lunes, 5 de noviembre de 2012

ENRIQUE IV

Todos seguimos con interés la serie histórica "Isabel", cuyos méritos ya realzó recientemente Marcos Ordóñez , en su habitual entrada de opinión en El País, de modo que estoy justificada. Además, como los lunes vuelvo derrengada de las clases... es una buena distracción tumbarme en el sofá a la espera (tardía, ¡qué horarios!) de



                         


Pero por lo común, trabajo. Y sigo revisando mis materiales, historias verdaderas, y relatos errantes como
el del viaje por España en 1494 y 1495 del reputado humanista Jerónimo Münzer (nada sospechoso de heterodoxo, a juzgar por el propio relato: muy moderado y considerado, según desde el punto de vista....).
Uno de los capítulos de la mencionada serie mostró la intervención de cataratas del rey de Aragón a manos de un médico judío, pero nada nos contaron de las penas (¿suplicios, torturas?) a que fue sometido "El Impotente". Sí lo hace Münster (por lo demás, muy comedido en un relato enteramente sometido a las convenciones del género) en la entrada "Maiorid, vulgo Madrid", tras recapitular sobre el panorama histórico:






Ciomo era impotente, creía que tenía maleficio con doña Blanca, y con consentimiento del Papa, viviendo aún doña Blanca casó con  Juana, hija del rey Alfonso de Portugal, conla cual también resultó impotente.
Tras estas líneas introductorias, llegamos a la descripción quirúrgica a que fue sometido un Enrique del que se nos cuenta que  
Tenía un miembro débil y pequeño por el arranque y grande por la punta, de manera que no podía enderezarlo. Construyeron lo médicos un tubo de oro, que la reina se introdujo en la matriz para ver si a través de él podía recibir el semen; cosa que le resultó imposible. Lo masturbaron, y salió esperma, pero acuosa y estéril. Teniendo esto en consideración los nobles del reino...
(Lo que sigue ya nos lo van contando en la exitosa serie).
                             

Jerónimo Münzer: Viaje por España y Portugal (1494-1495). Ediciones Polifemo. Madrid, 1991, pág. 263.

6 comentarios:

  1. Si es que nuestros reyes han sido, son y serán de lo más...Como es bien notorio, toda la potencia se les va a la inteligencia.

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  2. Unas risas a estas horas de la noche me vienen de maravilla para relajarme.
    Ana, gracias por esta entrada llena de buen humor.
    Un beso.

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  3. De nada, Isabel. celebro los efectos benéficos. Abrazos!

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  4. Hola Ana Rodríguez

    Al leer el fragmento, me ha venido el pensamiento: ¿quién masturbaba al rey? Es que no me imagino a una reina haciendo esas cosas, y menos en aquellos tiempos tan católicos. Con la de castigos divinos que padecían los onanistas según los curas, aquella familia real debía ser un mar de culpas. A lo mejor no por tener muertos de hambre a su propio pueblo, pero sí por la masturbación. Además, tu crees que se quitarían la corona para hacerlo, o igual se la dejaban puesta para dar más morbo. (Ya sabes, el típico fetichismo real).

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  5. A saber, eduardo. La verdad es que el framento no me provocó tantas dudas... Sólo risas. La verdad es que no abundan tal tipo de comentarios... La fama sobre la impotencia del pobre Enrique debería ser leendaria...

    Abrazos!

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