Es difícil volver y resituarse.
Máximo cuando mi hijo mayor Adrián (del que os hablo poco en este Blog, pero ahora entenderéis porqué, dado que el tiempo da para lo que da), que acaba de ser distinguido como uno de los diez mejores estudiantes de Ingeniería Industrial de la UPC, se ha quedado en Castropol y merecidamente disfruta del mar y de más cosas hasta agotar el momento de reincorporarse a...
Pues eso, que es difícil aceptar el principio de realidad cuando Adrián me cuenta que estña teniendo un setiembre fantástico, igual al que yo disfrutaba cuando me quedaba allí unos días con ellos, de pequeños.
Aquí, setiembre es el mes más cruel. Porque todo es gris y seco a deshoras, sucio y polvoriento. No así en Asturias, donde la entrada del otoño se aprecia suavemente desde mediados de agosto, y se la acepta porque se sabe que también traerá sorpresas inesperadas.
Pero bueno, aquí estoy, preparando exámenesy haciéndome a la idea y... pendiente aún de ultimar flecos boloñeses, según leo en un correo.
Compruebo cuánto os gustan las confidencias, esos gritos y susurros que a mí Bergmann me enseñó a temer. Pero, como la buena Lluisa me limpió todas las estanterías este verano (eso sí, sin preopcuparse de dejar alineadas las filas de libros), recorro esos estantes (también para incorporar a su sitio los tomos devorados estas vacaciones) y... recuerdo que quedó pendiente hablaros de otras dedicatorias.
La primera y única de Antonio Muñoz Molina, al que invité a participar en un Curso d'Estiu que con medios muy precarios organizaba el Colegio de Licenciados de Cataluña, antes de que la cosa se pusiese de moda y los más hablasen (y computasen contabilizasen) con mueca altiva "los bolos" que tenían que cubrir/atender tal o cual verano. En fin, que las condiciones eran muy modestas y encima el autor aún no había sacado su segunda novela "El invierno en Lisboa", que lo parapetó a un primer éxito, si bien la novela apareció dos o tres semanas antes del curso de verano (me recuerdo leyéndola apresuradamente para cumplir como era debido con las presentaciones de rigor, pese a mi primer embarazo, verano de 1987). Conservo el ejemplar de aquella edición de Beatus Ille, en el que AMM escribió "Para... con el deseo de que mis libros exageren en ella la pasión por la literatura".
Con Enrique Vila-Matas la cosa fue algo más complicada. Lo leía desde cría. Y recuerdo muy bien el estupor que me invadió ante el primer tomito de EVM, una nouvelle editada en la preciosa y entrañable colección "Cuadernos Ínfimos", de Tusquets (la plateada; había otra igual de exquisita, dorada, los "Cuadernos Marginales"). En ambas leíamos a Rilke, Tzara, Breton, Péret, Leiris, Soulpault et altri, pero.... ¿Aquello qué era?
Era el inicio de toda una aventura. Cuando muchos años después de aquellas tribulaciones juveniles conocí a EVM (a raíz de la reedición de Historia abreviada de la literatura portátil lo invité a compartir con mis alumnos una clase de Historia de los Movimientos Literarios, asignatura que, como sucedánea de la antigua Estética Literaria yo dedicaba a hablar de las Vanguardias, por lo que decidí que Luis Izquierdo oficiara de Gran Maestro e Interlocutor Imprescindible de EVM) y me atreví a que me dedicara un libro, dudé entre aquel librito de tan desconcertante portada (estuve un buen ratito en la Librería Documenta ojeando y ojeando antes de decidir si lo "adquiría" o no: corría el año 1973) o el siguiente, "Nunca voy al cine" (Laertes, 1982), jamás reeditado, con la extraordinaria portada del "Nighthawks" (1942) de Hopper. Opté por éste, donde EVM, además de ese delicado perfil con sombrero (muy a lo Pessoa, por cierto) y... ¿gabardina, abrigo?, escribió "Para... con mi admiración por todo, feliz de que nuestra amistad crezca". Y aquí un asterisco: "Como objetos extraviados".
(Y es que él conoció brevemente a Maruja Mallo, la prota de mi descarada novela homónima, episodio del que habla en su hermono libro de escritos shandy, El traje de los domingos, publicado por Huerga y Fierro).
Con el tiempo, se sucedieron otros encuentros, pero nunca más volví a incordiar a EVM con el asunto de las dedicatorias (mayormente porque él fue convirtiéndose en un mito y yo, pues ya sabéis que la cosa no me desvela...), pero sí le pedí que me dedicara Bartleby y companía (Anagrama, 2000), y lo hizo gustoso, aprovechando el Encuentro celebrado en el Palacio de La Magdalena de Santander, en un curso sobre narrativa dirigido por José María Guelbezu. Entonces escribió. "Para Ana, que se encuentra conmigo en este libro". Porque, en efecto, yo le había proporcionado el Bartleby Enrique Banchs, según relata EVM en su ensayo "Un tapiz que se dispara en múltiples direcciones", recogido en Desde la ciudad nerviosa (Alfaguara, 2000)
Estaba más que satisfecha y nunca le volví a molestar, pero él me envió Mastroianni-sur-Mer (2005), donde recoge su conferencia sobre los Bartleby, con un "Para Ana, que me ayudó con los bartlebys". Y otro tomito tan excéntrico como toda la obra de EVM: Paryzius niekada nesibaigia; es decir, la traducciónal croata (2008) de París no se acaba nunca (porque al autor le interesó lo que en su día escribí sobre esta novela).
Pero lo que estimo es que Guelbenzu, cuando publica La cabeza del durmiente (Siruela, 2003), dedicada a su hija Alicia, me la mande con estas líneas: "Para... esta historia propia de nuestra edad de lectores".
O que Jesús Ferrero me remita las sucesivas reediciones de Bélver Yin, novela de referencia para tantísimos desde que apareció por vez primera en Bruguera en 1981, como la de Alfaguara de 2000 ("Para... te deseo lo mejor para este milenio y te agradezco tu generosa y lúcida forma de leer"). O bien una de las más recientes, Las fuentes del Pacífico (Siruela, 2008): "A mi querida amiga Ana le dedico esta travesía donde regresa la danza de las víctimas y los verdugos pero en otro hemisferio y con mejor música de fondo".
En junio de 1999 apareció en el ABC Cultural mi reseña de la segunda novela de Irene Gracia, Hijas de la noche en llamas (Planeta,). Al poco, recibía en mi casa un ejemplar de la anterior novela de la autora, Fiebre para siempre (Planeta, 1994), con una emotiva dedicatoria: "A Ana: Para que mi "boxeador de la guardia" siga tus pasos. Tus generosas palabras son un estímulo para seguir luchando".
Seguiré... porque tengo pocas esperanzas de que mis hijos conserven esta parte de su historia, lanzados, como se verán, a las inclemencias de los viejos tiempos nuevos.
Máximo cuando mi hijo mayor Adrián (del que os hablo poco en este Blog, pero ahora entenderéis porqué, dado que el tiempo da para lo que da), que acaba de ser distinguido como uno de los diez mejores estudiantes de Ingeniería Industrial de la UPC, se ha quedado en Castropol y merecidamente disfruta del mar y de más cosas hasta agotar el momento de reincorporarse a...
Pues eso, que es difícil aceptar el principio de realidad cuando Adrián me cuenta que estña teniendo un setiembre fantástico, igual al que yo disfrutaba cuando me quedaba allí unos días con ellos, de pequeños.
Aquí, setiembre es el mes más cruel. Porque todo es gris y seco a deshoras, sucio y polvoriento. No así en Asturias, donde la entrada del otoño se aprecia suavemente desde mediados de agosto, y se la acepta porque se sabe que también traerá sorpresas inesperadas.
Pero bueno, aquí estoy, preparando exámenesy haciéndome a la idea y... pendiente aún de ultimar flecos boloñeses, según leo en un correo.
Compruebo cuánto os gustan las confidencias, esos gritos y susurros que a mí Bergmann me enseñó a temer. Pero, como la buena Lluisa me limpió todas las estanterías este verano (eso sí, sin preopcuparse de dejar alineadas las filas de libros), recorro esos estantes (también para incorporar a su sitio los tomos devorados estas vacaciones) y... recuerdo que quedó pendiente hablaros de otras dedicatorias.
La primera y única de Antonio Muñoz Molina, al que invité a participar en un Curso d'Estiu que con medios muy precarios organizaba el Colegio de Licenciados de Cataluña, antes de que la cosa se pusiese de moda y los más hablasen (y computasen contabilizasen) con mueca altiva "los bolos" que tenían que cubrir/atender tal o cual verano. En fin, que las condiciones eran muy modestas y encima el autor aún no había sacado su segunda novela "El invierno en Lisboa", que lo parapetó a un primer éxito, si bien la novela apareció dos o tres semanas antes del curso de verano (me recuerdo leyéndola apresuradamente para cumplir como era debido con las presentaciones de rigor, pese a mi primer embarazo, verano de 1987). Conservo el ejemplar de aquella edición de Beatus Ille, en el que AMM escribió "Para... con el deseo de que mis libros exageren en ella la pasión por la literatura".
Con Enrique Vila-Matas la cosa fue algo más complicada. Lo leía desde cría. Y recuerdo muy bien el estupor que me invadió ante el primer tomito de EVM, una nouvelle editada en la preciosa y entrañable colección "Cuadernos Ínfimos", de Tusquets (la plateada; había otra igual de exquisita, dorada, los "Cuadernos Marginales"). En ambas leíamos a Rilke, Tzara, Breton, Péret, Leiris, Soulpault et altri, pero.... ¿Aquello qué era?
Era el inicio de toda una aventura. Cuando muchos años después de aquellas tribulaciones juveniles conocí a EVM (a raíz de la reedición de Historia abreviada de la literatura portátil lo invité a compartir con mis alumnos una clase de Historia de los Movimientos Literarios, asignatura que, como sucedánea de la antigua Estética Literaria yo dedicaba a hablar de las Vanguardias, por lo que decidí que Luis Izquierdo oficiara de Gran Maestro e Interlocutor Imprescindible de EVM) y me atreví a que me dedicara un libro, dudé entre aquel librito de tan desconcertante portada (estuve un buen ratito en la Librería Documenta ojeando y ojeando antes de decidir si lo "adquiría" o no: corría el año 1973) o el siguiente, "Nunca voy al cine" (Laertes, 1982), jamás reeditado, con la extraordinaria portada del "Nighthawks" (1942) de Hopper. Opté por éste, donde EVM, además de ese delicado perfil con sombrero (muy a lo Pessoa, por cierto) y... ¿gabardina, abrigo?, escribió "Para... con mi admiración por todo, feliz de que nuestra amistad crezca". Y aquí un asterisco: "Como objetos extraviados".
(Y es que él conoció brevemente a Maruja Mallo, la prota de mi descarada novela homónima, episodio del que habla en su hermono libro de escritos shandy, El traje de los domingos, publicado por Huerga y Fierro).
Con el tiempo, se sucedieron otros encuentros, pero nunca más volví a incordiar a EVM con el asunto de las dedicatorias (mayormente porque él fue convirtiéndose en un mito y yo, pues ya sabéis que la cosa no me desvela...), pero sí le pedí que me dedicara Bartleby y companía (Anagrama, 2000), y lo hizo gustoso, aprovechando el Encuentro celebrado en el Palacio de La Magdalena de Santander, en un curso sobre narrativa dirigido por José María Guelbezu. Entonces escribió. "Para Ana, que se encuentra conmigo en este libro". Porque, en efecto, yo le había proporcionado el Bartleby Enrique Banchs, según relata EVM en su ensayo "Un tapiz que se dispara en múltiples direcciones", recogido en Desde la ciudad nerviosa (Alfaguara, 2000)
Estaba más que satisfecha y nunca le volví a molestar, pero él me envió Mastroianni-sur-Mer (2005), donde recoge su conferencia sobre los Bartleby, con un "Para Ana, que me ayudó con los bartlebys". Y otro tomito tan excéntrico como toda la obra de EVM: Paryzius niekada nesibaigia; es decir, la traducciónal croata (2008) de París no se acaba nunca (porque al autor le interesó lo que en su día escribí sobre esta novela).
(A estas alturas de la vida, lo que más aprecio es, como dije, lo verdaderamente singular o especial. Detesto las colas y las modas. Y pese a admitir mi lado fetichista-coleccionista..., pues que no. Aunque ahora, al hilvanar estos recuerdos, caigo en la cuenta de que.... ¡me faltan tantas dedicatorias de algunos escritores próximos porque me acompañaron desde siempre).
Pero lo que estimo es que Guelbenzu, cuando publica La cabeza del durmiente (Siruela, 2003), dedicada a su hija Alicia, me la mande con estas líneas: "Para... esta historia propia de nuestra edad de lectores".
O que Jesús Ferrero me remita las sucesivas reediciones de Bélver Yin, novela de referencia para tantísimos desde que apareció por vez primera en Bruguera en 1981, como la de Alfaguara de 2000 ("Para... te deseo lo mejor para este milenio y te agradezco tu generosa y lúcida forma de leer"). O bien una de las más recientes, Las fuentes del Pacífico (Siruela, 2008): "A mi querida amiga Ana le dedico esta travesía donde regresa la danza de las víctimas y los verdugos pero en otro hemisferio y con mejor música de fondo".
En junio de 1999 apareció en el ABC Cultural mi reseña de la segunda novela de Irene Gracia, Hijas de la noche en llamas (Planeta,). Al poco, recibía en mi casa un ejemplar de la anterior novela de la autora, Fiebre para siempre (Planeta, 1994), con una emotiva dedicatoria: "A Ana: Para que mi "boxeador de la guardia" siga tus pasos. Tus generosas palabras son un estímulo para seguir luchando".
Seguiré... porque tengo pocas esperanzas de que mis hijos conserven esta parte de su historia, lanzados, como se verán, a las inclemencias de los viejos tiempos nuevos.
La vuelta es dura, sí. Nos parece en vacaciones que la vida sea un maná contínuo de tiempo libre y lugares escogidos, a conciencia, para ser persona.
ResponderEliminarMe produce mucha, mucha curiosidad, saber cómo era Muñoz Molina antes de "El Jinete...", antes de "El invierno...". He leído mucho sobre sus inicios, toda su obra y montones de cosas sobre su trayectoria, incluso me tragué una deliciosa tesis doctoral de una doctora de la UNED, paisana suya, que consiguió una entrevista impagable y que se publica en su tesis. Jordi Gracia nos leía sus artículos de los miércoles en El Pais, incluso comentamos alguno en clase. Leí "El Jinete Polaco" y desde entonces para mi es un referente indiscutible, uno de los mejores escritores en lengua castellana de los últimos 30 años. Recuerdo también que Sánchez Cascado nos prometió, muy feliz, un curso lleno de escritores de la incipiente Generación X, pero la pober quedó descolocada cuando le pedimos Muñoces Molinas y Javieres Marías.Claro, éramos del turno de tarde, ya un poco granaditos para Pedros Maestres y Jose Angeles Mañas... Y así
La vuelta es dura por este calor inclemente de la húmeda BCN. De Muñoz Molina, prefiero Beatus Ille y Sefarad. Aprecio mucho su articulismo, desde luego, pero jamás se me ocurriría emplear el tiempo de las clases en leerles artículos a los estudiantes. Gracias!
ResponderEliminarPerdona Ana, noto cierta bilis en la respuesta. Leer a los estudiantes en clase, lo que sea, para ejemplificar lo que se explica, está muy bien. Te aseguro que recibíamos esas lecturas como agua de Mayo. Es mejor que dictar apuntes del color del limón.¿no?. La literatura forma parte de mi vida, precisamente, gracias a un profesor que nos leía cada día párrafos en voz alta.
ResponderEliminarTe aseguro, Mariano, que en estos días mi cuerpo sólo puede secretar... Sé que la bilis existe, pero lejos de mí la funesta manía de... Sencillamente creo improbable que, de manera sistemática, el artículo semanal -de quién sea- dé para... bla, bla, bla... Porque, es cierto que abunda lo de "dictar apuntes del color limón" -yo suelo ser más cáustica que tú al referirme a ese mismo hecho, y hablo del color sepia- pero entre amboas posibilidades (extremas) median otras. Por ejemplo, repartirles previamente a los estudiantes las fotocopias del texto que se deba analizar y luego, habiéndolo ellos leído, hacerles pensar y disertar. Porque,mira, llevo ahí dando clases desde 1982, y me sé muy bien lo cómodo que resulta actuar según de qué manera (a veces, arrastrada, he tenido que improvisar). Del mismo modo que sé el tiempo y el esfuerzo que se necesita para construir un discurso no personal, ¡OJO!, pero que reproduzca, sintética y objetivamente, las aportaciones de los que sí rastrearon una época/autor/libro... Y a lo mejor (o a lo peor) sucede entonces que los folios amarillean... pero están agotados al máximo...
ResponderEliminarNo sé cuándo te tuve a ti de alumno. Sí sé que hubo años en que llegaba a clase previamente agotada, por aquello de los hijos y las publicaciones y otras cosas (La Fakultad). Estoy muy satisfecha de mis hijos (aunque como madre, en la cuestión doméstica, nos las tenemos), y a estas alturas de la vida... Sí, podría presentarme el día 16 con el artículo que Azúa publica hoy en El País sobre Steiner (a quien yo leí por primera vez de chiquilla, en un número de "Camp de l'Arpa", por cierto) y bla, bla, bla...
Salud!
Ana, qué bonita entrada. Aunque te quejes, sí, nos gustan las confidencias, los gritos, los susurros. Sin temores, creo honestamente que valen la pena si se hacen sin estridencias, con elegancia.
ResponderEliminarTengo una de Vázquez Montalbán, personaje querido pero que, más allá de su meritoria tarea como periodista, tú sabes que no es novelísticamente santo de mi devoción. Y además la novela que me dedicó es francamente tan mala... la de tan barojiano título, creo que fue. Pero fíjate que ni lo tengo claro. Sólo sé que fue una más de VM que no me gustó.
Otra de mis dedicatorias es la de la tan querida y admirada Ana María Matute. Cuando su Rey Gudú volé a El Corte Inglés, y mira que nunca he sido tampoco adicto a las dedicatorias. Pero con la Matute ocurrió algo muy gracioso. Le expresé mi afecto y mi admiración para inmediatamente decirle algo en catalán que surgió espontáneamente. Me miró buscando algo para escribir, inquisitivamente. Y luego, al leer lo que había escrito, me encontré con que se había atrevido a escribirla en catalán, con alguna falta de ortografía, pero benditas faltas cuando la generosidad es tan alta. La generosidad, esa forma de respeto. Besos
Felicidades, por la parte que te toca en el excelente resultado que ha obtenido tu hijo. Conozco esta satisfacción (también tenemos dos casi ingenieros a falta de los respectivos proyectos) y también sé del desasosiego de no haberles inculcado el "amor" por las tareas del hogar. Mirando las cordilleras de ropa para lavar y... PLANCHAR! que se acumulan, me consuelo pensando que nadie es perfecto.
ResponderEliminarA mi modo de ver las dedicatorias o tienen que venir solas, o hay que ser osado para plantarse delante del autor o autora y esperar que una pequeña charla pueda sugerirle que existe una conexión entre tu mundo y su escritura, y así poder reflejarla en la dedicatoria. Difícil ¿no?.
Sobre los apuntes de la Universidad que recibimos los alumnos semi-presenciales... !Ah! Si yo te contara... Un abrazo. Glòria.
Gracias, Gloria, fraternalmente (de verdad). Y mis felicitaciones a vosotros también. No es nada fácil, no lo ha sido para nuestra generación, lo de ser padres-padres sin parecer carcas. Pero el mérito es de los chicos, que tampoco lo han tenido fácil porque lo que primaba en su entorno eran otras cosas, y "ser raro" nunca fue fácil ni agradable. Pero sí, tengo la satisfacción de que ambos son grandes lectores.Cuando cursaba 1ª de Ingeniería (el año más duro, que yo recuerde), un fin de semana de junio, saturado ya de estudiar, me dijo, "No puedo más. ¿No hay por ahí un Baroja?". Pensé en algo que no obligase a demasiado y le di "Las noches del Buen Retiro", porque como es tan deshilachada, si no la acababa no pasaba nada. Pero se la devoró. El otro día Adrián me telefoneó para preguntar si en casa teníamos "La Fundación", de Buero Vallejo, porque lo había visto en una librería de Ribadeo, supongo que rebajado (ya sabéis lo que cuenta Rodríguez Ribero hoy en Babelia: si compras tres bragas te regalan un libro). El caso es que Adrián tendría tiempo y como conservaba buen recuerdo de "Historia de una escalera" y "El tragaluz", que los leyó en "COU" (para entendernos). Eso sí, en el Colegio Alemán, y siendo alumno de Ciencias, porque a Filología nos llegan sin haber tenido que cursar Literatura en el Bachillerato (lo que tampoco garantiza que sepan planchar; máximo, plisar las chuletas; es un decir).
ResponderEliminarPara todos estos temas, es recomendable la película "El primer día del resto de tu vida" que acabo de ver en el Verdi. La anuncian como comedia francesa, pero... La familia es el origen de la familia, que decía Max Ernst.
Yo no he conseguido "engancharlos" a los libros y me duele. Tomo nota de los títulos que han apreciado tus hijos. ¿Podrias darme alguno más? Gracias.Glòria.
ResponderEliminarGloria: Son bastante eclécticos, y distintos entre ambos, y van a rachas y cambiando. Lo mismo están con Beevor, Manken, Susan George o el No logo de Naomi.... Ahora ya no sigo mucho sus lecturas: van a las librerías o se las piden por internet. Sólo si sospechan que un libro lo tenemos, entonces me preguntan o comentan.
ResponderEliminarA.
Gracias, Ana, tomo nota de nuevo. Glòria.
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