Sucede que cuando viajo, viajo: es decir, cuando he de estar ocho días fuera de casa, sin más recursos que una maleta... y ello sucede en una primavera-invierno como esta que todos maldecimos, pues... Si a ello le sumamos los compromisos obligados....
Total que me fui a Madrid-Alcalá con poquitos libros, como ya sabéis que acostumbro a hacer. Si bien una cosa es un finde y otra una semana entera, llena de compromisos.
En estos casos, me aferro a los clásicos.
(¡Vaya! El impremeditado pareado lo estropea todo, pero no estoy dispuesta a corregirlo. Es lo que hay, cuando... estoy recién llegada de una semana pletórica y... algo atascada, por saturación)
Me aferro a los clásicos, lo que equivale a decir a mis libritos portátiles... Y esta vez le tocó a Stevenson, al volumen "Virginibus puerisque y otros ensayos" (Madrid, Alianza Editorial, 1994).
Claro es que yo había ojeado el librito al comprarlo. Y recuerdo que leí y fiché lo relativo al Viaje, tan de Stevenson.
Pero a Alcalá-Madrid me llevé el tomito antiguo dispuesta a releerlo de cabo a rabo. Y en uno de los ensayos, cuyo título no reproduzco porque la actual situación económica... (daría pie a que algunos ignorantes me tratasen de snob o de bohemia, como lo hacen ciertos anónimos) leí estas líneas que le repetí a Juan Marsé en el Coloquio que ayer viernes mantuvimos en la Universidad de Alcalá (ya fuera de los focos, pero, eso sí, acompañados de maestros y amigos como Joan de Sagarra, Josep Martí Gómez, Antonio Pérez, Roberto Bodegas, Luis Izquierdo y.... yo).
Le dije: Juan, me he traído este librito de Stevenson, pero nada que ver con La isla del tesoro, título de referencia y del que JM guarda docenas de ejemplares, porque....
Y le conté que había traído el libro para los alumnos (y los corresponsales del blog: es decir, los jóvenes), pero al llegar a un ensayo donde leía:
No es este el momento de extenderme en hablar de ese poderoso lugar de educación -la calle- que fue la escuela favorita de Dickens y Balzac y hace cada año muchos oscuros maestros en la ciencia de la Vida. Baste con esto: el muchacho que no aprende en la calle es que no tiene facultades para aprender.
Y sí, todos sabemos que aquellas calles no son repetibles, pero aun así reconocemos, con Stevenson, que:
... los hechos palpitantes y calientes de la vida los aprendemos a nuestro alrededor sin más trabajo que mirar en torno (p. 92). Y también sabemos, o sospechamos que cierta facultad para la vagancia implica un universal apetito y un fuerte sentido de la identidad personal (pág.93).
P.D. Lo dicho: leer. Y recordar las lecturas entre todos.
Muy buenas reflexiones de Stevenson (este libro no lo conocía, o recordaba). No recuerdo ahora qué escrito era el que decía que, previso a escribir había que vivir, y después de vivir, volver a vivir, y sólo entonces, escribir.
ResponderEliminarUn saludo.
La calle, sea del tiempo que sea, es un imponderable. Igual que el talento. Otros lo desarrollaron en otras realidades vitales, por ejemplo, la de una biblioteca repleta de libros y una madre castrante.
ResponderEliminarCreo que lo más importante es saber qué te gusta hacer y para qué sirves. Marsé lo averiguó y trabajó a destajo. Y los demás disfrutamos de su trabajo
Me intriga la última cita de Stevenson. No acabo de entender por qué cierta facultad para la vagancia implica un universal (UNIVERSAL) apetito y un fuerte sentido de la identidad personal
Mariano,
ResponderEliminaresas líneas se inscriben dentro del tema "ocio v.V. negocio", tqn presente en Stevenson. El párrafo completo es:
"Mostrar una excesiva diligencia, ya en la escuela o en la universidad, en la iglesia o en el comercio, es un síntoma de vitalidad deficiente; y cierta facultad para la vagancia implica un universal apetito y un fuerte sentido de la identidad personal. Hay por ahí una especie de gentes mortecinas y vulgares que apenas se dan cuenta de que viven si no es en el ejercicio de alguna ocupación convencional. Pongamos a esta gente en medio del campo, a bordo de un barco y veremos cómo pían por su despacho y su mesa de trabajo".
Gww...
ResponderEliminarLa verdad es que no he leído muchos ensayos de Stevenson. Junto al citado, otro tomito: "La casa ideal y otros textos" (Hiperión, 1998), donde también ensalza, acudiendo a los versos de Walt Whitman, "la alegre voz del camino, el gozoso y fresco sentimiento del camino".
Lo conozco,pero no lo leí. De todas maneras,leyendo lo que colgaste en este post, adhiero totalmente. Trabajar y vagar,como opuestos no creo que sea correcto,al menos así no lo siento. El concepto del trabajo daría para mucho,no?.Sin duda que es necesaria la contemplación,la observación del mundo del que formamos parte, del que nos rodea, el intercambio con otros en cuanto a sensibilidad,etc...es vital, al menos así lo siento yo. Este tema me encanta, me lo replanteo bastante seguido.Un beso
ResponderEliminarFiorella, la posición de Stevenson no era gratuita ni señoritil. Él, como otros (pienso en Gauguin y en los "Escritos de un salvaje")vivían en carne propia el lamentable truque del "valor de uso" por el "valor de cambio", con las perturbaciones que acarreaba... Conviene recordarlo, sobre todo ahora en que ni siquiera podemos explicarnos tanto absurdo desasido de una elementalidad comprobable... Porque vamos, lo de la ingeniería financiera...
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