP.
Silencio incrédulo (el más benévolo e indulgente) y mordaz y escéptico (el de Martin, que en absoluto confiaba en que podría hacerme con lo deseado: era difícil, según os explico).
(Habéis de considerar que en la familia tenemos a un ingeniero en toda regla, cuyo nombre no puedo ya reproducir aquí a petición explícita de él por aquello de las búsquedas en Internet: No es cuestión de que salga cada vez que lo nombro en mis blogs, me dijo mi querido A.)
Partía de elementos duros:

                                     








Esta mesa DE COCINA de Ikea (ya la cambiaré)
Servía perfectamente al cometido y... ¡Era blanca!
Peor aún: el sillón (que juzgaron sumamente cutre al verme llegar con él, en un verano anterior a la reforma, harta y deslomada como estaba de leer en el rudimentario silloncito blanco de Ikea con haya y tras haberme ido a una mueblería y... ¡lo quiero!, ¡ya me vale!...)
Como entonces el infame estaba en la zona común y tras haber comprobado lo cómodo que era.... sobrevivió.

                         FOTO DEL SILLÖN Anaranjado (cualquiera

Estos eran los dos elementos de los que partí al rehacer mi parte de la chabolita (porque los necesitaba, más una silla que aún resiste).
Durante unos pocos meses es lo que había.
Y había también elementos decorativos que en Barna no tenían su hueco, pese a la prioridad.
Lo tenía en el Raval, convenientemente preservado y enmarcado este póster original de la II República (regalo de mi hermano pequeño, que procedía del "fondo del armario" de un amigo vasco).


Fue jodido comprobar que me habían ultrajado el espacio destinado a este "póster", colocándome (sin consultarnos) el tablo de mandos "eléctrico". Un carpintero amigo ha ideado la solución y....
¡venceremos!
Contra varias propuestas, resistí.
Era difícil llegar a encontar lo que me proponía, y pasé varios meses con las cosas por el suelo (para entendernos: y eso sí que es un desafío en toda regla a MÍ: paciencia, sentido práctico, instinto de belleza), pero no claudiqué, pese a todo: las propuestas de Martin en la línea habitual de sus diseños exquisitos. Sólo que sus necesidades noson las mías. Resistí/Persistí.
Y ya como que por poco tiempo, porque parecía imposible la empresa (incluída en ella el rastreo por Barcelona y los Encantes y demás) pero hete aquí que hube de visitar a un familiar enfermo en el Hospital de Burela y... haciendo tiempo, di con un anticuario que tenía la pieza que necesitaba:




Lo demás es decoración, capricho, tiempo y memoria.
Y mucho sentimiento.
La pieza (noble) que flanquea la mesa ha sido un hallazgo azaroso. Ya pensaba en un tapiz encargado a medida a una tejedora local cuando en Vinçon (las pasadas Navidades) vi esta pieza (Uten.Silo), por lo visto catalogada en el Diseño del XX. Bueno, fue mi autorregalonavideño, a qué engañarnos.



(Omito aquí los comentarios de Martin sobre la utilidad; menos mal que estaba Nico e iba cambiando las posibilidades. Porque sí, hay algo -o mucho- de ineficaz, pero... ¡ya llegará todo! Estoy decidida a poner margaritas de plástico en algunos huecos pese a tener flores frescas a mano).
Después, la decoración, propiaente dicha, ha sido fácil.
Tenía, depositadao en mi estudio del Raval, esta magnícifaca placa  que se la había comprado a un anticuario leonés hace muchos años y que me encantó por el guiño trostkiano.




Tenía, desde casi cría, una magnífica cerámica de Castro, que reproducía el poema de Lorenzo Varela MARÍA DAS BATALLAS
(Adoraba a Castelao y casi me arruiné comprando las reproducciones de NÓs, pero sólo conservé esta estatuilla ....

Maria das Batallas,
levareiche unha frol por cada bala:
unha cunca de leite
arrebuxada en neve
pra que curar a sede,
¡sedemortal!, varona, a desta patria:
Quema no deito con ardente brasa!




Y
Bueno, tengo también recuerdos dulces, de la visita a la fábrica de chocololates .................
en Alemania, donde hacen cosas bellísimas como este utensilio (guardo en él mis imprescindibles caramelos de menta/eucapilto sin azúcar).

P.S. Que sí, que sí, admito que estoy algo popwharholiana... Cosa del tiempo!