De Norman Lewis sólo había leído, de momento, un par de libros de viajes: Un imperio de Oriente (Viaje por Indonesia) (Península, 1998) y Una tumba en Sevilla, subtitulado "Un testamento literario sobre España" (Península, 2005) que trata de cuando en el verano de 1936 acompaña a un amigo para buscar “los restos del llamado Palacio Corvaja, presentar nuestros respetos a la tumba de la familia en la catedral y descubrir si aún quedaba algún recuerdo de los Corvaja, por débil que fuera, en la antigua capital de Andalucía”.
En Navarra, Norman Lewis descubre por primera vez la vastedad e incluso el misterio de los paisajes españoles que “ofrecían el encanto y la delicadeza de una pintura china sobre seda”.
Todo esto me viene a la memoria a raíz de haber encontrado en las librerías un tomo al parecer clásico (me dicen en casa) de Norman Lewis, La Honorable Sociedad (La mafia siciliana y sus orígenes), editado por Alba, pues por lo visto, en Europa éste es un libro muy conocido por lo que tiene de pionero, que documenta la historia de la organización desde los años de la postguerra hasta principios de los 60, rastreando claves históricas (como el feudalismo persistente en Sicilia) o documentando el dramático relevo de la vieja escuela de "hombres de respeto" por las nuevas generaciones, vestidas con trajes más vistosos e instruídas en métodos más violentos por los mafiosos repatriados de Estados Unidos.
La Honorable Sociedad lo aparté para leer en verano y hoy que me he permitido desviarme de las lecturas obligadas... os cuento algo.
Ya las primeras páginas revelan al excelente narrador que es Lewis cuando describe el desembarco de las tropas aliadas en la isla de Sicilia (el 10 de julio de 1943) y cómo las norteamericanas a diferencia de las canadienses u otras) alcanzaron su objetivo en escasos diez días y sin apenas disparos, gracias a la alianza con un Don y la previa mediación de Lucky Luciano.
Es muy interesante el rastreo histórico, desde las alianzas con los insusrgentes del XIX (garibaldinos incluidos) a las relaciones con Mussolini, que cuentan con una anécdota hilarante, pues al parecer, cuando visitaban una aldea siciliana en compañía del alcalde mafioso y éste aconsejó prescindir de la abultada escolta del Duce -"No hay de qué preocuparse si va conmigo. ¡Soy yo quien da las órdenes aquí!", le dijo Don Ciccio-, éste ignoró la sugerencia... la vendetta no se hizo esperar:
Esta "falta de respeto" -escribe Lewis- fue castigada con la orden de que la piazza del pueblo estuviera vacía en el momento de pronunciar su discurso. Una vez en el balcón del ayuntamiento, don Ciccio colocó un brazo sobre la manga del Duce, mostró una hilera de dientes negros e hizo señas a los fotógrafos para que tomaran fotos. Cuando Mussolini comenzó su arenga , se encontró como público a un grupo de veinte idiotas del pueblo, mendigos cojos, limpiabotas y vendedores de lotería elegidos especialmente por don Ciccio para la ocasión. (p. 67)
Muy interesante es todo lo que concierne al análisis sociológico y psicológico que explican el mundo de la Mafia o ciertos detalles menos conocidos sobre sus métodos y actuación, como el relativo a un peculiar impuesto sobre los enamorados el día de San Vito: "ese día los jóvenes iban a cortejar a las chicas a la manera española, y éstas, desde sus ventanas enrejadas, debían pagar el precio de una vela a un concesionario de la mafia por su protección" (p.44). Por lo demás, todo lo relativo a los impuestos construidos en base a la superstición y religiosidad popular roza las mejores historias de ciencia ficción y fantásticas, si consideramos que en la fabricación y comercio de reliquias u otros vestigios santos de los diversos cultos locales se llegó a descubrir
... la existencia de diecisiete brazos atribuidos a san Andrés, trecea san Esteban, doce a san Felipe, y diez tanto a san Vicente como a santa Tecla. Dieciséis dedos petenecientes a san Juan Bautista estaban en circulación y catorece cabezas eran veneradas como la de san Julián. (p. 46)
Sí, "Cada página es horriblemente fascinante", como dijo del libro de Lewis The Times...
En Navarra, Norman Lewis descubre por primera vez la vastedad e incluso el misterio de los paisajes españoles que “ofrecían el encanto y la delicadeza de una pintura china sobre seda”.
Durante su viaje por España, verifica cómo determinados efectos visuales obedecen a la sequedad del aire, “que impide que los confines más remotos de las llanuras se vean suavizados por la distancia, y que a su vez origina un sentimiento casi sobrenatural de proximidad con los límites mismos de la visión. Todo esto producía una especie de supresión de todos los detalles irrelevantes, y hacía que los colores fueran más vívidos y planos, y obraba algo así como una estilización de la luz y de la sombra, a la manera de los anuncios de viajes. Las hondonadas y las colinas, atravesadas por una solitaria hilera de álamos, parecían ajustarse a un patrón rítmico. Los campos se desparramaban en todas direcciones, formando figuras inmaculadas en plata y oro pálido. Hacía tiempo que el verano había desaparecido en una sola semana, y el sol brillaba con un fulgor gélido en el cielo azul”.
Todo esto me viene a la memoria a raíz de haber encontrado en las librerías un tomo al parecer clásico (me dicen en casa) de Norman Lewis, La Honorable Sociedad (La mafia siciliana y sus orígenes), editado por Alba, pues por lo visto, en Europa éste es un libro muy conocido por lo que tiene de pionero, que documenta la historia de la organización desde los años de la postguerra hasta principios de los 60, rastreando claves históricas (como el feudalismo persistente en Sicilia) o documentando el dramático relevo de la vieja escuela de "hombres de respeto" por las nuevas generaciones, vestidas con trajes más vistosos e instruídas en métodos más violentos por los mafiosos repatriados de Estados Unidos.
La Honorable Sociedad lo aparté para leer en verano y hoy que me he permitido desviarme de las lecturas obligadas... os cuento algo.
Ya las primeras páginas revelan al excelente narrador que es Lewis cuando describe el desembarco de las tropas aliadas en la isla de Sicilia (el 10 de julio de 1943) y cómo las norteamericanas a diferencia de las canadienses u otras) alcanzaron su objetivo en escasos diez días y sin apenas disparos, gracias a la alianza con un Don y la previa mediación de Lucky Luciano.
Es muy interesante el rastreo histórico, desde las alianzas con los insusrgentes del XIX (garibaldinos incluidos) a las relaciones con Mussolini, que cuentan con una anécdota hilarante, pues al parecer, cuando visitaban una aldea siciliana en compañía del alcalde mafioso y éste aconsejó prescindir de la abultada escolta del Duce -"No hay de qué preocuparse si va conmigo. ¡Soy yo quien da las órdenes aquí!", le dijo Don Ciccio-, éste ignoró la sugerencia... la vendetta no se hizo esperar:
Esta "falta de respeto" -escribe Lewis- fue castigada con la orden de que la piazza del pueblo estuviera vacía en el momento de pronunciar su discurso. Una vez en el balcón del ayuntamiento, don Ciccio colocó un brazo sobre la manga del Duce, mostró una hilera de dientes negros e hizo señas a los fotógrafos para que tomaran fotos. Cuando Mussolini comenzó su arenga , se encontró como público a un grupo de veinte idiotas del pueblo, mendigos cojos, limpiabotas y vendedores de lotería elegidos especialmente por don Ciccio para la ocasión. (p. 67)
Muy interesante es todo lo que concierne al análisis sociológico y psicológico que explican el mundo de la Mafia o ciertos detalles menos conocidos sobre sus métodos y actuación, como el relativo a un peculiar impuesto sobre los enamorados el día de San Vito: "ese día los jóvenes iban a cortejar a las chicas a la manera española, y éstas, desde sus ventanas enrejadas, debían pagar el precio de una vela a un concesionario de la mafia por su protección" (p.44). Por lo demás, todo lo relativo a los impuestos construidos en base a la superstición y religiosidad popular roza las mejores historias de ciencia ficción y fantásticas, si consideramos que en la fabricación y comercio de reliquias u otros vestigios santos de los diversos cultos locales se llegó a descubrir
... la existencia de diecisiete brazos atribuidos a san Andrés, trecea san Esteban, doce a san Felipe, y diez tanto a san Vicente como a santa Tecla. Dieciséis dedos petenecientes a san Juan Bautista estaban en circulación y catorece cabezas eran veneradas como la de san Julián. (p. 46)
Sí, "Cada página es horriblemente fascinante", como dijo del libro de Lewis The Times...
!!Este cae, seguro!! La verdad es que a cualquiera que hubiese imaginado una sociedad así se le hubiese tachado de poseer una imaginación enfermiza. Como siempre, la realidad nos parece más increible que una historia inventada
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Lewis en cuanto a nuestro paisaje. He recorrido casi toda España y, por la cita que destaca, creo que su mirada es muy certera, además de hermosa. ¡Salud!
El libro de Lewis es de 1964, cuando se sabía muy poco sobre el tema. Se habían publicado muchos libros,según él, pero sin abrir brechas. Poco antes, eso sí, aparecía la novela de Leonardo Sciascia, "El día de la lechuza", que él menciona.
ResponderEliminar¡Qué envidia lo de conocer toda España! Yo, aunque sólo sea para desplazarme 200 o 300 kilómetros, necesito cierta cantidad de tiempo que el calendario cada vez me escatima más.
¡Cuánta lectura urgente! Buscaré ese tomo de Alba que no me suena nada de nada, muy desapercibido pasaría en su momento.
ResponderEliminarJesús
Querida, veo que vas publicando, lo cual me alegra muchisimo. Te voy siguiendo aunque escriba poco, no en tu blog, en todos. No tengo tiempo y sé que los hay que se enfadan conmigo. Es que leer una entrada es un momento. Contestarla tardo más, porque soy prolija, querida, y mientras escribo podría estar leyendo más. Pero contigo me es difícil resistirme porque siempre hay algo que comentar, aunque luego me pongo a escribir y se me va de la cabeza. Da igual, que me ha fascinado esta historia, me cuesta seguirte en tus recomendaciones porque en el tiempo que tu has leido tres yo estoy degustando la mitad del primero.Pero las apunto todas, cara, y hoy mismo he estado buscando a la chica argentina aquella (no la he encontrado, cara, qué horror). Espero que el de la mafia resulte más fácil. Aunque no escriba, querida amiga, sabes que soy de las fidélísimas. Que me alegro que no hayas dejado olvidado el blog durante el verano tal como insinuaste hace un tiempo, que vayas publicando. ¿En qué zona veraneas, querida? ¿En Vegadeo, como insinua cierta solapa? Muchos besos, querida.
ResponderEliminarNo, María, no veraneo en Vegadeo (aunque nací allí y voy a menudo), por cuestiones pragmáticas: no encontrarme a rato con primos y amigos que convertirían los recaditos diarios /pan, periódico) en una lenta pesadilla. Estoy en Figueras, en la desembocadura de la ría del Eo y la lado del mar: ir a bañarme sólo me requiere hora y media o dos, a lo sumo, si estoy perezosa. Aquí, los críos fueron autónomos desde los doce años o así: iban a la playa en bici con sus amigos (más bien con las nenas) y nos dejaban en paz, libres de horarios, que es de lo que se trata.
ResponderEliminarRamon me convenció de no abandonaros.
El libro de Lewis es bastante reciente (dos o tres meses), y recuerdo que (al menos) Manuel Rodríguez Rivero habló deél (bien) en su sección de Babelia.
ResponderEliminarY no os desesperéis... Recordar que mi trabajo consiste en un 70 % en leer. Yo voy hablando y.. a unos les interesá tal y a otros cual...
Con las ganas que tengo yo de ponerme a viajar como una loca y dejar esta Barcelona tan calurosa y llena de obras y últimamente mi destino me lleva a visitar blogs con propuestas o relatos de viajes tan mágicos como este. Una gozada muy grande, pero luego da una rabia asomarte al balcón y encontrarte las obras de delante que mañana a las siete indefectiblemente se pondrás manos a la obra. Y además con lo bonita que es Navarra.
ResponderEliminarTe comprendo muy bien, Marta. A causa de las obras (no sólo las de la fachada, también las aceras de la calle Aribau)y del calor pasé días de insomnio y pesadillas que ahora tengo que recuperar (en condicones, eso sí, espléndidas, aunque modestas y muy sencillas). En Navarra he disfrutado mucho un invierno, en el valle del Roncal. Me quedan pendientes los bosques (Irati), pero últimamente no hay puentes en otoño. Se los lleva el río del tiempo... ¡Ánimo!
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