Releo el libro de Elena Garro, "Memorias de España, 1937", porque he de preparar algo donde necesariamente entrarán algunas de esas páginas. Lo releo con mucho cuidado, porque deberé calcular y seleccionar fragmentos que dialoguen con otros procedentes de muchos libros similares en su temática (pero distintos y peculiares cada uno), y combinar y...
Vuelvo a encontrar referencias esquivas (al principio) a Luis Cernuda, que no existía para la troupe de los intelectuales pro-soviéticos, pese a que se involucró como los demás en la "Guerra de España".
Hay un párrafo conmovedor y doloroso (porque claro, todos hemos leído después la correspondencia de Guillén-Salinas, y ¡qué maldad!, ¡cuánta envidia en las descalificaciones de la poesía de Cernuda! Menos mal que Ignacio Martínez de Pisón, en su magnífico "Enterrar a los muertos" (Seix Barral) también arroja luz sobre la verdadera condición o dimensión humana del poeta que pasa por. Hablo de Salinas, a quien también leo, malgrè lui)
Lo dicho: Tiempo de cerezas y enredos...
Hay un párrafo conmovedor y doloroso (porque claro, todos hemos leído después la correspondencia de Guillén-Salinas, y ¡qué maldad!, ¡cuánta envidia en las descalificaciones de la poesía de Cernuda! Menos mal que Ignacio Martínez de Pisón, en su magnífico "Enterrar a los muertos" (Seix Barral) también arroja luz sobre la verdadera condición o dimensión humana del poeta que pasa por. Hablo de Salinas, a quien también leo, malgrè lui)
Lo dicho: Tiempo de cerezas y enredos...
Decía que en el libro de Elena Garro hay un párrafo conmovedor. Porque esta chiquilla de diecisiete años a la que acusaban de "pequeñoburguesa" cuando delataba/censuraba según qué cosas, lo cuenta todo sin filtros: sólo desde la mirada ingenua y desprejuiciada que puede así encenderse y arder, o morir de pena (Bueno, el libro lo escribió muchos años después; al menos, se mezclan evocaciones posteriores, y algunas llegan hasta 1970). Y así, cuenta que
En Valencia, cuando me escapaba a la playa, veía todos los días a un inglés tendido sobre una toalla blanca y con un bañador azul. Nadie se bañaba, sólo aquel solitario y yo. Los chiringuitos estaban cerrados y la playa desolada. No fue él quien me dirigió la palabra, fui yo: "¿Usted es inglés?" "No, soy español." "Pues tiene un color más bonito que el mío", dije. "Es que hace más tiempo que vengo a la playa", contestó. "Yo casi no puedo venir. Estoy casada con un poeta y a esa gente no le gusta el deporte...", dije. El joven rubio enrojeció aún más: "Yo también soy poeta, me llamo Luis Cernuda", dijo. Casi no supe qué decir, pero vi que era verdad que Concha Albornoz era su única amiga.
Conocía de hace tiempo (mucho antes de que viniesen a historiarla según quiénes) la tarea desempeñada por Cernuda en el teatro de guerrillas, poniendo en marcha proyectos escénicos en los que intervenían, entre otros, la hermana pequeña de Rosa Chacel, Blanca. Fue Rosa quien me contó muchas cosas de Luis Cernuda, gran amigo, de ella y de Concha de Albornoz. De hecho, en la casona asturiana de los Albornoz (cerca de Luarca) pasaron algún verano... Concretamente el de 1935, cuando Cernuda anduvo por Castropol y Figueras con las Misiones Pedagógicas, junto con el pintor Gregorio Prieto. Hay una estupenda foto de Cernuda descansando en la "playa" de "los Cobos" (para nosotros, de críos, sólo un fangal), o acaso en San Román, pequeños recodos sólo accesibles en marea baja, en la senda que bordea la ría de Figueras a Castropol (que es la villa que se ve al fondo de la foto).
En el 32 había estado por aquí García Lorca. De pequeña, tuve el privilegio de escuchar a los mayores (mis abuelos ilustrados) contar maravillas de la gracia con que manejaba sus polichinelas, los cristobitas. Y lo prendado que estaba de la playa de Arnao (otra de las que frecuento, a escasos tres minutos en bici, y que estuvo a punto de fastidiarse cuando hace un par de años la "descubrió" doña Sonsoles, la presidenta consorte, que se pasó aquí unos días haciendo submarinismo y prometió volver aunque... en esta ocasión, bienvenida la logorrea de los políticos y sus promesas incumplidas). Y lo mucho que a Federico le había prestado después del baño cenar de pic-nic en el parque de La Marquesa, además de admirar las viejas piedras de Valledor y de las Cuatro Torres!
A ambos (a Lorca y a Cernuda, se entiende) les rindo cordial homenaje en una novela de momento inédita, porque aún ando retocándola... Pero hoy prefiero centrarme en Cernuda, quien, en el número 10 de Hora de España (octubre o noviembre de 1937, no la tengo a mano) publicó "En la costa de Santiniebla", un relato estremecedor en el que "reconstruye" las atrocidades sucedidas en esta ría-laguna Estigia (sobre los acantilados de Arnao, en el prao se instaló uno de los campos de concentración que forman parte de la leyenda negra de Asturias, si bien poco divulgada, porque esta parte del Principado es casi inexistente), imagino que a partir de los relatos de quienes habían logrado huir por mar y desde Francia volver a entrar en la España republicana, tras la caída del Frente Norte.
Cuando a la caída de una de esas largas tardes de verano se baja la senda que desde lo alto de la colina lleva hacia el malecón, el denso perfume del mar, el misterioso grito de las gaviotas sobre la brillante superficie de las aguas, sólo encrespadas allá, entre las sombrías rocas que guardan la entrada de la ría, entonces yo os aseguro que poco accesible será a la naturaleza quien no sienta sus pupilas enturbiadas por las lágrimas.
Dicen que la grandeza y la hermosura de este paisaje a punto estuvieron de hacerle enfermar de tristeza, porque la lluvia y la niebla que un tiempo habían seducido al adolescente Cernuda habían ya perdido parte de su morboso encanto.
Y sin embargo... en julio agradezco los días soleados y los atardeceres lentos y luminosos. Pero en agosto celebro la llegada de dos o tres días de lluvia dulce e incesante, que me devuelve el silencio. Este año, además, tuvimos una primera semana de agosto... tormentosa y disuasoria (llamésmola así). Vinieron después casi quince días seguidos de bonanza en los que me sentí tan indolente como el prota del relato homónimo de Cernuda.
Después...
A ambos (a Lorca y a Cernuda, se entiende) les rindo cordial homenaje en una novela de momento inédita, porque aún ando retocándola... Pero hoy prefiero centrarme en Cernuda, quien, en el número 10 de Hora de España (octubre o noviembre de 1937, no la tengo a mano) publicó "En la costa de Santiniebla", un relato estremecedor en el que "reconstruye" las atrocidades sucedidas en esta ría-laguna Estigia (sobre los acantilados de Arnao, en el prao se instaló uno de los campos de concentración que forman parte de la leyenda negra de Asturias, si bien poco divulgada, porque esta parte del Principado es casi inexistente), imagino que a partir de los relatos de quienes habían logrado huir por mar y desde Francia volver a entrar en la España republicana, tras la caída del Frente Norte.
Cuando a la caída de una de esas largas tardes de verano se baja la senda que desde lo alto de la colina lleva hacia el malecón, el denso perfume del mar, el misterioso grito de las gaviotas sobre la brillante superficie de las aguas, sólo encrespadas allá, entre las sombrías rocas que guardan la entrada de la ría, entonces yo os aseguro que poco accesible será a la naturaleza quien no sienta sus pupilas enturbiadas por las lágrimas.
Dicen que la grandeza y la hermosura de este paisaje a punto estuvieron de hacerle enfermar de tristeza, porque la lluvia y la niebla que un tiempo habían seducido al adolescente Cernuda habían ya perdido parte de su morboso encanto.
Y sin embargo... en julio agradezco los días soleados y los atardeceres lentos y luminosos. Pero en agosto celebro la llegada de dos o tres días de lluvia dulce e incesante, que me devuelve el silencio. Este año, además, tuvimos una primera semana de agosto... tormentosa y disuasoria (llamésmola así). Vinieron después casi quince días seguidos de bonanza en los que me sentí tan indolente como el prota del relato homónimo de Cernuda.
Después...
Esa fotografía esta sacada desde alguna de las playas que hay entre A Fonte y Salías, no desde As Figueiras.
ResponderEliminarBuenas tardes, Ana. Me he incorporado al taller de escritura de Figueras, que dirige Gonzalo Moure. Nos ha encargado que realicemos una investigación sobre un tema concreto, tema que luego se plasmará en el relato que escribamos. Yo he elegido la materia de Lorca en Figueras y el propio Gonzalo me ha indicado la existencia de este interesante artículo, que da datos concretos de esta visita. Me dirijo a usted por si pudiera darme alguna información más acerca de su estancia en el pueblo, le quedaría muy agradecido. Saludos. Rafa Codes.
ResponderEliminarBuenas tardes, Ana. Me he incorporado al taller de escritura de Figueras, que dirige Gonzalo Moure. Nos ha encargado que realicemos una investigación sobre un tema concreto, tema que luego se plasmará en el relato que escribamos. Yo he elegido la materia de Lorca en Figueras y el propio Gonzalo me ha indicado la existencia de este interesante artículo, que da datos concretos de esta visita. Me dirijo a usted por si pudiera darme alguna información más acerca de su estancia en el pueblo, le quedaría muy agradecido. Saludos. Rafa Codes.
ResponderEliminarLe dejo mi correo electrónico, por si quiere dirigirse a mi. Es codesrafa@gmail.com. Gracias.
ResponderEliminarLe dejo mi correo electrónico, por si quiere dirigirse a mi. Es codesrafa@gmail.com. Gracias.
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