viernes, 20 de marzo de 2009

LA REINA LOCA


Paseé en silencio por las calles de Sos pero no visité la casa natal del Rey Católico. Recordé más a su hija Doña Juana. Al regresar a casa, recordé a otros viajeros y escritores que nos dejaron su personal visión de la reina loca.

En el verano de 1917, Federico García Lorca participó de nuevo en otro de los viajes culturales organizados por el profesor granadino y catedrático de Teoría de la Literatura y de las Artes Martín Domínguez Berrueta, viajes que tenían por finalidad aplicar los métodos pedagógicos institucionistas, combinando el estudio teórico realizado en archivos y bibliotecas con la formación práctica: las visitas a monumentos y museos. Los alumnos, al final de cada jornada, escribían sus anotaciones y experiencias del viaje. Así nació el primer libro de Lorca: las prosas reunidas en el volumen Impresiones y paisajes (1918).



Aquel verano el poeta recorrió las tierras de la Vieja Castilla. En uno de los escritos, el titulado “Sepulcros de Burgos”, aparece ya una primera referencia a doña Juana la Loca: “Casi todos estos sepulcros de Burgos que tantas y tan magníficas ideas encierran están sin morador… y se siente gran extrañeza al contemplar los sepulcros vacíos de la Cartuja que encerraron en un ánfora las entrañas de Felipe el Hermoso y ante los cuales la ideal Juana la Loca, de pasión, lloró desgarradora ante el cuerpo de su alma como Brunilda ante Sigfrido en la epopeya de los Nibelungos.”

Diciembre de 1918 es la fecha que lleva la “Elegía a doña Juana la Loca” (perteneciente al Libro de poemas, 1921), una extensa composición de sesenta versos alejandrinos agrupados en cuartetos, en la que Lorca destaca básicamente dos notas: la pasión y la muerte de la reina. No es el verso inicial el más logrado (“Princesa enamorada sin ser correspondida”), ni tampoco lo son los elementos elegidos para expresar la pasión, que transforman la figura de Juana tiñéndola, quizá en exceso, de un cierto sensualismo más o menos tópico (clavel rojo, paloma de alas tronchadas, collares de perlas, princesa morena), deudor de la moda oriental modernista que también tentó al joven Lorca. Es al hablar de la muerte de la reina cuando encontramos imágenes de un sabor más auténtico: el sueño “entre nieves y cipreses castos” o esa tumba rezumando su tristeza “a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol”. Tampoco podía faltar, desde luego, el recuerdo de uno de los episodios más llamativos de la vida de Juana –su peregrinaje de amor-, que le inspira al poeta posiblemente la mejor estrofa de la Elegía:

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra, tembloroso y rasgado

Es este episodio el que más desarrolla Ramón Gómez de la Serna en una de sus Novelas superhistóricas (1944), protagonizas casi todas por mujeres: Juana la Loca, Urraca de Castilla, Ana de Austria, la Emparedada de Burgos y Juana la Beltraneja.



En 1942, en la asociación bonaerense Amigos del Arte, Ramón pronunció una conferencia sobre doña Juana -“quizá la mejor conferencia de mi vida”, afirma en Automoribundia-, primera ocasión en la que expuso su teoría de la superhistoria como una ley compensadora que aúna “lo que no sucedió que quiere mezclarse con lo que sucedió”.


Con el personaje de la reina loca Ramón estaba muy familiarizado a partir del famoso retrato pintado por Pradilla que colgaba de las paredes de todos los hogares españoles, como el de su abuela, hermana de la poeta romántica Carolina Coronado, “la misma que después de doña Juana ha tenido desenterrada y a la vista la momia de su esposo hasta el día en que ella fue a hacerle compañía y se enterraron dos féretros en el mismo panteón” (Automoribundia). Por eso, tal vez, la reina alucinada no sólo protagoniza una de las novelas superhistóricas sino también un capítulo de la biografía del escritor. A Ramón le interesa lo que la historia de doña Juana tiene de locura de amor, de perpetuo éxodo de esperanza, de peregrinaje que muere en un ocaso. De ahí el espléndido capítulo cuarto de la novela, en el que el paisaje se vuelve silencioso para recoger el dolor y la soledad de esa locura de amor repetida en las viudas de los pueblos, en los coros de perros aulladores, en las estatuas yacentes de las iglesias, en las piedras miliares de los caminos o en los puentes donde doña Juana “apresuraba el paso porque en los puentes se pasa de la razón a la locura y temía tirarse por ellos a la Historia, que es a donde se tiran los suicidas.”

Ramón toma esa imagen clásica –río, tiempo, muerte- y la proyecta hacia el futuro porque le interesa presentar la actualidad de una locura de amor en medio del tiempo. Y una sinrazón: la de una reina, la única, “que exhibe ante los pueblos la desgarradura de su razón”.

En 1994, la muerte sorprendió a Rosa Chacel trabajando en un proyecto sobre la compleja y atractiva personalidad de Juana la Loca, para la escritora un personaje de su mundo familiar, en el que dominaba la pasión llevada al paroxismo de la locura. En este libro “truncado”, Rosa Chacel iba a estudiar otra modalidad de “la implacable, indestructible, polimorfa y voraz especie del Deseo. Quedaron algunos fragmentos, de los que entresaco las siguientes líneas:

“… Se adueñó una imagen de Fernando hasta que a su razón otras ya no llegaron. ¿Qué hacer para que nos reconozcamos como nosotros y así poder transmitir mi deseo en esta tierra cuya forma he soñado? Simplemente repetir y repetir: yo quiero que vosotros queráis lo que yo quiero, que es además lo que él quiere y por cuya sangre somos un compromiso. Compromiso que Isabel, entendiéndolo como una realidad vital, vistió con la pura lana del pastor, del color de la tierra castellana”.


Los de Lorca, Ramón y Rosa Chacel son sólo tres casos de pervivencia poética de aquella locura de amor en la que se extravió, errante, doña Juana.

5 comentarios:

  1. Fascinante Juana y fascinantes recreaciones. Y si me permites, encantadora tu (o su) recreación. Nos contaste un día que te fuiste a Sos con sólo un libro. Hoy descubrimos que no, que llevabas más libros, aunque tal vez no físicos, en la maleta emocional de las lecturas.

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  2. Qué buen método.
    Interesante blog. Con su permiso y sin él, queda enlazada.
    Saludos.

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  3. Siempre sucede así, afortunadamente. Aunque en verdad fue al regresar a casa cuando esas voces pusieron letra a las imágenes.
    A.

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  4. Carisima amiga, aunque no puedo escribir tanto como desearía (estoy de aeropuestos, darling, y te creerás que estoy por comprarme un pc portátil, porque en todas partes tienen conexión inalámbrica a internet pero en ninguno o casi ninguno un café con conexión, o es tan carísimo que prefiero ponerme en lo de los masajes que se está poniendo de moda en los aeropuertos, por 30 euros te dejan nueva en una silla ergonómica). Te decía, darling, que en mi vaivén continuo he estado en Venezia, loquísima ciudad y loquísima servidora, de donde es originaria parte de mi familia y tengo primas (gordísimas y horribles, pero primas a fin de cuentas). Por cierto, he encontrado la ciudad rarísima, hubo marea y no sé que he percibido, da igual. En cualquier caso, decirte que sigo tu blog con interés vivísimo, no puedo resumir querida, pero a parte de la reina Juana, me han gustado mucho las referencias a Aub, a Poe que soy loquísima de sus cuentos, a Vila-Matas. En fin, que no me muevo ni un centímetro, querida, y sigo tan cerquita...

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  5. Entonces, en tu honor, María haré una entrada sobre Venecia, a la que volví con cada uno de mis dos hijos,en el finde anterior a carnaval, hace ya unos años. Pero viajaba allí con Brodsky, Azúa y... qué sé yo...
    Me alegro de que resucites,

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